Más importante que un candidato es un motivo. Más importante que una unión de partidos, es una convicción nacional con la cual sepamos adonde queremos llegar. Más importante es el programa que el candidato. Definitivamente, las primarias son secundarias.
La carreta antes que el caballo. |
No supimos expresarnos, quizás porque no advertimos previamente que nuestra cultura política nos ha acostumbrado a vivir de mitos y de suposiciones poco racionales; por ejemplo, nos ha acostumbrado a creer que cualquiera que hable de democracia se supone que es un “demócrata”, así como todo el que hable de socialismo, tengamos que suponer que es un “socialista”. Es decir, en la hora presente, este régimen, porque lo dice a cada rato, aparece, ante los más incautos --¿la gran mayoría de nuestros compatriotas?-- como un gobierno “demócrata socialista” que proyecta una realidad cuya “normalidad” no debe ponerse en duda; por lo cual, si hay que combatirlo, debe ser con las reglas del juego --del “juego impuesto a la brava” por unos impostores y atenerse a las decisiones de sus “árbitros arbitrarios”-- y no apelando a lo que el mismo régimen ha llamado las prácticas traicioneras de “intereses extraños” a nuestra nacionalidad y soberanía: el imperialismo norteamericano, la ultra derecha, los neo-liberales, los pérfidos conservadores de la “globalidad”, dueños del mundo. Y por esa vía, con esas reglas, con esos jueces, a nosotros no nos cabría otra identificación que la propia de los “traidores a la patria”.
Lo ratificamos nuevamente: este no es un régimen legítimo; todo lo contrario, su ilegitimidad es lo que lo hace más débil y vulnerable. Moral y materialmente. Si es verdad que conforma una red de instituciones adscritas, en apariencia, al orden democrático y republicano, esas instituciones son esencialmente ilegítimas en cuanto al origen de la designación de las personas que las dirigen y representan. El Tribunal Supremo de Justicia; el Consejo Nacional Electoral; la Contraloría General de la Nación ; la Fiscalía del Ministerio Público y la Defensoría del Pueblo, entre otras, constituyen plazas cubiertas por militantes del oficialismo, nombrados por una Asamblea Nacional ilegítima, producto de unas elecciones que carecieron de legitimidad, por cuanto más del 80% del electorado se abstuvo de participar en las mismas. Y si el nuevo Parlamento alberga a una nutrida representación de la oposición al régimen, esa Asamblea también fue concebida dentro de un sistema de elección contrario a la esencia de la democracia, dando lugar al hecho insólito de que la mayoría de sus integrantes fue escogida por una minoría del electorado. Esta pequeña anormalidad republicana (¡) proyecta y trasciende el vicioso origen de la Asamblea anterior, condenando sus decisiones a la prolongación de la ilegitimidad del régimen. ¿Nos explicamos ahora con claridad? ¿Vivimos una normalidad constitucional? ¿Es o no es éste un orden viciado de nulidad? ¿Debemos o no debemos denunciar la deslegitimación de sus instituciones y luchar, denodadamente, sin cuartel, para su transformación en un régimen verdaderamente legítimo?
Cuando hablamos de la otra oposición hacíamos referencia al sector estudiantil, en agresiva huelga de hambre, siguiendo el ejemplo del sacrificado Franklin Brito; a los trabajadores de Guayana, pertenecientes a sindicatos que originalmente fueron controlados por la gente del poder, ahora en franco enfrentamiento a los falsos revolucionarios gubernamentales; a los damnificados por el deslave del 99 y los de esta misma temporada de lluvias, quienes siguen esperando el cumplimiento de promesas falaces; a los que protestan la inseguridad creciente en los barrios de las principales ciudades del país; a los que se organizan para exigir seriedad a un régimen que les ha prometido todo y no les ha cumplido nada; a los que piden las viviendas ofrecidas hace una década; a los que muy pronto pedirán comida; es decir, a todos esos venezolanos que están concientes, ya, después de perdidos estos últimos doce años, que este régimen ni es democrático, ni es socialista, pero que no se sienten representados por los líderes de la oposición, en quienes sospechan similar conducta, llegados al poder, de quienes hoy los maltratan con un desgobierno de antología. ¿Organizar a esa otra oposición? Esa misión la cumplieron, satisfactoriamente, los defensores del llamado socialismo bolivariano, los propietarios de la contra revolución, enemigos de la democracia, enmascarados como defensores de un pueblo al que no respetan.
