Sostener la farsa de que sólo el Estado puede administrar la riqueza nacional para beneficio de todos, no significa otra cosa que perpetuar la pobreza de las mayorías y la pervivencia del socialismo.
Efectivamente, en la hermana República del Ecuador volvió a triunfar el socialismo en gobierno, representado allá por el economista Rafael Correa, aliado público del teniente coronel Hugo Chávez. Contabilizadas más de un 80% de las actas por parte del Consejo Nacional Electoral, los datos reales muestran que el "Sí" gana con alrededor de dos puntos de diferencia en las preguntas centrales de la consulta, referidas a la reforma al sistema judicial y a la regulación a los medios, entre un total de 10 interrogantes sometidas al veredicto popular ecuatoriano, victoria total del gobierno.
En fin, otra derrota del sistema democrático de libertades, ante el socialismo. ¿Qué está pasando? ¿No resultan suficientes los progresos de las repúblicas democráticas en la región, como para señalar la conveniencia del régimen democrático de libertades? Parece que no. Veamos.
No puede ser casualidad, que muy a pesar de contar con alternativas democráticas válidas, en países como Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Venezuela, (Perú en riesgo) la tesis socialista mantenga un sólido apoyo popular, algo que contraría cualquier razonamiento lógico habida cuenta la historia destructiva de ésta ideología cuando ha detentado el poder.
Descartados por la ciencia factores otrora considerados de: raza, clima y costumbres, que explicaran tal abominación, continúa siendo la pobreza causa más que probable como génesis socialista.
Si algo tienen en común los sectores poblacionales partidarios del socialismo en los países prenombrados, es precisamente su pobreza, la que entendemos a grandes rasgos como carencia de quienes no cuentan con modos para vivir plenamente, condición ésta, lamentablemente común a demasiados venezolanos y hermanos latinoamericanos.
La pobreza referida, como se ha verificado, es producto no solo de la ausencia de una oportuna formación académica, sino además derivada de políticas públicas de exclusión como la discriminación racial, factores que deben ser suprimidos, si es que de veras pretendemos acabar con el socialismo.
El caso actual del Perú, nos puede servir de ejemplo. El que aproximadamente la mitad económicamente más pobre de la población electoral peruana se haya decantado por las dos opciones autoritarias en liza: socialista una y fascista la otra, en tanto la restante porción equivalente de electores lo haya hecho por las varias opciones demócratas, precisamente los sectores más beneficiados por la prosperidad de los últimos 20 años, constituye clara señal sobre donde está el problema.
En la medida que una sociedad, individual y colectivamente considerada sea objeto de políticas públicas que le garanticen oportunidades ciertas de progreso con base en la salud, la educación y el empleo, en el marco de la justicia social, en esa misma medida propuestas utópicas esencialmente violentas como el socialismo, no tendrían cabida como alternativa política.
Vaya una alerta para nuestra Mesa de la Unidad Democrática. Presenten desde ya una plataforma programática atractiva a las mayorías pobres del país, que resulte superior a la estafa socialista. Olviden al sempiterno estatismo, olviden al populismo efectista y devuelvan a la nación lo que de suyo le pertenece, solo así contaremos con un Estado nacional eficiente, capaz de proveer educación, salud y seguridad pública de primera, garante de la propiedad privada y del libre mercado, condición indispensable para alcanzar el pleno empleo.
Sostener la farsa de que sólo el Estado puede administrar la riqueza nacional para beneficio de todos, no significa otra cosa que perpetuar la pobreza de las mayorías y la pervivencia del socialismo. ORA y LABORA.
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