"En los estados grandes la educación pública siempre será mediocre, por las mismas razones que en las cocinas grandes la comida siempre es mala."- Friedrich Nietzsche
Pretender suprimir el lucro en la educación es tan estúpido como querer eliminar la ley de la oferta y la demanda. No obstante, es un error desechar a priori las legítimas críticas que los estudianres plantean en sus movilizaciones ya que, aunque errados en el objetivo, sus quejas sí poseen gran peso específico que debemos atender, y dejan al desnudo un trasfondo político que debemos corregir.
La educación chilena ha mejorado, pero no lo suficiente, y ciertamente no se ha constituído en la gran formadora del capital humano que exige la sociedad del conocimiento. Si queremos convertirnos en algo similar a Nueva Zelandia, necesitamos un capital humano alto, y no lo tenemos (aún).
Los criterios de eficiencia que surgen a partir de la existencia de entes privados es un gran motor que incentiva buenas prácticas. No obstante, el libremercadismo ramplón no es capaz de explicar por qué Finlandia posee la mejor calidad educativa del mundo, a pesar de ser completamente financiada por el Estado. ¿Por qué los colegios estatales finlandeses son los mejores del mundo? ¿Qué puede aprender Chile de ellos?
Lo primero es que nuestro Estado es añejo y no logrará educar con la celeridad ni con la calidad deseada. Sólo ha logrado cobertura. Una extraordinaria labor hizo el Estado, a nivel mundial, en el siglo XIX y comienzos del XX, educando a las masas en las habilidades mínimas para que pudiese formarse una república: para que haya república debe haber ciudadanos, para que haya ciudadanos, cada cual debe saber ler y escribir para conocer sus derechos, y sumar y restar para ganarse el pan. Pero ahora, en el siglo XXI, es tal la sofisticación del conocimiento que no todos los Estados son capaces de educar. Chile es un país que aún exhibe atroces rezagos en la formación de capital humano, y creo que lo mejor es seguir reduciendo la intervención estatal directa y a cambio se puede profundizar el sistema de cheque escolar, y dejar a los colegios más problemáticos bajo la tutela del ministerio de Educación, co una fuerte intervención de Carabineros y de asistentes sociales. El resto debe aprender a educarse sólo. Es necesario admitir que la administración municipal también ha sido deficiente, y que educación requiere de un esfuerzo mayor del Estado ahí donde las fuerzas del mercado no logren llegar. Abandonar por completo el papel subsidiario del Estado y dejar o todo a manos del mercado o todo a manos del poder estatal es igualmente nefasto: ¿tanto cuesta encontrar un punto medio?
Por otro lado, la educación universitaria presenta problemas aún más complejos. Primero, es necesario reducir los años de estudio: cinco años para una licenciatura es ridículo. El ahorro será importante. Segundo, las universidades tradicionales no pueden seguir admitiendo una enorme cantidad de alumnos para luego jactarse de que les cortan la cabeza el primer año. Los cupos deben reducirse. Los criterios de eficiencia sólo pueden adoptarse en un régimen donde se busca el lucro, sino quedamos expuestos al despilfarro estatal.
En cuanto al financiamiento, los estudiantes aciertan cuando hablan de las deudas en que incurren. Pues esto es porque un sistema educacional superior regido sólo por las leyes del mercado genera inflación, tanto en los aranceles como en los planes de estudio. Pero, por otro lado, el mismo Estado al inyectar recursos empeora la inflación, ya que le financia los estudios a gente que, primero, no tiene capacidad, segundo, opta por carreras que no son rentables, y tercero, las universidades crean planes de estudio completamente ajenos a las necesidades del mercado laboral. El trabajo que ayer necesitaba una licenciatura hoy necesita una maestría, y pronto pedirá un doctorado, sin que se observe valor añadido alguno, sólo constatamos baja productivdad, pérdida de tiempo y encarecimiento de la educación.
