El pasado 21 de marzo, fue publicada la reforma de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (LOFANB), dictada por el Presidente Hugo Chávez, de acuerdo a la Ley Habilitante del 20 de diciembre 2010, “…En el ámbito de la atención sistematizada y continua a las necesidades humanas vitales y urgentes derivadas de las condiciones sociales de pobreza y de las lluvias, derrumbes, inundaciones y otros eventos producidos por la problemática ambiental” (numeral 1. del Artículo 1.- de la Ley Habilitante)
Si bien esta reforma contempla varias novedades, el aspecto que ha llamado más la atención de la opinión pública es el referido a la “Milicia Nacional Bolivariana” (MNB), concepto éste que trastoca el regular funcionamiento, y los principios fundamentales por los cuales se ha regido la fuerza armada venezolana, de acuerdo a la Constitución de la República y leyes militares.
En puridad de verdad, el tema de la Milicia no es ninguna novedad. La LOFANB de 2009, aún cuando no lo establecía expresamente, ya contemplaba prácticamente esa figura como un quinto componente militar, cuya dependencia directa del Presidente de la República demostraba el interés de éste, de destinarla a “trabajos mayores”. No es que los cuatro componentes militares, reconocidos con exclusividad en la Constitución de la República, no dependieran operativamente del Presidente Chávez en dicha Ley, sino que la normativa actual, dictada por el gobernante para regular la actuación de la MNB, demuestra con claridad que las Milicias, para Hugo Chávez, son la “Niña de sus ojos”. No podría ser de otra manera, si consideramos que el proyecto político del gobernante bolivariano conlleva inexorablemente la unificación del ejército, pueblo y Estado, para la “reconquista de la soberanía de la Patria Grande”, a los fines de contribuir todos en la “Defensa integral de la Nación”.
¿Que si con esta reforma se le otorgan las armas que le corresponden a la República, a civiles inexpertos, que no son miembros de la FANB?
¿Que si se establece toda una organización vertical de la Milicia, dependiente del presidente de la República, y que con esto se constata la existencia de un ejército personal del gobernante?
¿Qué si se desvanece la institucionalidad de la FANB, para ponérsele a competir con un cuerpo no profesional, como es la Milicia, destruyendo sus pilares fundamentales como lo son la disciplina, la obediencia y la subordinación?
Todos estos argumentos son ciertos. No obstante, existen elementos de fondo, fundamentales para entender el sentido de la reforma, así como el destino que como ciudadanos nos espera, los cuales vale la pena mencionar.
Empecemos por recordar ciertos principios incorporados en la Constitución de la República (C.R.), sancionada en 1999, dirigidos hacia el objetivo último para el cual los venezolanos hemos sido asignados (Artículos 322 y 326), respecto a la corresponsabilidad de la defensa de la Nación “de los venezolanos y venezolanas; también de las personas naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de derecho privado, que se encuentren en el espacio geográfico nacional”.
La defensa integral que tomamos como punto esencial, ha sido definida en el Artículo 3 de la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación, como: “el conjunto de sistemas, métodos, medidas y acciones de defensa, cualesquiera sean su naturaleza e intensidad, que en forma activa formule, coordine y ejecute el Estado con la participación de las instituciones públicas y privadas, y las personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras, con el objeto de salvaguardar la independencia, la libertad, la democracia, la soberanía, la integridad territorial y el desarrollo integral de la Nación”.
El Artículo 20 de dicha Ley incorpora junto a la Fuerza Armada Nacional, a la sociedad venezolana, a los fines de coadyuvar en la “Defensa integral de la Nación, organizada por el Estado para conducir su defensa militar”.
La defensa integral de la Nación, como lo ha manifestado el jefe de Estado, y según lo incorporó en la “Exposición de Motivos de la LOFANB” de 2009, no es más que la “adecuación de las normas jurídicas que la rige…a las nuevas exigencias, con una visión geopolítica que transita el sendero hacia la estructuración del Estado Social…” “El modelo de democracia social, participativa y protagónica…hacen aparecer al principio de corresponsabilidad, lo que quiere decir, que no sólo es la FANB la misionada para la defensa y la integridad territorial, sino la sociedad en su conjunto…” (Sic)
Comparando los conceptos transcritos, con la normativa incluida en la reforma de la LOFANB de 2011, verificaremos que esa idea de “Estado Social”, a la que hace referencia la LOFANB, corresponde, no a la definición originaria establecida en la Constitución de la República, (Estado democrático y social de Derecho y de justicia, Art. 2. C.R.), sino a lo que ha sido considerado como “un socialismo revolucionario”, de acuerdo a la doctrina de Heinz Dieterich, uno de los más importantes ideólogos de la revolución bolivariana, cuyos conceptos económicos y filosóficos coinciden con el Marxismo.
Entendiendo que uno de los fines del proceso bolivariano, es la conjunción del pueblo y su fuerza armada, dirigido hacia la defensa integral de la Nación, comprenderemos el porqué, de un plumazo, el presidente venezolano no ha visto ningún obstáculo en precisar la nueva figura de la Milicia Bolivariana, como un antecedente de lo que en un futuro será la conducta exigida a toda la sociedad.
Recordemos que la MNB no es una organización que vino de la nada, ni se agota en su reconocimiento expreso en la LOFANB. Tiempo antes de su creación oficial, ya existían organizaciones paramilitares, a favor del gobierno revolucionario, entre las que podemos mencionar a los “Círculos Bolivarianos”. Estos, si bien en teoría eran definidos como “grupos organizados, conformados por el pueblo…, los cuales se reúnen para discutir los problemas de la comunidad y canalizarlos…para buscar su pronta solución…” (Página oficial del gobierno bolivariano “Gobierno en Línea”), en la práctica correspondían a verdaderas agrupaciones violentas, cuya impunidad se encontraba garantizada por ciertos sectores del gobierno bolivariano.
