jueves, 2 de junio de 2011

CARLOS BLANCO: VENEZUELA: PAÍS ROTO

Un país descuadernado, deshecho, arruinado en muchos sentidos, ¿cómo se recupera? Casi siempre se piensa en lo que Venezuela fue. A veces aflora el deseo de volver a lo que fue cuando se recuerdan buenos y amables momentos de amistad y felicidad. Tal aspiración es imposible de satisfacer. No por la consigna oficial según la cual "ellos" no volverán, sino porque nuevas realidades se han conformado y el alma conoce que un viejo amor, después de algunas décadas, no es el mismo, ni conviene recomienzo alguno por la humana tendencia de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, lo cual equivale a decir que quien ve las arrugas en la vieja querencia no se da cuenta de los plisados y fruncimientos de su propio rostro.

No hay vuelta atrás. Es verdad. Los derrumbes, los exilios de afuera y de adentro, los llantos, las esperanzas abatidas o renovadas, según los casos, toda esta historia tan revuelta ha hecho diferentes a los seres humanos de esta comarca. Ciertos rasgos que se mantienen como virus durmientes en los pliegues del espíritu, como el odio, el resentimiento, el deseo de venganza, la revancha contra el destino, cuando se les cultiva y alimenta, se lanzan desaforados a su faena. Sobre estos ánimos y sobre una vasta catástrofe institucional se tendrá que ejercer la construcción de un país que en algunos rasgos se parecerá al que fue y en otros al que es, pero, esfuerzo mediante, a algo que no sabemos y hay que imaginar.

¿QUIÉN SERÁ PRESIDENTE?. Desde esta esquina no hay triunfalismo. Chávez no ha sido derrotado y sólo lo derrota una política -todavía parcial y en parte incógnita- que combine las ideas con los sueños, la fuerza con la decisión. Los votos existen, pero sólo un proyecto de poder hará que no disminuyan, filtrados por el temor y la desesperanza, y logrará que se cuenten e impongan al binomio Chávez-CNE.

Un proyecto de poder no es un candidato sino una disposición a movilizar todas las fuerzas de la sociedad, de derecha y de izquierda, civiles y militares, de arriba y de abajo, para lograr el objetivo propuesto. Un proyecto de poder no le pide perdón a nadie por serlo, ni se excusa ni se arrepiente. No se conforma con un cucurucho de maní porque se tenga un exclusivo club de dirigentes. Un proyecto de poder, como el que conformó R. Betancourt en la década de los 40 no busca mediocridades sino que se expande hasta conseguirse con Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Luis Beltrán Prieto, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Vicente Emilio Sojo, entre muchos de los brillantes de ese tiempo.

El candidato presidencial que se escoja en la travesía de las primarias sería eventualmente el conductor de un país roto que requeriría descomunales capacidades de dirección y de sacrificio. De dirección, para convocar lo mejor donde quiera que se encuentre, sin el pequeño libro de facturas que los odios han engordado en el Gobierno y en la oposición; de sacrificio, porque muy probablemente la persona escogida y aclamada, a las primeras de cambio puede ser la denostada porque no pueda satisfacer en tiempo record la inundación de demandas, y tal vez tenga que tomar medidas que no satisfagan a todos todo el tiempo. El nuevo presidente tal vez tendría que convocar a una asamblea constituyente que hasta es posible que recorte su propio mandato. ¿Quién se arriesga?.

Una persona así, con decisión de guerrero pero con espíritu de santidad para el sacrificio, debe ser el emblema del esfuerzo por venir. Si se mide desde allí el liderazgo necesario hay que ver quiénes calzan los puntos para ganarle a Chávez y, antes, ganar las primarias. No hay que ver quién puede triunfar en esta consulta para después parapetarlo y ver cómo le gana a Chávez y más adelante considerar cómo hace para gobernar. El camino es exactamente el opuesto: hay que saber quién se necesita para gobernar, quién de los que reúna esas características puede vencer al caudillo y en consecuencia cómo puede hacer para prevalecer en las primarias.

LIDERAZGO. Hasta el sol de hoy los candidatos más o menos existentes emergen de las decisiones de las cúpulas dirigentes. Tal vez acierten, pero las probabilidades de error son grandes. Se dirá que no importa, ya que las primarias resolverán el apoyo de las masas; sin embargo, no sería inapropiado que los militantes dijeran su palabra para que sus jefes tuvieran el respaldo necesario en lo que sin duda tendrá mucho de aventura, incertidumbre, riesgo y desafío. ¿Puede resolverse alrededor de una conversa si eres tú o si soy yo el candidato? ¿Puede eso depender de que yo quiera que te lances para que me dejes el puesto vacío para que lo ocupe quien yo controlo? ¿Puedo disponer de mi apoyo a uno o a otro sin importar lo que mis compañeros piensen?

Siempre es conveniente recordar que en un país roto no hay liderazgos fuertes; el único que pervive es el de Chávez que, aunque deteriorado, se inflama con el combustible petrolero y la carencia de escrúpulos para ofrecer lo ofrecido, con la siempre grata compañía de la amnesia política. No es que la oposición no tenga líderes sino que se muelen muy rápido. Unos molidos al calor de las masas y otros por el calor de las mesas. Las masas, debe tenerse presente, son calurosas y abrasivas, si no les respondes te dejan de abrazar para comenzar a abrasarte. Las mesas, sean de tres, cuatro o cinco patas, son el escenario para los grandes acuerdos, pero muy especialmente para los falsos, los que esconden la disputa y la rebatiña; funcionan mejor para los entendimientos de baja intensidad y de mayor duración; en este caso, las primarias y la tarjeta única son un buen resultado.

El liderazgo no es un atributo de las personas sino de las situaciones en las cuales se participa. Venezuela produjo desde el 2007 una de las más brillantes generaciones de líderes estudiantiles, pero téngase presente cómo su increíble talento no fue obstáculo para que muchos de ellos fueran devorados por ambiciones, por su desusada exposición en los medios, y el hambre de organizaciones, grupos, partidos y cofradías por tenerlos a su lado. La falta de apoyo puede hacer fracasar las promesas, pero el exceso de apoyo puede freírlas en un santiamén.


LAS AGUAS FLUYEN... En un país roto lo que fue ayer no es hoy y lo que es hoy no es mañana. Es posible que el cuadro político no se conforme sólo con los elementos electorales, sino con la revuelta social dado el alto nivel de conflictividad existente; también es posible que los actores de hoy no sean los que dominen dentro de pocos meses; no debe descartarse que la desesperación de aquel lado lleve a concebir la Misión Imposible para acabar con la participación electoral de los demócratas a través de trucos conocidos y desconocidos, sin desechar la inestimable cooperación de Tibisay. La rueda está en movimiento y la pelotica no ha caído en la ranura. Todo es posible.

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