Cuando los estudiantes reclaman contra el lucro en realidad lo que quieren decir es que se oponen a la usura en los créditos universitarios. Si diferenciasen entre ambos su movimiento habría sido mucho más exitoso ya que ellos sabrían qué proponen y los gobiernos entenderían qué deben remediar. Ambos son concetos completamente distintos. El panadero no se levanta a las 4 de la mañana a amasar el pan simplemente por la felicidad que le produce ver la gente tomando desayuno con pan fresquito, sino que lo hace porque lucra de su actividad. HidroAysén cuando lucra de la Patagonia lo hace para que más gente tenga electricidad, lo que nos beneficia a todos. La señora Juanita vende abarrotes porque lucra de su almacén. El hipermercado lucra de sus ventas porque compra abarrotes en enormes cantidades, lo que al final es más barato para el consumidor común y corriente, especialmente el más pobre, el que va a optar por el supermercado y no por el almacén de la señora Juanita. Y así, todos lucramos, todos vendemos nuestro trabajo para comprar el trabajo de todos, y todos lucramos para poder comprar más trabajo de otros.
La propia presidenta de la federación de estudiantes va a lucrar cuando egrese. ¿Por qué quieren suprimir el lucro? El lucro se eliminó en la URSS, ¿queremos volver a eso? Lo dudo. Lo que ella hace es expresar su consternación ante el nivel de endeudamiento de sus padres, quienes termnarán trabajando casi exclusivamente para costear los estudios de su hija estudiante que, quizás, al graduarse, quede endeudada de por vida y peor aún pueden los beneficiados todos caer en "default". Es a la usura a lo que ellos se oponen, y sí, el Estado puede fijar topes máximos a los cobros de las universidades, y puede obligar a éstas a transparentar la informacón que manejen sobre las expectativas laborales y de renta que ofrece cada carrera. De otro modo, el sistema puede llevar al sobreendeudamiento de personas, lo que al final constituye una fuente de inestabilidad ya que al producirse inflación en educación, baja productividad (carreras costosas que no reportan ganancias) y posiblemente morosidad, crean una burbuja que puede estallar en cualquier momento. Sin entrar en detalles sobre la continua incapacidad de crear profesionales de alto nivel, independientes de pensamiento, proactivos y con los conocimientos que el mercado laboral requiere, y no con lo que los catedráticos quieren enseñar.
Pasar todo el sistema a manos estatales es estúpido. Querer desterrar el lucro es un absurso sin paralelo. No obstante, pretender que un bien como la educación —que no es un bien de consumo—, se regule sólo mediante las leyes de mercado es igualmente tonto.
Y peor aún, la crisis educacional revela que persisten las grietas en Chile producto de una institucionalidad ilegítima, concebida bajo la dictadura de Pinochet. Es elocuente que la ley que regula la educación chilena, la LOCE, fue promulgada el día antes que el ex hombre fuerte de Chile entregase el mando al presidente Patricio Aylwin, y que desde entonces esa "ley de amarre" no haya sido suficientemente legitimada por los presidentes legítimos que hemos elegido. Persiste en el subconsciente colectivo la perversa idea de que algo tan importante como la educación fue impuesto sin consentimiento ciudadano, y más aún, el sistema es regular.
La educación ha pasado a ser otro catalizador del descontento nacional, una bola de nieve que la propia Concertación logró desoír el 2006, en el marco de la marcha de los pingüinos. Ahora, la derecha está en el poder y tiene una oportunidad de oro: dar el puntapié inicial a una profunda reforma educacional, que por un lado compatibilice los criterios de eficiencia que promueve Piñera, y por otro, otorgue la necesaria legitimidad que exige la educación chilena, después de todo, el actual presidente fue elegido democráticamente y tiene el mandato para introducir cambios profundos. Una tarea enorme para la "Nueva Derecha".
Si no se logra democratizar por completo el país ni desterrar todos los enclaves autoritarios, si no nos libramos de los amarres que no necesitamos, lamentablemente la marcha, la pérdida de tiempo, la violencia y la ignorancia vociferante serán la única forma de expresarse. Necesitamos una democracia real y no una con fallas. De hecho, necesitamos una nueva Constitución y fundar una nueva república, un sistema donde nuestros representantes trabajen por las reformas necesarias, y no que deba tomarse la calle para manifestar las demandas. De no actuar pronto, predigo que vendrán tiempos tumultuosos.
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