Denunciados los Círculos Bolivarianos por los atropellos en contra de sectores de la sociedad democrática venezolana, y dada la pésima imagen que adquirió, en abril de 2005, según decreto presidencial Nº 3560 se establece la figura de la Reserva Militar, con funciones específicas, a cargo del Comando General de la Reserva Territorial y de la Movilización Nacional, dependiente jerárquicamente del presidente de la República. Bueno es recordar que en la LOFANB de 2008 se establecía que la MNB estaba formada por la reserva militar, las "milicias territoriales" y los "cuerpos combatientes", circunstancia que fue modificada en la reforma a la Ley del año siguiente, en la cual la reserva quedó nuevamente inserta dentro de los componentes de la Fuerza Armada.
En la actualidad, indistintamente de su definición legal, las MNB pueden ser cualquier cosa que el jefe de Estado disponga. De hecho, las mismas podrían compararse con algunas de las conocidas organizaciones paramilitares creadas por gobiernos no democráticos a lo largo de la historia, como la fuerza paramilitar fundada por órdenes del ayatolá Jomeini en 1979 (“Basij”); o la conocida milicia nacional alemana, creada en los últimos días del Tercer Reich, bajo las órdenes de Joseph Goebbels (el “Volkssturm”). Podríamos asimilarlas a las “Camisas Negras”, milicias voluntarias para la seguridad nacional, organizadas por Benito Mussolini como un cuerpo paramilitar en la Italia fascista, y que posteriormente se convirtieron en una organización militar. O tal vez con las Milicias Populares Sandinistas (MPS), surgidas voluntariamente en Nicaragua, para reforzar la lucha armada urbana contra la dictadura somocista y que luego del triunfo de la revolución, fueron oficializadas; y por supuesto, las “Milicias Nacionales Revolucionarias”, creadas en 1959 en Cuba, como una institución en la cual el pueblo se organizó en batallones y unidades, en todo el territorio, para prepararse a enfrentar la reacción interna en contra de la revolución cubana, así como defenderse ante posibles agresiones del exterior.
Cualquiera sea la figura con la cual queramos identificarla, la MNB resulta un importante avance de lo que será la participación, con carácter obligatorio, de toda la sociedad venezolana en la defensa integral de la Nación. Distintos hechos lo confirman.
Ante los lineamientos establecidos por Heinz Dieterich dentro de la “Doctrina Militar de la Revolución Venezolana” (21/01/2005), en donde establece como tercera línea estratégica de trabajo, la necesidad de “lograr la participación popular masiva en la Defensa Integral de la Nación”, se le une el experimento incluido en la Ley de Conscripción y Alistamiento Militar de 2009, la cual estableció el Registro Militar Obligatorio, incluyendo un lapso perentorio en donde los ciudadanos debían inscribirse, bajo la amenaza de todo un régimen sancionatorio. Solo por la reacción de la colectividad ante tal circunstancia, la misma fue modificada en noviembre de 2010, dejándose sin efecto el lapso límite para inscribirse en el Registro Militar, así como el régimen sancionatorio para quien incumpliera dicha obligación. Dicha Ley, si bien se refería a la obligación del registro militar, y no a la conscripción obligatoria, -ésta última prohibida por la Constitución de la República-, puede considerarse como una importante advertencia respecto a lo que en un futuro, no muy lejano, será una realidad.
Esta circunstancia viene a materializar lo que años antes el gobierno revolucionario ha venido reconociendo de manera expresa, si bien con poca notoriedad. Tanto es así que para el 2004, el director del Frente Cívico Militar Bolivariano, Héctor Herrera Jiménez, en declaración en el programa “En confianza”, conducido por el periodista Ernesto Villegas, por “Venezolana de Televisión”, señalaba que “la defensa integral de la Nación nos corresponde a todos, y no se limita a la creación de más batallones de reserva”. Agregando que la necesidad de actuación de la sociedad venezolana en esta materia, sería igual a lo que sucede en “países como Suiza e Israel, en donde la mayor parte de la población está entrenada como soldados, independientemente de las actividades a las cuales se dediquen en su vida cotidiana”.
Indistintamente de la realidad distorsionada que el entrevistado haya demostrado en relación a las políticas de seguridad y defensa de ambos países, -las cuales son entre sí diametralmente opuestas, y diferentes a la nuestra-, para nadie es un secreto la obligatoriedad del servicio militar en el Estado de Israel, cuya sociedad militarizada circunda su vida alrededor de la guerra, hecho que nos facilita a entender a qué nos quiere reducir la revolución bonita.
Muchos dudarán respecto a la posibilidad de que en un futuro todos los venezolanos, y no una parcialidad de una Milicia, tengamos que cumplir estos roles. Divagarán, como lo hicieron cuando hace ocho años anunciábamos la reelección indefinida para el presidente de la República, mientras el gobierno negaba rotundamente tal posibilidad. Sospecharán como lo hacen, cuando infinidad de personalidades y organizaciones de carácter técnico advierten repetidamente en relación con el sistema electoral fraudulento. Por muchas dudas que se tengan, éstas no pueden ser obstáculo para no incluir la discusión en todos los sectores de la sociedad venezolana, más aún cuando los líderes políticos se aprestan para participar en un proceso de selección del candidato presidencial.
Hoy estamos libres y nos quejamos, mañana quién sabe. Pero debemos recordar que en Venezuela, la Milicia somos todos
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