Las asonadas militares como formas de subvertir el orden pertenecen al pasado, aunque en épocas recientes se hayan mostrado algunas situaciones como tales. El show montado por Correa hace algunos meses; la legítima destitución de Zelaya en Honduras; el vacio de poder en abril de 2001 en Venezuela, ejemplos de situaciones particulares calificadas perversamente de “golpes de Estado”.
Hoy en día las formas de subversión en la región son distintas. Regímenes que utilizan las instituciones democráicas y el orden jurídico para demoler el sistema y ajustarlo a sus ambiciones, es decir, la perpetuación en el poder. Proyectos en ejecución con patrones similares, siempre en nombre de los “pueblos”, de la “revolución” y de la “soberanía”. La herramienta para subvertir el orden no es más el fusil, sino las instituciones y las normas. Recurriendo a una expresión del socialista utópico francés del siglo XIX, Pierre Joseph Proudhon, mal utilizado por los bolivarianos y sus situacionales, estos regímenes y sus cabezas son “atropelladores”, no “revolucionarios”. El “me da la gana” impera en la concepcion de la politica.
Ademas de crear la confrontacion social, estos regímenes son exclusionistas e irrespetan las normas, persiguen y castigan a sus opositores por la vía judicial, atacan la libertad de expresión, a la vez que criminalizan la protesta. El instrumento fundamental es la tergiversación de los principios, dándoles formas aberrantes para alcanzar sus fines.
La interpertación del principio de soberanía es uno de los más utilizados por estos regímenes, el bolivariano un ejemplo. Con motivo de las legítimas sanciones impuestas a PDVSA y a CAVIM por violar las reglas que buscan impedir el desarrollo nuclear de Irán para fines no pacíficos, prohibido por el derecho internacional y mas concretamente por resoluciones del Consejo de Seguridad, el régimen bolivariano recurrió de nuevo, con la usual irreverencia, a la “defensa de la soberanía”, de acuerdo con su sesgada interpretación.
Defender la soberanía es una obligación del Estado y de los ciudadanos. Sinembargo, recurrir a ella para amparar acciones ilegales es absolutamente inaceptable. Alegar la soberanía para desconocer el derecho internacional y las decisiones del Consejo de Seguridad y aliarse con Estados forajidos es intolerable. La soberanía no es un escudo para ello, como tampoco lo es para violar los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Las resoluciones del Consejo de Seguridad adoptadas en el marco del Capitulo VI de la Carta de la ONU, distintamente a las adoptadas en función del Capitulo VII, no son obligatorias jurídicamente, lo que no justifica que los Estados las incumplan, sobre todo cuando se trata de un tema que interesa a la paz y a la seguridad internacionales, como lo es el armamentismo nuclear de Irán, cuyo régimen ha retado a la comunidad internacional, al insistir en la construccion de enriquecimiento de uranio (en Quom) y en el desconocimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad, las recomendaciones del OIEA y el Acuerdo de Salvaguardias y su Protocolo Adicional suscrito con el Organismo en 2003. Más grave aún, el regimen irani ha asegurado pública y expresamente que “hará desaparecer a Israel del mapa.”
Las resoluciones del Consejo de Seguridad son muy claras, más aún la 1929, del 9 de junio de 2010. En ellas se exigen ciertas conductas a los Estados para evitar lo que se sospecha, el uso militar de la energía nuclear por Irán. Los Estados deben estar vigilantes para evitar que las relaciones de sus ciudadanos o empresas puedan contribuir con las actividades nucleares de Irán.
El régimen bolivariano insiste en la vieja táctica de buscar solidaridad interna y externa, alegando la “defensa” de la soberanía. Adentro logró el inexplicable apoyo de una oposición que mostró una ignorancia supina en el tema y una grave desorientación en el camino al 2012. Afuera, sólo recibió apoyo de los beneficiarios regionales, Evo Morales a la cabeza. Ningún otro gobierno, de la región y de fuera, ni ningún dirigente político del mundo expresó su solidaridad con el régimen bolivariano ante “los ataques del imperialismo”. Ni Lula, de visita en Caracas para cobrar deudas pendientes, dijo una palabra al respecto. Un silencio elocuente.
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