La ola de robos, atracos y asesinatos en calles y viviendas de todas las ciudades y pueblos venezolanos ha crecido con tanta magnitud que ni siquiera los retenes policiales y las rejas de las casas, en puertas y ventanas son suficientes para controlar el poder delincuencial que hoy nos tiene sitiados, haciéndonos caer en el terror ante un Gobierno comunista inoperante que poco se esfuerza por sancionar para hacer cumplir sus leyes, porque solo las aplica a la disidencia a su gobierno como el caso de los presos políticos: los Comisarios Vivas, Forero y Simonovis, el caso de la Jueza Afiuni y el de los diputados Mazuco y Pilieri. Son muchas las críticas que se hacen a las alcaldías y a la Policía Nacional, exigiéndoles soluciones inmediatas frente a este flagelo. Sin embargo, el problema de la inseguridad es necesario que se entienda desde diferentes aristas, en las que cada instancia de la sociedad y principalmente el gobierno socialista-comunista tienen una responsabilidad fundamental.
La solución a la ola de inseguridad no puede estar exclusivamente en la Policía; se necesita un conjunto de acciones donde la sociedad se comprometa a ser un vigilante constante de sus propios procesos y a un Estado que supere la anomia en que ha vivido desde tiempos inmemorables.
Venezuela no es un país gendarme donde deba haber un policía por cada habitante para garantizar seguridad; somos una Nación con un estado social de derecho, aunque no se cumpla y pareciera que no existe, pues por la poca efectividad, sus habitantes no creen en las leyes. Hay normas, pero no funcionan, por lo que cada quien hace lo que quiere, ignorándolas o simplemente reemplazándolas por su propia ley ante la ausencia de sanciones claras y contundentes que controlen la impunidad.
Esa propensión a desconocer la norma por ausencia de sanciones, es lo que tiene al país sumido en una postración difícil de superar y mientras no haya sanción, la anomia permanecerá. De nada sirve que un policía detenga a un conductor borrachín, si a los pocos minutos queda libre de cualquier cargo porque buscó a un amigo influyente del gobierno que lo ayudara a pasar por alto la norma y su aplicación.
Cuando la Policía aplica el rigor de la norma a quienes la infringen, aparecen concejales, diputados y miembros del partido de gobierno PSUD a pedirle que pase por alto ciertos casos en los que se ven involucrados amigos o familiares de ellos. Esto acentúa la anomia, desmoraliza la acción de policías que poco efectivo encuentran su accionar.
Quien roba o atraca, cuando es aprehendido, en pocas horas queda libre porque el sistema normativo es débil y lento, lo que hace que el delito quede sin sanción y se vuelva atractivo para quienes tienen como principio fundamental la violación de la norma. Muchos policías encuentran en los vacíos normativos la oportunidad precisa para abusar de su poder y quebrantar la norma cuando reciben sobornos y participan de actividades ilegales como el llamado matraqueo o cobra peaje que parece no tener control aquí.
Estas situaciones que aunque particulares, no desdibujan la honorabilidad dela Policía como institución, pero hacen que la ausencia de rigor para aplicar las leyes promueva la ilegalidad y por lo tanto la inseguridad. Los múltiples asesinatos que ocurren en todas las ciudades venezolanas, son una clara muestra que la gente tiene a menos la ley por su poca efectividad y recurre a actuar bajo su propias normas, banalizando la vida, dándole mayor importancia a la necesidad de buscar de manera individual el cumplimiento de ellas, pasando por alto la regulación normativa del Estado.
Así frente a las infidelidades, las deudas o los crímenes, se opta por hacer justicia con las propias manos, en lugar de acudir a la legislación, pues muchos tienen el error de creer que quien se somete a la ley es un idiota o débil, pues la mayoría de los delincuentes gozan de privilegios por la misma debilidad del sistema.
La connotación del crimen incluye no sólo el asesinato y el robo, sino también el delito económico, el de la administración pública, estafa, violaciones de normas de tránsito y acceso carnal violento y abuso sexual a menores entre otros. Todas estas manifestaciones anómicas son pan diario en nuestras ciudades y en toda Venezuela, no porque no haya una policía que vigile, ni normas que la prohíban. La debilidad del sistema está en su poca operatividad, pues se queda corto en la aplicación de sanciones que son las que regulan el comportamiento de las sociedades.
La sanción hace crear conciencia de que cada individuo debe ser responsable y actuar vigilante para el desarrollo de la misma.
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