¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino. Ludwig van Beethoven
1.- VERDADEROS CREYENTES. RAMÓN PIÑANGO
2.- CHÁVEZ: TREMENDO PROBLEMITA… ENRIQUE PEREIRA
3.- GADAFI Y CHÁVEZ: LOS DOS LIGADITOS. TRINO MÁRQUEZ
La Fuerza de la esperanza se mueve. Esfuérzate, anímate y trabaja. Solo faltan 674 días, cuenta regresiva inexorable. Artículo 231. Constitución de 1999. El nuevo Presidente tomará posesión el 10/01 del primer año de su período constitucional.- @raulamiel
VERDADEROS CREYENTES. RAMÓN PIÑANGO
Todos conocemos personas que lucen seguras de sí mismas, profundamente convencidas de sus principios, sea cual fuere la información que reciban o el argumento que se les presente.
Si esas personas, además, tratan casi permanentemente de convencer a otros de la validez de sus ideas, y difícilmente disimulan su desprecio por los semejantes que entienden las cosas de otra manera, tenemos el esbozo de lo que es el "verdadero creyente".
Con verdaderos creyentes se topa uno muchas veces en la vida. El fanático de sí mismo y sus ideas puede sufrir de alguna disfunción en su relación con los demás, pero cuando actúan solos el mal que pueden causar tiende a limitarse a entornos muy cercanos como la familia o el lugar de trabajo. Sin embargo, cuando ese entorno se amplía el daño social que causan puede ser considerable. Es lo que ocurre cuando los fanáticos alcanzan posiciones de poder.
No es raro que la personalidad fanática adopte como suya un marco de ideas radical política o religiosa, de derecha o de izquierda, científica o artística y un movimiento que la exprese y represente. Así, lo que es una manera de pensar de entender el mundo, la realidad en general, la sociedad, lo que son y deben ser las personas se convierte en una práctica de mantenimiento o transformación del statu quo a como dé lugar. Justo en esta fase la personalidad fanática se convierte en una amenaza para quienes piensan de manera diferente. Ya no se trata de una persona sino de un conjunto de personas unidas para expresar su verdad y tratar de que los demás los no convencidos la adopten. Para los fanáticos es obvio que esos otros están equivocados y causan daño con su equivocación.
La crisis de Libia ha servido para observar una expresión dramática del fanatismo. Para quienes defienden a Gadafi, la revuelta contra él no puede ser otra cosa que una perversión de la historia, la consecuencia de una conspiración internacional, o una mentira mediática. Nada les dice a los fanáticos del chavismo que por cierto, no son todos los chavistas que Gadafi tenga 42 años en el poder, que practique el más extremo culto a la personalidad, que exista en su país una perversa distribución de la riqueza, que haya producido centenares de muertos, que diga discursos patológicamente delirantes que ni Shakespeare podría imaginar.
Todas esas manifestaciones de tiranía o de demencia se niegan o se racionalizan. Se niegan o racionalizan por necesidad. Gadafi fue adoptado como una figura emblemática de la ideología fanática del régimen chavista y no puede ser abandonada sin producir fisuras en la imagen pública de éste, especialmente entre quienes no son tan fanáticos de la del socialismo del siglo XXI.
El fanatismo asusta porque quienes lo encarnan tienen una inmensa inversión psicológica y social en él. Las percepciones de la realidad y los valores que orienta la vida constituyen una trama cada vez más tupida de la cual no puede halarse hebra alguna sin que se cree algún trauma. No menos tupida es la red de amigos y conocidos que depende de tales creencias. De esta manera, elevan inmensas las "barreras a la salida" de la ideas sostenidas con fanatismo. Por ello, defender su cerrado y excluyente marco de verdades es asunto de vida o muerte para el verdadero creyente.
Eso es lo que atemoriza de la ciega defensa de Gadafi. No se le entregó la espada de Bolívar por frivolidad o ligereza sino por la profunda convicción de que el personaje constituye una digna expresión del ideario chavista. En una palabra por fanatismo. No nos equivoquemos.
