La mentalidad distribucionista es una constante en la historia argentina de los últimos 60 años por lo menos. Ella se manifiesta en innúmeras disposiciones legales de todo cuño y formato. Desde las afiliaciones compulsivas a sindicatos y sistemas jubilatorios, hasta la llamada progresividad en los impuestos para que paguen más quienes tienen más.
La ya histórica tendencia a buscar dónde puede aplicarse un nuevo impuesto es un dato de la realidad y una de las principales causas del retraso argentino. El desaliento a la inversión es, precisamente, la consecuencia lógica del castigo al éxito.
La supuesta defensa del más débil y del desprotegido se ha tornado en la evidencia patética de que en la Argentina actual el 40% de la población está por debajo de la línea de pobreza si la medición es medianamente acertada. El reparto de dinero y comida se superponen con las ayudas a emprendimientos y las tasas blandas para créditos de todo tipo con el objetivo declarado y declamado de proteger a los que no están dentro del sistema.
La triste realidad muestra, contrario sensu, que quienes están dentro del sistema se muestran empobrecidos, incapaces de soportar la galopante inflación, impedidos de adquirir los bienes y servicios fundamentales para vivir. Sumergidos, postergados y humillados, recurren como pueden a toda clase de reclamos, muchas veces mediante acciones directas que conllevan la violación de los derechos de la población en general, como ocurre con piquetes, sentadas, escraches y otras manifestaciones por el estilo.
En este marco, también es dable observar cómo crecen las voces que exigen a las autoridades que sean preservadas sus quintitas, sus cotos de caza. Que se impida la llegada de extranjeros, que éstos puedan comprar tierras, que no se los atienda en hospitales públicos, etc.
En este punto se da la paradoja de que se pretende el distribucionismo hacia adentro, que los extraños se arreglen como puedan.
Muchas veces el formato distribucionista no es detectado con facilidad diversos comentaristas que intentan explicar la realidad. La fijación de precios máximos, la fijación de salarios mínimos, la asignación de ajustes de salarios por rama de actividad, las prohibiciones y restricciones al comercio exterior, la aplicación de regímenes promocionales, los subsidios, las devoluciones de impuestos y otras políticas intervencionistas constituyen claras formas de distribucionismo.
Qué cosa es el distribucionismo sino la asignación de bienes ganados legítimamente por unas personas, a otras.
Esta mentalidad, que brevemente intentamos describir, en la Argentina es generalizada. La necesidad de generar recursos para aplicar a todo tipo de planes intervencionistas obliga al Estado a recurrir a fondos provenientes de diversas fuentes. Así, la apropiación de los recursos de las AFJP contó con el beneplácito no solamente del oficialismo peronista (en donde a su vez se entremezclan claramente viejos menemistas, duhadistas y otros, muchos de ellos borocotizados como kirchneristas).
El hecho más reciente que muestra a las claras la generalización notable de esta forma de ver la vida, la economía y la naturaleza humana, es la votación unánime de la ley regulatoria de la medicina prepaga. En la cámara de diputados, 190 de ellos votaron a favor, 29 se abstuvieron y no hubo ni un solo voto en contra.
Esta ley agrega prestaciones y genera obligaciones a las empresas de medicina prepaga que para ser cubiertas requieren de mayores recursos. Para contar con ellos será necesario subir adicionalmente a la inflación real, las cuotas, cosa que deberá estar sujeta a un organismo regulador encargado de la autorización respectiva.
Como se sabe, esta cobertura médica es abonada de manera voluntaria por aquellos habitantes que no confían o no están conformes con la medicina pública, que otorga el Estado y que se financia con los impuestos que todos pagamos. Es decir que se trata de gentes que prefieren pagar dos veces para contar con un reaseguro médico, por así decirlo. Se trata según la información conocida de un porcentaje poblacional del orden del 10% del total.
Cabe preguntarse por qué ese porcentaje poblacional recurre a esta forma de cobertura y sería importante que nuestros legisladores se dedicaran a legislar y a corregir las falencias que estas personas han decidido evitar mediante un esfuerzo económico considerable, adicional como decimos al que se por sí realizan para abonar las obligaciones tributarias.
