...la aventura revolucionaria de Allende,quien deja que los cubanos gobiernen su existencia y se entrometan en su país.....
Hace 31 años se realiza, a pedido del dictador Pinochet, el referéndum aprobatorio de la Constitución de Chile. El desafío de la oposición, transcurridos ya 8 años del régimen que sobreviene a la aventura revolucionaria de Allende, quien deja que los cubanos gobiernen su existencia y se entrometan en su país, es resolver sobre el sentido y alcances de su unidad. Es consciente del desatino que implica una mera alianza partidaria que sugiera una vuelta al pasado, antes del 11 de septiembre de 1973.
Su participación en la mascarada electoral planteada por la dictadura la asume como un desafío más, que no la distrae en el camino hacia lo que más importa: salir de ésta y transitar hacia la democracia.
Cada experiencia tiene sus particularidades. Cada realidad se cuece en sus propios hornos. Aun así, la España de la transición aprende de Venezuela y su Pacto de Punto Fijo. Y si Pinochet, como nuestro pichón de gendarme y su titiritero, corren por aceras distintas y el primero le rinde culto a la institución castrense tanto como éstos la destruyen, uno y otros son los cancerberos del infierno dictatorial.
A distancia de los años transcurridos vuelvo sobre la inolvidable lección de uno de los artesanos de la unidad chilena, Don Patricio Aylwin. Sus palabras frenan en seco el ímpetu de mi fogosidad como embajador imberbe: "Practico la democracia para nunca olvidar que soy un demócrata. No busco convencer al dictador de las virtudes de la democracia", me dice.
Reviso los papeles de aquel instante cuando apoyo a los líderes perseguidos como enviado del presidente Luis Herrera. Admiro como ayer la claridad de ideas que los adorna: ¡Primero Chile y la democracia¡
¿Cómo entender la unidad para luchar por la reconstrucción de la democracia?, se preguntan quienes más tarde integran a la Concertación. Antes de mirarse uno a otros con recelo o discutir sobre lo que los separa, son convencidos de que la conquista de la democracia es preferente a la reivindicación de sus parcelas partidarias.
La unidad no es eslogan sin vida ni destino. Tampoco un factor objetivo de apoyo al régimen, que ocurre cuando llega mal entendida y sirve a los propósitos de éste, pues le favorece en su esquema propagandístico.
Los chilenos no imaginan la unidad como un frente entre partidos que omite sus errores pasados e ignora las razones de la dictadura. Menos la proponen como una varita mágica capaz de producir su inmediata caída.
Uno de los documentos que conservo y describe ese tiempo, cuando todavía el tiempo de espera se le hace incierto a los chilenos, consigna un párrafo memorable: "Es insuficiente limitarse a ofrecer una alianza de colectividades políticas si se quiere suministrar una estrategia de salida a la actual situación. Ella no cambiará mientras el régimen no se vea enfrentado a un hecho social de envergadura que lo ponga contra las aspiraciones generales del país. Y los partidos volverán a tener repercusión en la medida en que sean capaces de servir a esas aspiraciones".
Las enseñanzas se resumen en premisas negativas y positivas. No se trata de una operación de convergencia entre organismos políticos con visiones programáticas distintas. Se trata de unir al pueblo alrededor de sus necesidades y ayudarlo a superar la situación que lo degrada.
No se trata de armonizar perspectivas varias sino de juntar a quienes ven menguadas sus libertades y posibilidades de realización dentro del cuadro de cosas que ha de cambiarse. No se trata de atar por el rasero común a partes políticas y sociales disímiles, sino de empujarlas al encuentro de las aspiraciones y falencias colectivas fundamentales como pieza clave del método, usando al pluralismo como vía.
En fin, no se trata de reunir a la población alrededor de distintas parcelas ávidas de recuperar espacios perdidos. Se trata de unir en torno a objetivos supremos que desbordan las diferencias ideológicas y sin los cuales éstas pierden su significado para la democracia.
La unidad, como la ven los chilenos demócratas de los '80, es una expresión anticipada del Gobierno que se proponen desde la convergencia y sobre la base de una máxima de la experiencia que hoy conocemos los venezolanos: "Cada vez que un acto de opresión o de injusticia ha sido replicado con una protesta solidaria de las personas e instituciones afectadas, el Gobierno retrocede, o al menos muestra su debilidad intrínseca",
La forja de los liderazgos, en fin, precede a las candidaturas y por eso llega a su final la dictadura chilena, sin tener que redimir a sus responsables verdaderos: los comunistas.
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