Semana del domingo 3 al sábado 9 de abril de 2011
Cada vez es más real:la rebelión contra el Gobierno crece en los sectores populares, justo los que se supone son los beneficiarios del socialismo
Las duras protestas de los enfermeros no pueden ser consideradas trampas del imperio; y el desastre eléctrico, que afecta a todos los sectores y se convierte en un problema al mismo tiempo de micro y macroeconomía, son malos enemigos de cara
a las elecciones presidenciales
Tormento eléctrico
La semana pasada, de repente, aún con el embalse de Guri lleno hasta los topes –recuerden que el año pasado la crisis eléctrica y su respectivo plan de racionamiento se atribuyeron a que el Guri se quedaba sin agua, y sin agua las turbinas no podían generar electricidad- reaparece el Ministro de Energía y anuncia una crisis no por problemas de Guri ni porque el Gobierno se hubiera descuidado, sino porque los usuarios
gastábamos demasiada electricidad.Se venía diciendo y el Gobierno lo venía negando. Que lo del tema eléctrico no sólo no avanzaba, sino que retrocedía. El Ministro de Energia Eléctrica, Rodríguez Araque, tan variado y disperso en sus cifras y montos de inversiones como Giordani en sus conceptos de economías en proceso de emerger e inflaciones que se caen milagrosamente, no dejaba de dar argumentos y de hablar de obras.
Argumento que tal vez pudiese encontrar acogida en quienes no han tenido electricidad nunca –
alguno queda por ahí en las profundidades amazónicas-, o los que se la roban, que no son pocos, y en algunos fanatizados por la revolución. Pero al mismo tiempo, hay una conciencia creciente de que efectivamente es posible ahorrar algo de electricidad, crece la venta de bombillos “ahorradores”, los centros comerciales ponen en marcha las escaleras automáticas de bajada más tarde, y otras variedades un poco a lo loco porque no existe un programa nacional real y coherente de ahorro de energía. De manera que la acusación del Ministro tuvo un impacto mas bien negativo.
Y entonces el problema eléctrico se le convierte al Gobierno en el tema de la semana el jueves cuando le reventó en la cara un apagón casi nacional. Caos total, declaraciones en su habitual tono de muchacho regañado que usa el Ministro Rodríguez Araque, correcciones poco después del Vicepresidente Jaua –que suele ser más convincente-, pero el daño estaba hecho, el malestar y la indignación fueron nacionales, y nadie habló de abusos de consumo pero sí, y mucho, de incompetencia del Gobierno.
De inmediato la avalancha
de declaraciones de especialistas recalcando con detalles lo que todo el mundo sabía o, al menos sospechaba. Que el Gobierno ha gastado mucho, pero menos de lo necesario, que ha hecho poco y que lo que hecho ha sido malo. Las alarmas se dispararon, otra vez, el Gobierno se encontró con que no podía demostrar que había logrado avances ni mejoras y los especialistas sí podía mostrar con cifras los errores y los descuidos.
Con la electricidad pasa algo políticamente muy importante: que las obras para solucionar los problemas, y éstos, tardan mucho. Basta recordar los retardos suicidas en Tocoma o la incapacidad permanente para rescatar Planta Centro, que de poder concluirse, no serán inauguraciones de Chávez –al menos no del Chávez de este período. Los expertos coinciden en que no le va a dar tiempo al Presidente Chávez a mostrar resultados para las fechas de su campaña electoral en ruta a diciembre de 2012. Y para más, quizás el pueblo llano no lo entienda pero sin duda lo padece: el mal servicio eléctrico, los racionamientos planificados y los apagones imprevistos –que todos van a seguir-, también afectan a la economía y eso significa menor producción en todos los sectores, desde las grandes industrias básicas de Guayana, hasta las quincallas y pequeños abastos de los b
arrios populares. Menor producción es, aunque Giordani no se entere, menos dinero y menos empleos. Y más inflación, claro.
Y eso pesa en la popularidad y la confianza.
