La semana pasada se derrumbó la tiranía que oprimiera al pueblo de Egipto durante casi 30 años. En el centro de la masiva celebración, uno de los reporteros occidentales en medio de la multitud pregunta a uno de ellos ¿Ahora quién quisieras que los gobierne? El excitado joven responde; “alguien como John Kennedy.”
Le pregunta de nuevo “¿Por qué John Kennedy? Cuanto lo asesinaron tu no habías nacido.” El joven responde: “Porque desde que escuché por primera vez su famosa frase; ‘No preguntes que es lo que tu país puede hacer por ti, pregunta que es lo que tú puedes hacer por tu país,’ quedé enamorado del concepto.”
Cada año, el día 22 de Noviembre los diarios, estaciones de televisión, de radio y sitios en el Internet, dedican prácticamente el 100% de su espacio para recordar la tragedia que produjo una honda herida en la sociedad norteamericana que, a pesar del lento paso del tiempo, no ha cicatrizado; el asesinato de Kennedy.
Aun cuando su imagen se ha visto manoseada por ese fenómeno de la muerte prematura que a ídolos como Rodolfo Valentino o Elvis Presley, de ser simples seres humanos los convirtió en leyendas, Jack Kennedy fue un hombre de grandes misterios y contrastes pero de trascendencia histórica. En éstos 47 años se han utilizado toneladas de tinta y de papel por ejércitos de analistas, para tratar de darnos una fotografía de un hombre que viviera una época en la cual, lo que se ha pretendido descubrir era material inaccesible.
A todos los hombres de poder siempre se les identifica con algo que los liga eternamente con la historia. En el caso de Kennedy, puedo afirmar que en la mente de la mayor parte de los ciudadanos del mundo lo que más conecta los recuerdos a su memoria es esa famosa frase de su discurso en la toma de protesta de Enero de 1961: “No preguntes que es lo que tu país puede hacer por ti, pregunta que es lo que tú puedes hacer por tu país.”
Es tal la fuerza de la frase que su prosa casi poética produce un impulso para arroparnos con su bandera y salir a encontrar al enemigo, aun en los que no somos norteamericanos. Tanto que se ha convertido en un himno que portan infinidad de demagogos que jamás se han dado al análisis de lo que realmente significa. Si lo hiciéramos, encontraríamos un interesante mensaje subliminal el cual, en mucho describe la historia del siglo que acabamos de despedir. Un mensaje que borra abruptamente esa gran filosofía con la que sus fundadores le dieron vida a ese país.
Cuando Kennedy con el puño cerrado grita; “no preguntes que es lo que tu país puede hacer por ti,” lo acompaña toda la razón puesto que el hacerlo, establece una relación de amo y esclavo en la cual, el amo sería el gobierno de quien el esclavo, en este caso el ciudadano, espera ese manto compasivo de la dependencia con el que siempre lo han aprisionado. Ese pesado manto que al tejerlo, queriendo hacer del estado un cielo en la tierra, lo hemos convertido en un infierno de esclavitud.
Pero cuando arrecia; “pregunta que es lo que tú puedes hacer por tu país,” propone establecer una relación de patrón—sirviente en la cual, el patrón sería el gobierno al que, el sirviente, de nuevo el ciudadano, debe hacer eso, servir dócilmente. Pero los padres de la patria jamás tuvieron eso en mente. En la sabia visión descrita por Jefferson, el sirviente debía ser el gobierno responsable de proteger la libertad de los ciudadanos, vigilado y controlado, para que no adquiriera proporciones hercúleas y convertirse en lo contrario; destructor de ella.
Sin embargo, el sacrificado presidente no seguiría su receta. En sus escasos 1000 días en la Casa Blanca haría algo sin precedentes en los anales del Keynesianismo en boga. No volvería a sugerir al ciudadano el sometimiento al patrón, para luego regresarle algo de la perdida libertad en un histórico recorte de impuestos. En seguida mostraba algo para algunos peligroso—un nuevo rostro cuando se convertía en apóstol de uno de los más dramáticos postulados de la Declaración de Independencia: “Dios creó a todos los hombres iguales.”
Sus palabras en 1960: “Creo en la dignidad como fuente de orgullo nacional, en la libertad como la fuente de la acción, en el corazón como la fuente de compasión, en la mente como la fuente de las ideas. Creo en la habilidad del “individuo” para, usando su juicio y la razón, lograr la justicia y libertad de todos los seres humanos.”
No conocimos la verdadera dimensión de Kennedy a quien su Secretario de la Defensa republicano etiquetara de libertario. Pero con su muerte se iniciaba un periodo de graves agresiones a la libertad. Johnson, con su Great Society, accionaba un plan invadiendo terrenos vedados por la Constitución. LBJ parecía gritar; “pídele lo que se te ocurra a tu país,” luego, usando sus poderes, obligaba a los ciudadanos a servirlo exprimiéndolos con abusivos impuestos seguramente pensando, “ahora sí hacen algo por su país. Y mejor lo puedes servir acudiendo a mi guerra en Viet Nam.”
Pero si en el país más poderoso del mundo se daba ese episodio, en el nuestro, mucho antes con el Pacto de Calles y sin mensajes subliminales, se invitaba a los mexicanos no a pedir, a exigir todo de su gobierno. Luego ese gobierno de la justicia revolucionaria, arrancaba a los pocos mexicanos productivos el fruto de su trabajo para así cumplir las demandas de los que sí piensan, el gobierno debe hacer todo por ellos. EU con la muerte de Kennedy perdía gran parte de su libertad y su identidad. En México, con una revolución desrielada y el Pacto de Calles, se evitaban el alcanzarla.
Los EU navegaría aguas muy turbulentas durante los siguientes 20 años. La insaciable voracidad del estado continuaría consumiendo las entrañas de la sociedad. Los excesos de Johnson son identificados como una de las causas del abandono de los acuerdos de Bretton Woods, despreciando el patrón oro y echando las monedas a flotar para darle la bienvenida a la Stagflación. Sin embargo, la imagen de Kennedy en el masivo mitin en el centro de Berlín cuando gritaba: “Si alguien quiere ver opresión y miseria, díganles que vengan a Berlín,” permanecería en la mente de los americanos para siempre.
A casi cinco décadas de distancia el mundo luce diferente. Los EU edificaría una burocracia para llegar a controlar más del 50% del ingreso nacional. Pero a pesar de sus excesos, su economía ha llegado ya a la impresionante cifra de casi 15 trillones de dólares.
A cuarenta y siete años de distancia México luce perdido, entumido y dependiente. Cuando los ciudadanos libres del mundo ya no preguntan qué es lo que el país puede hacer por ellos, o ellos por su país, México navega como manada desbocada y sin caponera. Estoy seguro que si Kennedy viviera gritaría a todos los ciudadanos del mundo; “Pídele al gobierno de tu país que se haga a un lado, pues lo único que logra es taparte el sol coartando esa libertad para ir en busca de tu destino.” ¡Se busca un presidente!
Ricardo Valenzuela
chero@cox.net
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