Pues no. Los legisladores pueden suponer que están conformes con la medicina pública, que al parecer no necesita cambios ni mejoras; pero en cambio creen que la medicina privada sí necesita regulaciones, pese a que sus adherentes abonan sus cuotas de manera voluntaria y precisamente porque se sienten desatendidos por el sistema público.
La respuesta a estos interrogantes está fundamentada en el sistema distribucionista, y tiene una inspiración que apunta a igualar hacia abajo, que es en general el fin tal vez no deseado de todo distribucionismo.
Si vemos que por ejemplo en el sistema jubilatorio algo así como el 70% del total de personas que cuentan con el beneficio, perciben la remuneración mínima, cuando hace algunos años ese porcentaje no alcanzaba a la cuarta parte, está más que claro lo que queremos decir.
En términos específicamente económicos, en la mayoría de los países se alternan dos visiones en esta materia. Una, más o menos intervencionista y distribucionista; la otra, más proclive a bajar las tasas de impuestos permitiendo que las inversiones lleguen y obtengan mayores rentas, con el objeto de recaudar montos suficientes para sostener el sistema sin necesidad de aplicar formas agresivas de distribución. En una, se da por sentado un intervencionismo más o menos intensivo tendiente a modificar la llamada distribución del ingreso por medio de gabelas progresivas y enfocadas a determinada capacidad contributiva, en otra, se busca el crecimiento económico como elemento fundamental para lograr una mayor recaudación y encarar desde el Estado aquellas necesidades básicas que ciertas gentes per se no pueden en un momento dado alcanzar.
El distribucionismo está íntimamente asociado al intervencionismo, y éste último ha dado lugar históricamente a los desastres económicos más grandes en la historia de la humanidad. Basta ver lo que ocurre hoy mismo en Europa ante la crisis del llamado Estado benefactor.
Los capitales huyen hacia sitios más seguros, detrás de ellos va la gente. Nadie está dispuesto a trabajar más allá de cierto punto para que los beneficios le sean quitados y distribuidos entre otras personas que de ese modo se benefician sin esfuerzo. Es por ello que los impuestos, tasas y contribuciones de todo tipo no pueden pasar de cierto límite más o menos impreciso de tolerancia.
Pero cuando el distribucionismo se hace carne en la población pareciera que ese límite es rápidamente desbordado sin que se generen reacciones o manifestaciones públicas de importancia. En verdad, ante la posibilidad de ser tildados de egoístas o poco educados civilmente, los exitosos prefieren callarse la boca y a su manera huir del sistema. Sobre todo cuando el castigo que deviene del distribucionismo los afecta más que proporcionalmente que al resto de los habitantes.
Hemos mencionado el caso de las prepagas por ser de rigurosa actualidad. Pero lo mismo ha ocurrido con las AFJP, donde con excusas varias el Poder Ejecutivo se apoderó, mediante una ley votada por una pléyade de aduladores y también de opositores. Opositores incluso que hoy mismo se presentan como candidatos a la jefatura de gobierno de la ciudad enfrentados a los candidatos oficiales.
La mentalidad distribucionista se ha apoderado prácticamente de todos los sectores de la vida pública. Así, se multiplican los que piden, los que exigen. Y tales pedidos y exigencias pueden ser de cualquier índole. Desde quienes ocupan espacios públicos o propiedades privadas, hasta los que reclaman extensiones de tierra por tratarse de descendientes de los llamados "pueblos originarios". En el medio, gremialistas de toda laya y color, corporaciones empresarias de diversa índole; maestros, camioneros, petroleros, empleados de ciertas empresas "recuperadas", jubilados, pensionados, "contratados", empleados públicos, facciones políticas que no alcanzan cada una a llenar un teatro, etc. Todos reclaman, todos esperan del Estado la distribución que les corresponde. Todos esperan de los otros, y los otros, de ellos.
tabano_informa.gruposyahoo.com.ar
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