En estos doce años de pésimo gobierno, el despilfarro ha primado el manejo de las finanzas públicas. El hecho más elocuente que demuestra tan fatídica situación es la caída sistemática de la producción petrolera, que entre 1999 y el año 2010 se ubica cercana a los 700 mil barriles, como consecuencia del problema operativo, gerencial y de precaria inversión que padece en la industria, corazón de la economía venezolana.
El cinismo del régimen, ha sido desmedido. Sin pudor alguno, ha pretendido venderle a la sociedad política la imagen de un país perfecto en lo económico, lo social. Y desde luego, en lo político cuando las realidades pintan una Venezuela totalmente desdibujada como producto de la grosera improvisación con que se ha manejado la administración nacional. Aparte de la impudicia para organizarse en términos de lo que compromete el problema del desarrollo económico y social, lo cual ha terminado en mera morisqueta.
Peor aún, no conforme con el grado de descomposición a que el descoco gubernamental ha llevado al país, a pesar de las oportunidades que ha significado un ingreso petrolero extraordinario en el curso de estos doce años conducidos por enroscadas decisiones presidenciales, tiene la desfachatez de argumentar supuestos absurdos como, por ejemplo, el que la estatal petrolera revela que “le falta más petróleo”. Precisamente, esto para solapar las aberraciones cometidas con el aplauso de un Poder Legislativo y de un Poder Judicial subordinados mediante concesiones que han favorecido la corrupción, el desbarajuste y la arbitrariedad de manera desorbitada.
En estos doce años de pésimo gobierno, el despilfarro ha primado el manejo de las finanzas públicas. El hecho más elocuente que demuestra tan fatídica situación es la caída sistemática de la producción petrolera, que entre 1999 y el año 2010 se ubica cercana a los 700 mil barriles, como consecuencia del problema operativo, gerencial y de precaria inversión que padece en la industria, corazón de la economía venezolana. Escasamente, en 2010, Venezuela exportó sólo 3 mil 400 millones de dólares en productos diferentes al petróleo reduciendo a Venezuela a contar con la economía más dependiente del petróleo en toda su historia.
Para colmo de males, hay que reconocer que las devaluaciones adoptadas como decisiones de “alta estrategia”, convirtieron en repugnante bodrio el salario de los venezolanos, evidenciándose de esta forma el índice inflacionario más alto en los últimos cinco años arrastrando al país casi al borde del colapso económico.
En estos doce años de régimen, el país ha vivido engañado por absurdas obsesiones devenidas de un ideario obtuso que resulta imposible adecuarlo a las exigencias de un mundo movido por determinaciones democráticas y realidades tecnológicos que incitan un mayor bienestar económico y social. Entre ridículas alabanzas a una historia fantaseada y falsos gritos revolucionarios que sólo exaltan la violencia como canal de reivindicación del bochornoso socialismo, estos gobernantes han dejado pasar mucha agua bajo el puente sin que alguna gota hubiese sido aprovechada para sembrar valores democráticos y principios de justicia social. Que si “Venezuela es de todos”, que si “la independencia continua” y al final de tan prolongado tiempo, todo está peor que antes. Ni siquiera igual. La inseguridad campea. El desempleo y la pobreza, hacen de las suyas. La inmundicia tiene tomada las ciudades. El alto costo de la vida, ha manchado la realidad económica y social. Entonces, ¿qué razón hay para celebrar tanto descalabro, tanta decadencia, tanta barbarie aupada y vociferada como logro revolucionario? ¿O es que el régimen enarboló la desvergüenza como bandera?
VENTANA DE PAPEL
Cuando el poder enceguece y enloquece
Muchos son las desviaciones que se cometen en nombre de propuestas político-ideológicas. Más, cuando la ambigüedad de estas actúan como factor de disociación ante una realidad que tiende a lucir confusa. Justamente, en medio de situaciones donde el entusiasmo es exaltado, y hasta exacerbado, se instala en el poder algún personaje con tan exagerada ambición que, por dicha razón, pretende atornillarse en el gobierno para siempre pues se considera el único y destinado “salvador nacional”. O como bien expresa Raúl Rivero, intelectual cubano exilado en España, “alguien a quien las maromas de la política, los dogmas, la demagogia y otros factores (desde el azar al odio) convierten su nombre -mediante una graciosa licencia gramatical- en sinónimo de patria y de nación. En el fragor de tan pervertidas condiciones políticas, se desencadena toda una serie de patologías que no sólo afectan a quienes, desde el gobierno, se arrogan las necesarias y suficientes atribuciones para actuar impúdicamente en nombre del proyecto de gobierno que buscan imponer. También perjudican a los gobernados toda vez que quieren arrastrarlos por el obtuso y angosto canal que ellos justifican en el plano de las realidades económicas, políticas y sociales. Sobre todo cuando esta población, abstraída de las condiciones de opresión o de coerción aplicadas, es víctima del fanatismo obsesivo cuyo encandilamiento logra el necesario sometimiento adoptado como recurso político de concreción del régimen dictatorial en proyecto. Es ahí cuando se aduce de cómo el poder fanatiza desarreglando todo sistema político democrático.
