viernes, 4 de marzo de 2011

OTRO 19 DE ABRIL HA DE VENIR. PEDRO PAÚL BETANCOURT

            La historia de nuestra Independencia presenta, en sus inicios, dos etapas claramente distintas: la primera fue la de una declaración formal de separación respecto a la Metrópoli;  la segunda, la de la separación legal. La separación formal cubre todos los hechos que culminaron en el 19 de abril de 1810; la separación legal se inició, formalmente, el 2 de marzo de 1811 cuando se reunió el Primer Congreso de las Provincias de Venezuela y culminó el 5 de julio siguiente con la solemne Declaración de Independencia.

            El 19 de abril de 1810, el Cabildo de Caracas, ampliado con la participación improvisada de representantes de los estamentos sociales   --como Juan Germán Roscio y José Félix Sosa como “diputados del pueblo”, José Cortés de Madariaga representante del pueblo y del clero o Francisco José Ribas del clero--   presionó al Capitán General Emparan hasta hacerle renunciar al mando lo que, en la práctica, no fue otra cosa que destituirlo.

            Asaz se conoce la enorme importancia que, en hechos posteriores, correspondió a las llamadas “Capitulaciones o Cesiones de Bayona”, maniobra urdida por Napoleón para poner en el trono de España a un familiar suyo, pero muy vergonzoso para la Corona española.  Lo ocurrido en la España de esos años correspondía perfectamente a los planes expansivos que tenía en mente Bonaparte, evidenciados cuando bloqueó a Inglaterra para impedir todo comercio de Europa con su enemigo inglés.
           
El 17 de marzo de 1808 se produjo el Motín de Aranjuez, hecho  que hizo caer a Godoy y provocó la renuncia de Carlos IV en favor de su hijo, todo lo cual desembocó en Madrid, el 2 de mayo de 1808, como insurrección general de la población civil y militar contra las aspiraciones de Bonaparte y la brutal represión por parte de las fuerzas francesas que ocupaban el territorio nacional de España.

            Estos acontecimientos en España despertaron un sector social de la Capitanía General de Venezuela que se había mantenido indiferente, pero que a partir de Bayona descubrió, abierta, una ocasión inmejorable para desvincularse de la Metrópoli que le prohibía el libre comercio y amenazaba, muy en serio, con centralizar definitivamente el poder en manos peninsulares.  La constitución de la Junta Defensora (o Conservadora) de los Derechos de Fernando VII, fue hábil artimaña que buscaba despistar las autoridades metropolitanas sobre las  verdaderas intenciones de los mantuanos caraqueños. El 3 de mayo, la  Junta Suprema de Caracas hizo conocer al Consejo de Regencia de España que le desconocía como autoridad. La reacción del Consejo fue nombrar como Capitán General a Francisco Miyares, gobernador de la Provincia de Maracaibo (que no se había sumado a la rebelión). También solicitó de Puerto Rico, del ministro del Consejo Supremo de España e Indias, el envío de barcos contra Caracas. 

            La separación “legal” se perfeccionó con la Declaración que hizo, el 5 de julio de 1811, el Congreso de las Provincias que se reunió por vez primera en Caracas, el 2 de marzo de 1811, bajo la presidencia del jurista, amigo y abogado de la familia Bolívar, Felipe Fermín Paúl y Terreros;  con vicepresidencia del doctor Mariano de la Cova, siendo secretarios Miguel José Sanz y Antonio Nicolás Briceño. El 28 de marzo, el Congreso sustituyó a la Junta Suprema Defensora de los Derechos de Fernando VII constituida luego de la destitución de Emparan. Se designó un triunvirato encargado del Poder Ejecutivo que integraron Cristóbal Mendoza, Juan Escalona y Baltasar Padrón. También, entre otras medidas,  fue creada la Alta Corte Federal de Justicia  y se dispuso iniciar la redacción de la primera Constitución de Venezuela.

            El Presidente del primer Congreso de Venezuela del 2 de marzo de 1811, llamado Congreso de las Provincias, Felipe Fermín de Paúl y Terreros, nació en Caracas el 7 de diciembre de 1774 hijo mayor de Francisco Antonio de Paúl y Alburga, natural de Tertanga, Provincia de Álava en Vizcaya, España, y de Petronila Terreros. Tuvo por hermanos a Francisco Antonio, conocido como “Coto”, quien casó con Josefa Almeida, sobrina carnal, por su madre, del Gral. Francisco de Miranda y fue gobernador de Caracas en 1810-11, se hizo famoso por su vehemente participación en la Sociedad Patriótica destacando por la elocuencia y fuerza de su verbo y murió en Santa Marta, Colombia; a Ignacio, Joaquín, Francisca y Petronila Paúl y Terreros. El padre de esta familia llegó, en 1751, a la entonces Santiago de León de Caracas, con el cargo Escribano Mayor de la Corona, y se estableció en la Esquina conocida por su apellido, como “del Doctor Paúl.”

