Uno de los más desprestigiados ex-presidentes de los Estados Unidos llegó ayer a España para apoyar al nacionalismo catalán en su empeño por ponernos de rodillas a todos los españoles (al módico precio de 100.000 euros, eso sí). Sin cortarse un pelo,
dijo que “Cataluña y Estados Unidos compartimos el amor por la democracia y la libertad”. Se refería a la Cataluña del “cordón sanitario” contra la oposición democrática, de la imposición lingüística en las escuelas, de las multas a comerciantes que rotulan en castellano y de la violencia mafiosa contra quienes tienen la osadía de contradecir el pensamiento único nacionalista. ¿Será eso lo que Carter entiende por amor a la democracia y la libertad? No me extrañaría. Hagamos un repaso por el historial de peculiares servicios a la democracia de ese personaje.
Carter apoyó al sandinismo y al Ayatolá Jomeini. En 1978 estalló en Nicaragua la llamada “revolución sandinista”, que llevó a la instauración de un régimen liberticida controlado por la izquierda radical. Carter no sólo apoyó el nuevo régimen nicaragüense: entre 1979 y 1981 EEUU fue el principal sostén económico del sandinismo, aportando el 32% de la ayuda internacional a ese país (la dictadura castrista aportaba el 19%). El régimen sandinista no caería hasta 1990.
En febrero de 1979, siendo todavía presidente, Carter apoyó la llegada del Ayatolá Jomeini al poder en Irán, instaurando una dictadura islámica que lleva pisoteando los derechos humanos desde hace ya tres décadas. Unos meses después de su bajada de pantalones ante el fundamentalismo chiíta, éste se lo pagó asaltando la Embajada de EEUU en Teherán y secuestrando en ella a 66 diplomáticos y ciudadanos de EEUU durante 444 días. La crisis le costó la presidencia a Carter, que ya estaba muy minado políticamente por su desastrosa gestión económica.
Los nefastos efectos del apaciguamiento. Durante su presidencia (1977-1981), Carter quiso aplacar la amenaza soviética por la vía del apaciguamiento, una apuesta en la que ya habían fracasado Chamberlain y Daladier frente a Hitler en 1938. En 1977, en su Directiva Presidencial NSC-6, entonces secreta, Carter apuntaba: “he concluido que deberíamos tratar de lograr la normalización de nuestras relaciones con Cuba”. Igual que ocurrió con Hitler, los totalitarios vieron en los intentos de apaciguamiento de Carter un gesto de cesión que usaron en su provecho: durante el mandato de Carter la URSS y Cuba apoyan golpes de estado afines en Etiopía, Yemen del Sur y Afganistán y, finalmente, se produce la invasión soviética de este último país, sin que los EEUU reaccionaran en consecuencia, como reconoció en 1981 Zbigniew Brzezinski, catedrático de historia y consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca con Jimmy Carter.
Carter tampoco escatimó piropos a sangrientos dictadores. Al comunista yugoslavo Tito (con más de dos millones de víctimas) lo definió como “un hombre que cree en los derechos humanos”. Del comunista rumano Nicolae Ceaucescu (responsable de 80.000 asesinatos sólo para frenar -sin éxito- la revolución que acabó con él) dijo: “Nuestros objetivos son los mismos: tener un sistema justo de la economía y la política… Creemos en la mejora de los derechos humanos”. En su visita a Polonia en 1977, Carter dijo al mandatario comunista Edward Gierek: “Nuestro concepto de los derechos humanos se conserva en Polonia.”
La parcialidad de Carter en el conflicto palestino-israelí
También han sido objeto de polémica las excelentes relaciones entre Carter y Yasser Arafat, llegando a escribirle incendiarios discursos a éste. En uno de ellos, Carter escribió para ser leídas por Arafat unas palabras en las que hablaba de los palestinos como personas “que se enfrentan a las balas israelíes” pero “no tienen armas: sólo unas pocas piedras restantes cuando nuestras casas son destruidas por los bulldozers israelíes”. Carter no decía ni pío del armamento que tenía la OLP. Casualmente, el Carter Center recibe donaciones millonarias de países árabes como Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.
