No es Bolívar quien anima la cúpula podrida del régimen, son los bolívares del Tesoro Público, al que saquean con más destreza y rapidez que Alí Babá y los 40 ladrones. De bolivariana no tiene un pelo esta revolución, de bolivarista posee una peluca. Estoy dispuesto a confrontar lo que ahora voy a afirmar, con quien quiera y en el escenario que le convenga: este es el gobierno más corrupto de nuestra historia republicana, y el que más daño le ha hecho al erario nacional y a la economía del país.
Una comparación, por ejemplo, de los regímenes de los generales Juan Vicente Gómez o Marcos Evangelista Pérez Jiménez, con el régimen del Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Frías, deja a este último en primer lugar de corrupción e ineficiencia, pudiendo verse como niños de pecho a los otros dos. El General Gómez manejaba el país como una hacienda, es verdad, todo le pertenecía, pero al fin y al cabo, todo estaba aquí, nada se llevó, no transformó bolívares en dólares para sacarlos del país y colocarlos en cuentas extranjeras o en inversiones afuera. De modo tal, que luego de su muerte en diciembre de 1935, todos sus bienes, la plenitud de ellos, retornaron al patrimonio nacional. ¿Podríamos decir lo mismo hoy? Ciertamente no; pululan las cuentas multimillonarias en dólares y euros de los neorricos de la boliburguesía que roban a manos llenas, sin temor a sanción alguna; la impunidad abre las puertas al crimen. El dinero de los corruptos del cogollo está afuera, por cierto no está en Cuba, no, está en el imperio mismo, y en la difamada Europa, pero bien querida para ir a pasear, a invertir riquezas mal habidas y a disfrutar lo robado al pueblo, pueblo éste hoy más pobre, hambriento como siempre, o más que siempre.
Que Pérez Jiménez robó y su entorno se enriqueció, está probado, como también es verdad innegable que hubo eficiencia en las obras públicas, que todavía hoy –casi sesenta años más tarde- siguen siendo orgullo de Venezuela, autopistas, hospitales, edificios públicos, universidades, otros centros educativos y, en general, infraestructura para el desarrollo.
La pandilla de ladrones que hoy saquea el Tesoro Nacional, no deja obra pública ni infraestructura, el robo es a ring pela’o, sin compensación alguna; los presupuestos se consumen, sin que a la gente le quede nada.
Lo más dramático en este régimen es que los organismos de control y sanción están absolutamente anestesiados por el temor o por el dinero, en todo caso, sometidos al crimen contra el patrimonio nacional. ¿Y nosotros? Callamos. Es hora de protestar y hacernos sentir. No estamos muertos.
De bolivariano este régimen solo tiene el nombre arrebatado a la nación, para apropiárselo y hacerlo exclusivo de un sector de la sociedad, sector por cierto que se desvanece, fruto de la pérdida de esperanza ante la ineficiencia que golpea y la corrupción que saquea. He estudiado y estudio a Bolívar -soy miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela- y puedo asegurar que su pensamiento y vida nada tienen que ver con la corrupción que desangra al pueblo, ante la mirada cómplice de quien teniendo todo el poder, nada hace para frenar los desmanes.
Que el gobierno de Venezuela puede dejar de ser bolivarista -para tener en Bolívar un guía como Padre de la Patria de todos- es factible, es alcanzable, podríamos lograrlo el próximo año. No obstante, no se alcanzará como fruto de un milagro, sino como consecuencia de un trabajo bien hecho, en el que todos tomemos parte, sin echarnos a esperar que otros hagan. Es la hora. Vamos, vamos sin miedo.
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