CHÁVEZ: TREMENDO PROBLEMITA…, ENRIQUE PEREIRA
Sembró vientos por doquier, ahora –siguiendo sus palabras- tendrá que recoger las tempestades. Siendo una simple brizna en el viento, llevará el palo parejo en medio de las tormentas que se nos avecinan.
No hay que saber mucho de política exterior, diplomacia, concierto de ideas, filosofía, ni hay que ser un renombrado estadista para caer en cuenta que Chávez, Daniel Ortega y Fidel están equivocados en su posición con respecto a Libia –más que equivocados- interesados en defender lo indefendible. Claro, no les queda otra, justificar a un dictador, cuyo modelo están siguiendo, es una necesidad. ¿O será que los otros 189 países integrantes de la ONU están equivocados? Chávez se anotó en el lado que no era…tremendo problemita. En este caso no tiene la oportunidad de recoger el decreto, haciéndose el sueco, como lo hizo con la prohibición de fumar. Ya salió retratado.
Se anotó también en el lado equivocado cuando su “justicia” bolivariana condena a un sindicalista por más de siete años, por defender los derechos laborales de un grupo de obreros de Ferrominera. No existe justificación alguna para qué este individuo reciba una pena como esa. Los que echaron plomo en Puente Llaguno, a mansalva, eran buenos, los que defienden a los obreros de la acción autoritaria del estado, son malos. Los que manejaron el desastre de la comida perdida, no merecen castigo, pues era una “ínfima” parte de lo que manejaron para producir la independencia alimentaria. Chávez se está metiendo en un pequeño problemita, con las fuerzas sindicales de este país y más qué eso con los obreros de las industrias básicas que ya no se creen el cuento del amor irrestricto del socialismo del siglo veintiuno.
Salir a decir por adelantado que se irrespetará la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con relación a la inhabilitación política de Leopoldo Lopez, es como hacerse un autogol. Es un mensaje claro al mundo hispanoparlante de qué la verdadera razón de la inhabilitación de ese ciudadano es para sacarlo del juego político. Es reconocer temprano que perderán ese juicio, por demás indefendible. Somos firmantes de los tratados internacionales que sostienen esas instituciones y debemos respeto a sus decisiones. Sólo los anarquistas y los matones de oficio exhiben esas posiciones de fuerza que desacreditan su talante conciliador. Tremendo problemita el que tendrá que enfrentar en un probable desacato a las decisiones de ese Tribunal.
Ehhh… exclamará cuando reciba las decisiones de los arbitrajes que se adelantan en materias pendientes de solución en diferentes tribunales y centros de arbitraje donde hemos sido demandados como nación y cómo empresa(PDVSA) por motivo de los arrebatones que hicimos a las compañías operadoras de petróleo y a diferentes empresas transnacionales que hemos tomado bajo condición forzosa. Chávez nos ha generado un tremendo problemita que nos costará mucho dinero.
Todo lo que se hace mal, no tiene otra forma de terminar, diferente de mal. Chávez debe estar teniendo pesadillas viendo los finales de algunos de los que fueron inspiración para sus acciones…tremendo problemita.
GADAFI Y CHÁVEZ: LOS DOS LIGADITOS. TRINO MÁRQUEZ
La parentela de Chávez con Gadafi va mucho más allá de las llamadas telefónicas y los halagos mutuos. El modelo político y económico que el teniente coronel trata de imponer en Venezuela es una quincalla, según la expresión de Jorge Olavarría: combina componentes del populismo, el comunismo y el nacionalismo, todos ellos salpicados de megalomanía, caudillismo y culto a la personalidad. Nada grandioso o digno de entrar en la teoría política como aporte original y plausible.