Carácter de una dictadura
No hay duda de que las dictaduras emergen dónde se quiebran las democracias o dónde no existen. Aunque mucho se ha especulado al respecto, es importante inducir la conciencia necesaria a fin de que se conozca la esencia de una dictadura por aquello de que “en guerra avisada no muere soldado y si muere es por desinformado”. De manera que hay que entender el significado de las democracias, como formas de gobierno y erigidas sobre el respeto a la constitución, a los derechos humanos y a la independencia de los poderes públicos. Por el contrario, la dictadura tiene un comportamiento opuesto pues como forma de gobierno diferente de la democracia, asume la interdicción de los partidos políticos, la subordinación de la constitución a la voluntad del dictador, la violación sistemática de los derechos humanos, y la negación radical de la división de los poderes públicos. Pero a esas características hay que agregar otras dos: su estructura militar y militarista y el ejercicio personal y personalista del poder: no hay dictadura sin un dictador. Sin embargo, a decir de Francisco Mieres, profesor de la Universidad Oldenburg, Alemania, las dictaduras, sobre todo las actuales, “se sirven de algunas formas democráticas, hecho que utilizan los dictadores para legitimar su poder, sobre todo hacia el exterior. En algunos casos toleran la emergencia de sectores opositores a los que, cuando ya no pueden eliminar, los acosan para encerrarlos en cercos que no deben traspasar. Es el caso, por ejemplo de la dictadura de Zimbawe, o también, de la iraní y de la bielorusa. En otros casos, toleran ciertos espacios de prensa libre a la que someten a constantes presiones, extorsiones y amenazas. Entonces, ¿no resulta esto próximo o análogo a lo que ha intentado hacerse en el país, incluso a contracorriente de esfuerzos realizados en la dirección contraria”.
José Miguel Cortázar en ULA-TV
La necesidad de debatir las realidades universitarias, animó la presencia del catedrático de la Universidad Central de Venezuela, José Miguel Cortázar a visitar los predios del canal de televisión de la Universidad de Los Andes. Sus ideas e inquietudes, tuvieron la debida acogida en virtud de lo categórico y pertinente de las mismas. Muchas preguntas ocuparon el tiempo de exposición de Cortázar en el programa Grandes Temas. Sin embargo, ante las dificultades que supone el ejercicio de la autonomía universitaria en el marco de la actual crisis política que agobia al país, expresó que “la vigencia de la autonomía y las consecuencias de esta prerrogativa, no tienen discusión ni concesión alguna si pretendemos mejorar a nuestras universidades. Desfigurarla y desfragmentarla como lo hace la Ley de Educación Universitaria vetada, no significa otra cosa distinta que una aberración que borra de un plumazo la herencia bolivariana tan preciada en el ideario discursivo de nuestros gobernantes, las cruentas luchas contra pasadas dictaduras y la oportunidad que brinda a todos los universitarios para combatir racionalmente cualquier imposición ideológica”. Insistió Cortázar en la urgencia de contar con un marco legal que permita hacer que todos los actores que deambulan por los espacios físicos y virtuales de lo que es la academia, hagan de ese tránsito un proceso que no se consuma en la reproducción y repetición memorística, o que sólo se recree en la defectuosa imitación de enlatados y corrientes que refuerzan la dependencia intelectual. Asimismo, se impone que el acto universitario supere la repetición sumisa de jergas y consignas que refuercen los personalismos y las visiones mesiánicas que tanto han perjudicado a nuestro desarrollo republicano a lo largo de toda nuestra historia, pasada y presente.
Antonio José Monagas
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