domingo, 20 de marzo de 2011

FALSAS DISYUNTIVAS. FRANCISCO VALDÉS UGALDE. (POPULISMO VS LIBERALISMO) DESDE MEXICO

Una de las contraposiciones más vulgares (mediocres ) en América Latina es la de liberales contra populistas. Del lado liberal se afirma que la democracia es tal cuando cumple requisitos mínimos: elecciones de gobernantes periódicas libres y transparentes, libertades y derechos fundamentales, pesos y contrapesos en el ejercicio del poder, rendición de cuentas. El mínimo.

Del lado populista se dice que las características de la democracia liberal es una máscara que encubre el verdadero rostro de las clases dominantes y que se vale transgredir sus fundamentos en defensa del mejoramiento y la “liberación” del pueblo. De ahí lo de populismo.

Es innegable que las democracias “mínimas” son insuficientes para incrementar la representatividad, entendida como una relación de consecuencias reales entre las preferencias sociales y las decisiones de los gobernantes, sean leyes o políticas públicas. Por ejemplo, la participación efectiva de los ciudadanos en la polis, la comprensión ilustrada de los asuntos públicos, el control final de la agenda de gobierno, no se derivan naturalmente de la sola fijación de los principios liberales de las tres olas democratizadoras de los tiempos modernos. Algunas democracias alcanzan medianamente estos objetivos, como algunos países nórdicos, otras no, como la mayor parte de los países miembros de la OECD.

Las “democracias populistas” (el ejemplo más visible es la Venezuela de Hugo Chávez), buscan reducir la intensidad o de plano eliminar los principios fundamentales de la democracia liberal, por ejemplo, los pesos y contrapesos entre poderes del Estado o derechos de expresión o asociación, con la finalidad de cambiar la organización económica con pretensiones distributivas. Se le denomina a veces en la literatura especializada “ruptura populista”. Los resultados suelen ser desastrosos: pérdida de libertades, declinación económica, corrupción, autoritarismo y confrontación social. La primera consecuencia, la pérdida de libertades, afecta no solamente a las clases dominantes, sino al pueblo cuya “liberación” queda en manos de dirigentes que acentúan el ejercicio despótico del poder.

¿Es la disyuntiva entre las opciones que nos dan a elegir? ¿Quedarnos con el mínimo y no tocarlo para no descarrilar el tren o descarrilarlo para salir de la injusticia social agudizándola?

Es una falsa disyuntiva. Ni la democracia se agota en el liberalismo conservador (que es solamente una de sus corrientes), ni el populismo conduce a la justicia social. La evolución histórica de los sistemas democráticos muestra una gran variedad de situaciones y ofrece ejemplos que pueden ser considerados adecuadamente como guías para las decisiones políticas. Sin entrar en la descripción interminable de los casos sí es posible encontrar claves de reconocimiento de esas guías. Me referiré solamente a dos: la representatividad y la proporcionalidad.

La democracia representativa no es sólo la elección de gobernantes, aunque la incluya obligadamente. La representatividad democrática es variable y puede aumentar en función directa de varios factores. Uno de ellos es, indudablemente, la calidad de la conciencia cívica y política de los ciudadanos. No se trata de que se conviertan en intelectuales, sino de que las fuentes de información a su disposición sean oportunas, profundas, veraces e ilustradas. Por otra parte, la participación de los ciudadanos en las decisiones cruciales sobre los asuntos públicos necesita ser creciente. Se requiere disponer del referéndum, el plebiscito, la asamblea de las pequeñas comunidades para intervenir no solamente en la elección, sino en la decisión pública.

En este aspecto hay graves deficiencias en nuestro sistema político: la prensa es, por lo general, de muy mala calidad, el periodismo en todos los medios se practica, salvo excepciones, con base en la alarma y el escándalo. La persecución de la nota, la baja educación promedio de los periodistas. Sin medios que informen y eduquen con calidad la democracia se ocluye. Tampoco contamos con medios de intervención real en las decisiones importantes para la comunidad o la sociedad. Toda está delegada en los políticos. Y éstas no son características de LA democracia, sino de ALGUNAS democracias.

La proporcionalidad consiste en un conjunto de fórmulas que recogen más preferencias que a la inversa, como ocurre en los sistemas puramente mayoritarios. Sólo dos ejemplos: segunda vuelta y parlamentarismo. Si el gobernante electo requiere de una mayoría absoluta o calificada se le obligará a recoger una diversidad mayor de las preferencias sociales. En los sistemas puros de mayoría no ocurre, por eso hay más perdedores que ganadores. Y si, además, el parlamento no solamente incluye a los que ganan por mayoría sino a la segunda o tercera mayoría, ocurriría otro tanto: más ganadores que perdedores, mayor negociación de la decisión pública, menos imposición y más gobierno por discusión.

Sin liberalismo no hay democracia, pero no termina en él. El populismo la extravía. La disyuntiva es falsa. Hay futuro más allá del peso del pasado.

www.franciscovaldesugalde.com
Director de la Flacso-MéxicoEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.