La sangre llama
Otra información permanente y de diario impacto la semana pasada fue la huelga de los enfermeros, tope de la protesta que este sector viene sosteniendo desde hace ya bastante tiempo. Problema que se agravó hace 21 dias cuando los enfermeros decidieron instalarse frente a la sede de la Embajada del Brasil, en Caracas, para escalar hacia una huelga de hambre.
Protestas de este tipo ya ha habido y hay varias en el país, pero sin duda tres destacan por su impacto. Primero fue la serie de Franklin Brito, que terminó matándolo; tal vez el Gobierno apostó al olvido, pero el fantasma del agricultor sigue presente. La segunda huelga de hambre en trascendencia fue la encabezada por los estudiantes, que terminaron con acciones en casi todo el país, especialmente en Caracas y ha sido el movimiento de protesta con más éxito hasta ahora, porque efectivamente tuvo resultados con la libertad de presos políticos. Otra huelga de hambre de estudiantes, que comenzó en Mérida, en reclamo de una revisión a fondo y mejoría de los presupuestos universitarios, dejó mal a la Ministra de Educación Superior, pero algo logró y parece que hay un movimiento de revisión.
Y ahora los enfermeros; que no son médicos, ni profesores universitarios; que son prioritariamente hombres y mujeres de los sectores populares; que los hay buenos y menos buenos, maleducados y extremadamente amables; todos con la imagen del espíritu de sacrificio; que más de una vida han salvado, más de un dolor han calmado, más de una tristeza han consolado.
Los enfermeros llevan mucho tiempo protestando por sus bajísimos salarios y pésimas condiciones –después de todo son parte de un sistema de salud desastroso- laborales y prestacionales. Padecen de ingresos por debajo de la inflación y de los precios de las canastas básica y alimentaria, igual que la mayoría de la población, son víctimas de la inseguridad como los demás venezolanos, aún peor con los servicios en emergencias agredidas por los cómplices de los delincuentes heridos, sufren los mismos problemas de pésimo transporte público y malas condiciones de vida que afectan especialmente a los sectores populares, aunque algunos sigan creyendo en las esperanzas constantemente repetidas de la revolución chavista.
Los enfermeros han amenazado con paralizar todos los hospitales del país, pero no lo harán porque saben que una acción como ésa no rasguñará a un Gobierno que sabe bien que tiene un enorme problema, el de la salud que no resuelve, al cual sólo ha puesto paños calientes, Barrio Adentro, que ya están deshilachados, y en cambio podría quitarle fuerza a la imagen de dedicación y sacrificio de los enfermeros.
Llegaron entonces la semana pasada a un recurso que se había utilizado en algunas prisiones por reos desesperados, pero por nadie más. Sacarse sangre y derramar un poco en la bandera nacional. Los presos que han recurrido a esa acción extrema lo han hecho como han podido, a navajazos; los enfermeros lo hacen como saben hacerlo. La idea no es desangrarse, es esgrimir un símbolo.
Pero la Ministra de Salud parece que no lo entendió optó por empeorar las cosas. Quiso aparentar –y lo logró- que ni ella ni su ministerio ni el Gobierno se tomaban en serio las consecuencias ni la potencialidad de la huelga de hambre, y la protesta con sangre, de los enfermeros. Con sonrisita y recochineo la Ministra Sader les respondió a los enfermeros que en vez de botar su sangre, la donaran, que iniciaran un movimiento nacional de donantes de sangre.
Mala respuesta, pésima respuesta de una funcionaria que es médico y mujer, de quien uno esperaría una reacción más política y compasiva –lo cual no implica automáticamente ceder en su posición. Una respuesta tan negativa como la de aquellos jóvenes chavistas torpes que fueron donde los huelguistas de hambre para invitarlos a una parrilla.
Ahora van ya seis enfermeros que ponen su propia sangre como símbolo de que no retrocederán y se anuncia una marcha para este martes, desde Parque Carabobo hasta la Vicepresidencia de la República, pasando frente a la Asamblea Nacional. Y con un riesgo adicional: que los estudiantes se les unan.
Analítica Premium
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