"Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento de su fuerza, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad".
A 192 años de proclamadas, no deja de sorprender la vigencia de tan lúcidas palabras. Vigencia ésta no solo en relación a nosotros los venezolanos, también respecto a demasiados de nuestros pueblos hermanos. El actual caso peruano sigue siendo un triste ejemplo.Haciendo abstracción de los resultados en la primera vuelta electoral de los comicios para presidente en la República del Perú, el solo hecho de la destacada figuración que a la fecha distinguió tanto a un teniente coronel socialista como a la hija de un tirano convicto, violador de humanos derechos, filiación ésta que por cierto constituyó razón única de su aspiración, corrobora nuestra inicial afirmación.
En cuanto a nosotros, los venezolanos, de entre las taras sociológicas que nos agobian, deseo puntualizar respecto a una, que sigo estimando de especial pertinencia: La precariedad discursiva de nuestra dirigencia demócrata. Temática reiterada en nuestros escritos, que vista la reincidencia en quienes están llamados a corregir, nos impone el ritornelo.
Qué justificación podrá anteponer nuestra dirigencia demócrata, organizada bajo la Mesa de la Unidad Democrática, para que a estas fechas su único argumento eficiente ante el socialismo gobernante continúe siendo la obra destructiva de éste.
Será menester reiterar entonces, que en el ámbito político, con precisión en lo electoral, para vencer no basta con oponerse a un algo, es indispensable tener con qué sustituirlo. Es allí, en la batalla de las ideas, donde la tiranía gobernante nos continúa derrotando. Prueba de ello no solo está, en la minoría de conciudadanos aún seguidores del régimen, también lo vemos en la mayoría demócrata, que inmovilizada políticamente ante una falta de alternativas concretas, sufre inerme ante el paso de un "Armagedón" hecho gobierno.
Será tanto el temor que invade a nuestra demócrata dirigencia, que ante la irracional defensa que del socialismo y sus absurdos, verbigracia: centralismo, estatismo, planificación económica, adoctrinamiento politico-partidista y control social entre otros, que tiene a bien pontificar a diario el teniente coronel Hugo Chávez, no pueden nuestros líderes hilvanar sin rodeos la mejor de las campañas en pro de un régimen democrático de libertades, que en base a la economía de libre mercado, el capitalismo y el respeto a los derechos humanos, constituyen ciertamente la única vía conocida de camino al Bien Común. ¿Quién sino ellos para enseñarnos?
Difícil se atisba el camino hacia una victoria en 2012, cuando aquellos llamados a encabezar la defensa de la constitucionalidad democrática y sus invaluables principios, continúan mostrándose inseguros e incapaces de argumentar siquiera su conceptual superioridad. De seguir así: ¿Cómo podremos ganar y "cobrar"? El fin de la política debe ser el bien del hombre. Aristóteles (384-322) Filósofo griego. ORA y LABORA.
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