No podemos quedarnos sólo en la denuncia de la intolerancia, en la descripción de lo que no funciona o con el dedo señalando hacia lo que no nos gusta. Es tiempo ya de empezar a cambiar.
Buenas tardes a todos:
Al embajador holandés, que ha prestado tan atentamente su casa para esta ceremonia, a los miembros de la Fundación Príncipe Claus que han organizado la entrega de este premio, al cuerpo diplomático, a mis familiares, mis amigos, a los bloggers aquí presentes y también a los
lectores, comentaristas y traductores de mi blog que están atentos a este momento desde el ciberespacio. Un especial saludo a los otros premiados en la edición de 2010 de este importante galardón. En fin, a todos, les agradezco el acompañarme física, virtual o espiritualmente en esta jornada.
Las palabras que diré ante ustedes esta tarde están imbuidas —en parte— de esas experiencias que he vivido en los últimos tres años, desde aquel abril de 2007 en que comencé a escribir mi blog Generación Y. Podría dedicar largos minutos de esta alocución a hacer hincapié en las escenas que componen lo que yo llamo “mi ruta del dolor”; ese sendero tortuoso que he recorrido por el hecho de comportarme libremente en un país lleno de máscaras. También podría reducirme a la narración lastimera de la estigmatización, la vigilancia constante, la presión sobre mi familia, la satanización en mi comunidad, las citaciones policiales y hasta el ataque físico. Sin embargo, no voy a centrarme en esos obstáculos, sino en la otra ruta, la de la gratificación, la de la realización personal y los proyectos futuros.
Esa parte hermosa del sendero que comienza en cuanto salgo a la calle y alguien —venciendo el miedo— se me acerca y me dice “te leo”, “continúa”, “resiste”. Se completa además con la gratificación de que cada día un número mayor de mis compatriotas busca mis opiniones, rebate o simpatiza con mis puntos de vista, y también ahora son más lo que utilizan la herramienta de un blog para expresar en la Cuba virtual la discrepancia aún penalizada en la Cuba real. Ese camino del crecimiento profesional y cívico es el que quiero que compartamos juntos.
El Premio Príncipe Claus es un galardón que mira hacia adelante, un estímulo que invita a realizar sueños y a plantearse metas más elevadas. Este 2011 puede ser el escenario para concretar algunos retos periodísticos con los que fantaseo hace un buen rato. Nuestra Isla está urgida de argumentos, de polémicas e informaciones.
No podemos quedarnos sólo en la denuncia de la intolerancia, en la descripción de lo que no funciona o con el dedo señalando hacia lo que no nos gusta. Es tiempo ya de empezar a cambiar.
Para los que nos negamos a que otro ciclo de crispación y desconfianza se cierna sobre nosotros, es también el momento de hacer algo, aunque sea pequeño. Me gusta trabajar con la escritura, la noticia, el texto y siento que mi lugar está justamente en los kilobytes, las páginas de los periódicos, el mouse y el teclado. Lo cual no significa que vaya a encerrarme en la torre de marfil de la escritura, sino todo lo contrario. El verbo no tiene que comportarse siempre como una barricada o como un adoquín lanzado; afortunadamente la palabra logra convertirse también en un bálsamo muy eficiente sobre una nación acongojada.
Creo en la medicina de la libertad informativa, de la imperfecta democracia que algún día los cubanos lograremos poner en práctica en nuestro país. Soy una soñadora, ya lo sé, pero todos ustedes que están aquí también lo son…y no somos los únicos.
Este año el monopolio estatal sobre la información verá como le surgen algunas nuevas grietas. Cualquier blogger de provincia, armado apenas con su teléfono móvil, podrá poner en jaque a los periódicos oficiales, podrá transmitir directamente hacia la Web sus textos, fotos, audios y videos. Me gusta decir, mitad en broma y mitad en serio, que si los cubanos supimos inventar el picadillo de carne sin carne, allá en los años más duros del Período Especial —cuando lo hacíamos con cáscara de plátano— ahora estamos inventando la Internet sin Internet. Desde esos pequeños artilugios celulares, hemos aprendido a completar el espectro informativo que sale de esta Isla.
Me siento también misionera del credo de difundir por todo el territorio nacional esos conocimientos y herramientas que nos harán libres. Porque cada uno de nosotros podemos llegar a ser nuestra propia agencia de prensa, sin patrones ni censores. A eso he dedicado también los últimos meses, con la magnífica experiencia de una academia donde se graduaron 27 estudiantes y cinco profesores, de los talleres, las conferencias temáticas y la asesoría a los que recién abren un nuevo espacio web. En los próximos meses pienso extender también el alcance de estos cursos. El virus blogger terminará por contagiar a miles de cubanos.
El sueño más difícil —y por eso también el más recurrente— es la creación de un nuevo medio de prensa. Muchos de los que están hoy aquí presentes son, aún sin saberlo, los futuros redactores, fotógrafos y corresponsales de ese periódico. Sin ustedes no será posible. Sin el talento y la energía que pueden insuflarle a las páginas de ese proyectado espacio informativo, todo se quedaría en la ensoñación de una pequeña blogger. De manera que estas breves palabras también son para decirles: ayúdenme, acompáñenme en la impredecible aventura de empoderarnos como ciudadanos, de comportarnos libremente en un país lleno de miedos, pero háganlo sin perder en el camino esas diferencias que alimentan nuestra pluralidad y evitan el conocido error de la unanimidad. Hay espacio para todos en este proyecto. Es más, sin ustedes no podría lograrlo.
Muchas gracias,
Yoani Sánchez
La Habana, 7 de enero de 2011
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