La soberbia es el comportamiento altivo y arrogante, producto del desprecio, que lleva a alguien a pretender humillar al contrario. Pero la soberbia, además, es la inmodestia, es la altanería, es la arrogancia que, a través de la insolencia, conduce al fatuo o presumido a intentar cambiar la verdad para, así, abatir a su contradictor.
Esa soberbia acompañada de la insolencia, hace que ese individuo arrogante termine por imputar a sus enemigos, los crímenes, los delitos o los errores cometidos por él o por sus parciales y, entonces, pretende arropar a sus contradictores con el mismo manto de culpabilidad que lo cubre a él y a su corte. Pero lo hace también porque teme de alguna manera que, en algún momento, esos crímenes se descubran.
Entonces, el fatuo y soberbio individuo, con tal de dar visos de credibilidad a sus afirmaciones, adopta el ropaje de la humildad y se declara cristiano, aunque en materia insustancial; para, así, invitar al oyente ingenuo o a la audiencia que todavía piensa con el deseo, a creer que su ídolo aún tiene pies de oro y no de barro. Sin embargo, cuando se analizan fríamente sus palabras, se encuentra que esa pose de aparente humildad, no es otra cosa que la piel de oveja con la cual el lobo quiere confundir a sus ingenuos seguidores.
Toda esta perífrasis, es para desvirtuar la actitud hipócrita de muchos miembros del gobierno socialista del siglo XXI, cuando pretenden señalar a la oposición como culpable del descubrimiento de todos los desafueros que se han venido cometiendo durante los doce largos y ominosos años de su mandato.
Ahora bien, ¿por qué ominosos? Porque, aparte de toda la depredación que ha ocurrido gracias a la corrupción -prohijada y alentada (aunque después negada) desde Miraflores-, la cantidad de tropelías que el país conoce y sobre las cuales ya nadie puede llamarse a engaño, como lo han sido, entre otras cosas, el comprar la conciencia de congresistas para conseguir aprobación de Leyes como la Habilitante; el declarar como propiedad pública edificios del Casco Central de la Gran Caracas, el mandar a espiar a periodistas y a miembros de la oposición; el permitir los falsos positivos; el favorecer a sus amigos; el disfrazar el desastre de los servicios de salud y las desapariciones forzosas; el promover las trampas a los trabajadores y las persecuciones a los sindicalistas, etc.; todos estos atropellos, repito, son la vorágine con que se quiere llevar por delante la dignidad de Venezuela, al pretender conducirla por caminos del no retorno, por lo que se hace necesario detenerlo a tiempo.
Entonces, si ya es verdad axiomática que el gobierno socialista comunista ha sido el más corrupto que ha tenido el país en su historia “independiente”, con qué cara -si no es la de la hipocresía, el cinismo y la soberbia- ¿puede este gobierno reclamar algo que no tiene la más mínima presentación? ¿Cómo va a tener la desfachatez de culpar después de 12 años de mandato a la IV República del aliento de corrupción en que tienen sumida a la patria?
Si no se tratara de algo tan serio y respetable como lo es la dignidad del país, sería para mover a risa el hecho de que el gobierno socialista-comunista sindique a la oposición de llamarlos “corruptos”; si, en verdad, son los máster en esas lides. Es decir, no necesitan ayuda alguna para ser los primeros. La última embestida del gobierno ya conocida por todos no es casual. Está fríamente calculada para recuperar ante la opinión pública el capital político que tiene perdido en gran parte de la población venezolana.
Hace unos años -cuando el país ardía por cuenta de los desafueros ya comentados- mencioné un concepto propuesto por los estudiosos de la ciencia política, la HERESTETICA: “forma con la cual un gobierno manipula las estructuras sociopolíticas de un Estado, para ganar y alzarse con todas las ramas del poder público”.
Esta palabra está que ni mandada a hacer, para retratar lo que han sido estos doce siniestros años del llamado socialismo del siglo XXI. Ojalá el electorado venezolano no se deje engañar en el 2012 por los cantos de sirena de estos mañosos individuos y después tenga que llorar sobre la leche derramada. Porque, entonces, el llamado “carrusel de la contratación” sería un juego de salón, al lado de la corrupción que este avieso gobierno socialista-comunista consolidaría en todo el país.
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