El problema es que no se ha propiciado un clima unificado de protesta colectiva, más allá de la MUD y de los interrogatorios parlamentarios de los 67 Diputados que nos representan en la Asamblea Nacional ; que no se ha conformado una matriz de opinión que oriente a la gran mayoría de los venezolanos, opuestos al régimen, bajo la convicción superior de que el país está siendo arrastrado hacia un desastre y que hay que reaccionar a tiempo, pidiendo a gritos la necesaria, imprescindible transformación de las instituciones (TSJ, CNE, Contraloría, Ministerio Público, Defensoría) para poder seguir adelante. El problema es que, antes que nada, tenemos que deslegitimar al régimen y a sus instituciones y exigir su transformación para alcanzar una normalidad que nos permita recuperar la democracia. Promover un movimiento general de protesta y de rechazo, que cunda en el pueblo, en todos los distintos sectores de la sociedad; un movimiento como el que propició la caída del General Pérez Jiménez, en 1958 o como el que más recientemente se dio en el Perú, para sacar del poder al autócrata Fujimori en el 2000. Como el mismo que sucedió en abril del 2002, sin los desvaríos de los improvisados que no supieron “organizar” la gran victoria de aquel momento. Y esa estrategia no se logra con Primarias ni con Encuestas. Los 67 Diputados de la AN deben exigir en el Parlamento la revisión de todos los nombramientos de los titulares de esas instituciones y pedir su democratización. Sobre todo, en el caso específico de los Rectores del CNE. No podemos volver a unas elecciones, ni siquiera a un concurso de belleza, bajo la égida de una parcela controlada por el PSUV y por los tramposos “tumba-ranchos” del régimen.
Si ese paso no se da, no vemos cómo vamos a “encantar” a los venezolanos con unas elecciones primarias, para escoger, del pelotón de presidenciables de la MUD , a un líder que no puede ser fabricado en los laboratorios de los partidos políticos, si antes no se ha formado en la conciencia popular y si no se ha anticipado delineando un proyecto de país mucho más ambicioso y renovador que todas las vagas ilusiones que propone el “socialismo” gobernante.
Si no nos movemos en este sentido, nada vamos a ganar con tener un candidato de unidad, escogido en unas inoportunas primarias; el entuerto de las instituciones penetradas por el régimen, empezando por el CNE, elucubrará las medidas, normas y disposiciones necesarias para prolongar el mandato del actual Jefe Supremo del régimen, tal cual lo ha proclamado y seguirá proclamando en sus interminables cadenas el mismo titular del desbarajuste reinante.
El hecho mismo de que el Presidente ilegítimo se engolosine aplaudiéndolas, nos demuestra que las primarias son secundarias. Nuestro compromiso es motivar a los DOCE MILLONES de venezolanos opuestos al falso socialismo gobernante, horizontalizando la unidad, llevándola mucho más allá de los partidos, más allá de la MUD , con las universidades, sus rectores y su personal docente; los estudiantes; los colegios de profesionales y sus afiliados, los sindicatos, los maestros, las amas de casa, las asociaciones de vecinos, los líderes naturales de los barrios, los buhoneros y no para seleccionar un candidato, sino para cambiar un país y abrirle el camino al futuro. Para hacer del pobre venezolano un ciudadano de primera, dándole las herramientas para que por sí mismo combata su pobreza y se incorpore a la lucha, como ciudadano calificado, para situar a Venezuela, definitivamente, en el Primer Mundo. Más importante que un candidato es un motivo. Más importante que una unión de partidos, es una convicción nacional con la cual sepamos adonde queremos llegar. Más importante es el programa que el candidato. Definitivamente, las primarias son secundarias.
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