            Felipe Fermín Paúl y Terreros fue, en 1800, Doctor en Teología de la Real y Pontifica Universidad de Caracas, que había sido así denominada el 18 de diciembre de 1722. También fue Doctor en Derecho Canónico y en Jurisprudencia en 1803, siendo Decano del Colegio de Abogados de Caracas en 1809 “cuando ya su fama había conquistado un puesto de distinción en todos los círculos científicos y sociales de Venezuela”.[1] Desde niño, como sus hermanos y hermanas, estableció una sólida y permanente amistad con los Bolívar y fue el abogado de confianza de Simón, el Libertador, y de María Antonia. Fue diputado en el Congreso de 1811 cuyo hecho más resaltante fue propiciar la ya referida declaración de definitiva independencia de Venezuela, que aprobó el Congreso, el 5 de julio de 1811, y firmó la correspondiente “Acta Declaratoria de Independencia” suscrita por los representantes de las “Provincias Unidas”.

            El día de hoy, al cumplirse dos siglos de la instalación del Primer Congreso de Venezuela, que se reunió en la Casa de quien fuera el Conde de San Javier, situada en la llamada Esquina del Conde, rendimos homenaje a nuestro esclarecido e ilustre antepasado al tiempo que hacemos votos para que los ciudadanos de nuestra querida Patria, asumiendo la Verdad y la Justicia como valores que fundamentan la vida democrática, con el coraje y la entrega de sus fundadores, superen las presentes situaciones de abusos, atropellos y corrupción a fin de que Venezuela siga mereciendo el calificativo de bendita tierra de gracia.

            A quienes somos sus descendientes directos nos preocupa, duele y molesta cómo este Régimen despótico, tirano y opresor como lo fuere el mismo del que nos liberaron hombres insignes, como Felipe Fermín Paúl y su hermano “Coto” Paúl, quiere distorsionar todos los valores de Justicia, Libertad y Honestidad que promovieran con tanto vigor y sacrificio los venezolanos de aquellos tiempos de independencia. El Régimen de Hugo Chávez Frías insiste en promover una versión, prostituida a su complacencia, de los hechos históricos que nos liberaron de la opresión española señalando que aún no hemos cumplido, los venezolanos, con nuestra misión independentista. ¡Sí la cumplieron los venezolanos como Bolívar, Miranda, Sucre, los hermanos Paúl y muchos otros que derramaron su sangre por esta tierra! Lamentablemente, en estos tiempos de “socialismos del siglo XXI” los venezolanos hemos deshonrado la gesta de nuestros antepasados permitiendo se instaure en Venezuela un traidor a la Patria que permite la invasión de nuestro suelo a manos de los hermanos Castro de Cuba y que se atreve a mancillar nuestra historia defendiendo a capa y espada a sus “amigos” genocidas como el tirano de Libia Muhamar Gadafi, a quien por lo demás otorgara una réplica de la espada de nuestro Libertador Bolívar comparándolos en sus gestas.

¡Vergüenza! ¡Vergüenza sentimos los descendientes de los firmantes del Acta de Independencia un día como hoy! Deploramos y rechazamos con toda nuestra indignación que el tirano de Miraflores hago uso de nuestro apellido para su propaganda proselitista y despótica.

            Y hoy, desde cada gota de nuestra sangre, doscientos años después, repetimos a todo pulmón las palabras que Francisco Antonio “Coto” Paúl declamara en aquel Primer Congreso de Venezuela un 19 de Abril 1811:

“¡La anarquía! ¡Esa es la libertad cuando para huir de la tiranía desata el cinto y desanuda la cabellera ondosa! ¡La anarquía! Cuando los dioses de los débiles ---la desconfianza y el pavor--- la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia. ¡Señores! ¡Que la anarquía, con la antorcha de las furias en la mano nos guíe al Congreso, para que su humo embriague a los facciosos del orden, y la sigan por las calles gritando libertad! Para reanimar el mar muerto del Congreso estamos aquí, estamos aquí en la alta Montaña de la santa demagogia. Cuando ésta haya destruido lo presente, y espectros sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya labrado la guerra se alzará la libertad...” 
         Sr. Chávez, hoy 2 de marzo de 2011 le juro sobre mis antepasados y sobre cada gota de sangre que derramaron por esta tierra que otro 19 de Abril ha de venir y la historia volverá a tomar su andar en el rumbo que hace ya doscientos años vislumbraran nuestros próceres. No se equivoque.

Pedro Guillermo Paúl Betancourt
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