A medida que el conflicto libio ha ido avanzando y hemos podido asomarnos a esa sociedad herméticamente cerrada durante décadas, hemos podido darnos cuenta de cuál es el esquema que rige en ese país desde mediados de la década de los años 70 del siglo pasado, cuando Muamar el Gadafi escribe el Libro Verde, que en realidad no es uno, sino tres volúmenes escritos a mediados de esa década. La Venezuela chavista guarda con la Libia de Gadafi muchas más similitudes de las que nos habíamos imaginado.
Muchos pensamos que el socialismo del siglo XXI, el socialismo bolivariano, tenía como fuente fundamental de inspiración la experiencia cubana y el comunismo soviético, así como su versión europea oriental. No es así, al menos no en la medida que nos imaginábamos. Desde luego que el patrón establecido en la isla antillana influyó en el pensamiento afiebrado del autócrata criollo, sin embargo, parece más importante el ascendiente de Libia y de Gadafi.
La Yamahiriya, o República del Pueblo (el gran aporte del déspota a la cultura democrática), en la que impera el Estado de Masas, es un sistema político en el cual queda abolida la democracia representativa, y, mediante la añagaza del poder directo del pueblo, son eliminados los partidos políticos y todas las formas de libre asociación en la que los ciudadanos pueden delegar la representación de sus intereses y sirven de intermediación entre el Estado y la sociedad civil. Bajo la coartada de la democracia directa y el poder popular, se eliminan las organizaciones políticas y se atomiza la soberanía popular en comunas, consejos y asambleas en las que participan los ciudadanos para tomar decisiones que en nada reducen el inmenso poder del Estado central. Este mecanismo fraudulento se combina con el control absoluto de la prensa escrita y de la radio y la televisión, encargadas de exaltar las virtudes del poder “directo del pueblo” y, sobre todo, acallar y marginar toda voz disidente. Cuando la persuasión no es suficiente para mantener el silencio, entran en acción los cuerpos represivos del Estado, encargados de garantizar la cohesión de la “democracia popular”.
Las similitudes de la Yamahiriya con las leyes del Estado Comunal, el poder popular, los consejos comunales, y todo el resto de la batería de instrumentos legales y miniinstituciones integrantes de la democracia directa bolivariana, son evidentes. Los chavista, siempre tan originales, intentan recrear en Venezuela el mismo boceto libio enrazado con genes fidelistas. El poder popular bolivariano, vendido como fórmula autóctona de la democracia, es una simple reproducción caricaturesca de los moldes que Gadafi implantó en Libia hace cuatro décadas.
El otro rasgo importante, que aparece en el segundo volumen del Libro Verde, es el socialismo islámico. Según sus postulados la propiedad privada se reduce a su mínima expresión. Los grandes medios de producción pertenecen al Estado. Siendo Libia una nación petrolera, no hay duda de que la industria de los hidrocarburos es propiedad del Estado y es administrada por Gadafi a su antojo. En los años recientes, aunque el sector público ha continuado manteniendo la mayoría accionaria, este ha tenido que asociarse con el capital transnacional debido a los enormes volúmenes de capital que deben invertirse en la exploración, explotación y comercialización del petróleo y a la falta de recursos financieros del Estado. Únicamente las pequeñas y medianas industrias pueden estar en manos del sector privado, aunque controladas e intervenidas por el Gobierno. Ese socialismo solo tiene de islámico el nombre pues es el mismo socialismo intervencionista, regulador y asfixiante que existe desde que los bolcheviques dieron el golpe de Estado en 1917. Es idéntico al que aquí en Venezuela se ha llamado socialismo bolivariano, para darle -sin conseguirlo- un toque de originalidad.
Gadafi y Chávez -similares en su megalomanía y en el culto a la personalidad que fomentan- han intentado construir una sociedad colectivista, confesional, de pensamiento único y monolítica, maquillada con el barniz de las masas. Al primero se le acabaron los artilugios y el carisma. El segundo esa pólvora la tiene mojada.
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