Algunas frases comunes repetidas hasta el hartazgo la verdad es que saturan, no solo por su mediocridad, sino por cierta aceptación generalizada de los que asienten como si se tratara de cuestiones irrefutables, cuando en realidad solo parecen la confesión de las limitaciones propias.
Algunos argumentos a fuerza de escucharlos reiteradamente intentan naturalizarse, y de cierto modo lo consiguen, al punto de convencer a muchos de que se ajustan a los principios éticos más elementales.
La falta de creatividad, la ausencia de ingenio y hasta de inteligencia, ha incorporado ciertas frases hechas al saber popular, que se han instalado en nuestras vidas casi como verdades reveladas.
Una de estas es aquella que de un lado de la moneda afirma que “ya está todo inventado, solo hay que mirar lo que hacen los demás y copiarlo”, mientras con idéntica lógica sostiene que “si los demás lo hacen porque nosotros no hacerlo también”.
Además de demostrar una marcada abulia, pereza intelectual e incapacidad personal por aportar cierta impronta, por revisar ideas ajenas, por perfeccionar lo saludable, esta verdad a medias, oculta una moral perversa.
Es que detrás de esa simplicidad, pretendidamente inocente en el planteo, muchos creen que pueden establecer parámetros generales para legitimar todo lo que hacen. Una decisión de gobierno incorrecta, una definición cuestionable, no se hace viable, ni adecuada, ni se valida por el solo hecho de que OTROS lo hacen.
En todo caso habla muy mal de nosotros mismos, que asumiendo que existe maldad en los demás decidamos imitarlos, presumiendo que el hecho de que tenga antecedentes en otras latitudes lo hace moralmente aceptable.
Por otro lado si estas afirmaciones tan burdas fueran ciertas, el mundo no podría evolucionar, y esto no es lo que se evidencia en el progreso constante de la humanidad.
La capacidad creativa del hombre es ilimitada, infinita y asumir que solo debemos copiar, además de ser brutalmente inexacto, solo desnuda nuestra propia impericia, demuestra la incompetencia sobre la que estamos transitando y más aun, revela la poca autoestima que tenemos sobre nuestras posibilidades.
En todo caso quienes afirman semejantes razonamientos deberán hacerse cargo de sus propias limitaciones. Sería conveniente que hablen por ellos mismos, que no incluyan al resto de la sociedad en sus afirmaciones tan audaces y mucho menos que intenten que la ciudadanía asuma como propias las declaradas ausencias de ideas que ellos padecen.
Está claro que estamos frente a una crisis a nivel de dirigentes, en todos los niveles, no solo en la política. También somos testigos de la escasa creatividad y preparación a la hora de resolver problemas, pero que no tengan ideas novedosas, que no sean capaces de tener un pensamiento más lateral y transgresor, menos estructurado y clásico, no hace que sus frases se conviertan en verdades, en todo caso se trata simplemente de una confesión de impotencia intelectual.
Es cierto que muchas sociedades le han encontrado la vuelta a algunos problemas y están más cerca de resolverlos, o incluso de eliminarlos, y es muy positivo que se indague en esos testimonios para tomar debida nota de esa información como parte de un relevamiento. Ni siquiera es malo que se imite si se considera que no existe mejor idea disponible que esa.
Pero de allí a asumir que “está todo inventado” hay un salto espacial. En todo caso, existen comunidades que están mejor orientadas, que han sido exitosas a la hora de ciertas implementaciones, siempre objetables, eternamente perfectibles, ajustables hasta el infinito.
Como en la vida misma, no existen dos experiencias idénticas, y las soluciones no son ni mágicas ni vienen en fórmulas infalibles. Se trata de prueba y error, de momentos históricos, de evoluciones sociales, de una permanente búsqueda, esa que solo los humanos podemos apreciar en toda su esencia y que nos diferencia como especie en el universo.
No es cierto, que esté todo inventado, abundan ejemplos a diario que demuestran lo contrario. Tampoco es correcto insistir con aquello de justificar atrocidades solo porque el vecino también las comete. Que los otros se equivoquen, que los demás tomen decisiones incorrectas ni nos excusa, ni nos hace mejores, en todo caso igualmente desacertados.
Agota escuchar el contemporáneo argumento de “lo hago porque todos lo hacen” como si eso pusiera un manto de piedad sobre nuestros errores. El desafío individual y de las comunidades no es ser “iguales”, sino ser mejores, especiales, superiores.
Igual es cualquiera. Hacer lo mismo no requiere ciencia alguna. No se necesita ni capacidad, ni criterio, ni inteligencia, ni imaginación, ni moral propia para imitar a los demás. Lo complejo y desafiante es ser diferente, hacer lo correcto, superarse, ser creativo, animarse a mas, a innovar para salirse de la media y dar un paso en positivo sin quedarse en el conformismo que nos propone cierta cultura igualitaria, tan de moda en estos tiempos.
Vale la pena refutar la corriente general. No es bueno compartir la vereda con los mediocres. De todas formas, siempre habrá gente que aplauda la grandilocuencia de las frases hechas, sobre todo si las mismas nos ahorran esfuerzos y energía para terminar justificando la torpeza de los emuladores.
Alberto Medina Méndez
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