Un país entero escucha, calla y reflexiona.
Estadísticas que ya nadie cree, cuentas fuera de proporciones que no tienen fundamento alguno y que nos separan de la cruda realidad. Un país sin números ciertos que navega en la incontinencia verbal de un presidente que no sabe cómo ponerle rumbo a este barco.
Habló hasta por los codos del desarrollo de los ejes del sur para ahora meter una nueva Caracas, dentro de la que ya existe, para hacinar más a los que ya estamos hacinados. Promotor de ineficiencia, de anarquía, de descontrol y de una suerte de planificación a dedo que no nos lleva a otro lugar que una pérdida progresiva de nuestra calidad de vida.
Mentiras y más mentiras. Un día hablan de trescientos mil artefactos y al siguiente de tres millones. Operaciones de ojos que no se comprueban, planes de salud que no producen resultados, viviendas que no se terminan, fabricas que nunca arrancaron, urbanismos completos esperando hierro y cemento.
Las mentiras le están haciendo mella al presidente. Alguna vez pudo argumentar que sus segundos lo engañaban. Se le acabó esa “manguangua”. Se le terminó el día qué con ese característico movimiento de cejas y labios, decidió mentir sin pudor alguno en muchas cosas en las que podemos comprobar la mentira. Cuando se nos apaga la nevera por falta de luz, dejamos de comprender al que insiste que no estamos en una crisis energética. Cuando el aceite desaparece de los estantes de los automercados, dejamos de creer a quién nos habla de una revolución agropecuaria con notables incrementos en la producción. Al carajo la independencia alimentaria. Aquí nada está bien hecho en socialismo.
El único que puede exigir respeto es quien lo entrega. Tú me respetas, yo te respeto. El liderazgo de una persona termina en el momento que dice su primera mentira. Un líder es un ser genuino, autentico, digno de convertirse en un modelo. Un líder no puede mentir a los cuatro vientos sin esperar un deterioro de su liderazgo. Un líder no puede solicitar a la gente que viva en pobreza, pero comer salmón y cambiar su reloj todos los días. Un verdadero líder, capaz de hacer historia, no puede justificar que su familia tenga fincas, piscinas y lujos al tiempo que cacarea acerca de una revolución que nos hunde cada día más.
A Chávez no le queda otro camino que seguir mintiendo. Eso le da un airecito temporal, pero trabaja –como los boxeadores- su línea media a corto plazo. Se caerá como un gigante de barro, pues él decidió socavar sus bases, sólo él trabajó para que así fuere.
No será su rodilla lo que lo baje del poder, será su característico y maníaco modo de mentir, cargado de cinismo, el que concrete lo que los venezolanos de bien no hemos podido lograr en una docena de años.
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