Tal vez sea esto lo que explica la descarada falta de imparcialidad del ex-presidente en las cuestiones relativas a Oriente Medio, sus sistemáticas críticas a Israel y las acusaciones de racismo de Carter contra los israelíes, mientras se muestra muy comprensivo con la violencia palestina e incluso con su afición al terrorismo: “Es imperativo que la comunidad en general, los árabes y todos los grupos palestinos significativos dejen claro que van a terminar los atentados suicidas y otros actos de terrorismo, cuando las leyes internacionales y los objetivos últimos de la Hoja de Ruta para la Paz sean aceptadas por Israel“, escribió Carter hace tres años en su libro “Palestine: Peace Not Apartheid”. ¿Significa eso que hasta entonces considera legítimo el uso del terrorismo?
Un buen amigo de Hamás. Ciertos hechos evidencian, desde luego, que al ex-presidente no parece preocuparle la amenaza terrorista que se cierne sobre la única democracia de Oriente Medio, Israel, una amenaza que en Gaza tiene nombre propio: Hamás, una organización incluida en las listas de grupos terroristas de la Unión Europea y Estados Unidos. Hace dos años, Carter viajó a Oriente Medio para reunirse con la cúpula de Hamás, desoyendo las advertencias de la administración Obama. En la ciudad de Ramala, en Cisjordania, Carter abrazó a Nasser al-Shaer, uno de los principales líderes de Hamás. A mediados del pasado mes de junio, Carter pedía a Obama que sacase a Hamás de la lista de grupos terroristas. Según el ex-presidente, “los líderes de Hamas quieren la paz” no sólo con los demás palestinos, “sino también eventualmente con los israelíes”. Carter olvidó decir que a día de hoy la llamada Constitución de Hamás aún afirma:
El dia del juicio final no vendrá hasta que los musulmanes derroten a los judíos (y los asesinen), cuando los judíos se escondan detras de rocas y árboles, las rocas y los árboles dirán: “Oh Musulmanes, Oh Abdulla, aquí esta un judío escondiéndose, ven y mátalo”. Toda una demostración del ansia de paz de Hamás…
Carter, traidor a su propio país. La actuación de Carter a favor de países árabes llegó a su extremo más esperpéntico cuando Iraq, entonces bajo la dictadura de Sadam Hussein, invadió Kuwait en agosto 1990. El equipo del entonces presidente George Bush (padre) emprendió los contactos necesarios para organizar una coalición internacional a fin de liberar Kuwait de las fuerzas invasoras. En noviembre Carter escribió a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para pedirles que frustraran los esfuerzos de los EEUU por formar esa coalición. Pero el ex-presidente no se conformó con eso: seis días antes de la intervención militar internacional en Kuwait, el 10 de enero de 1991 Carter escribió a los gobiernos de Egipto, Arabia Saudí y Siria para pedirles que se opusieran a esa acción militar. Muchos consideraron la actuación de Carter como un acto de traición. No sería el último.
En 1994 el ex-presidente enfureció a la administración Clinton viajando a Corea del Norte en plena tensión entre ese país y EEUU por la decisión del dictador Kim Il Sung de procesar plutonio para hacer armas nucleares. Las intenciones de Carter eran claras: minar los intentos de que la ONU sancionara al régimen norcoreano. Carter piropeó al brutal déspota norcoreano, al que definió como “vigoroso” e “inteligente”. Dijo de Corea del Norte que no era una “una nación fuera de la ley” e incluso elogió al férreo régimen comunista diciendo que Pyonyang era una ciudad “animada”, comparándola con Americus (Georgia, EEUU). De locos. Pero el historial de zancadillas a la política exterior de su propio país no acaba ahí. Hace sólo una semana, Carter completaba su largo historial de servicios a las dictaduras pidiendo a Obama que levantase el bloqueo a Cuba.
El blanqueador de los pucherazos chavistas. Estos últimos años Carter se ha dedicado a avalar ante el mundo los comicios manipulados que han afianzado en el poder a un déspota como Hugo Chávez en Venezuela y a sus títeres en Bolivia, Evo Morales, y Ecuador, Rafael Correa. Chávez ha llegado a elogiar en público a Carter por los servicios prestados a su régimen. Y es que en el caso venezolano, la actuación del ex-presidente estadounidense roza lo escandaloso: la web del Carter Center no menciona las agresiones chavistas a la libertad de expresión y de información, pero critica a los medios venezolanos diciendo que “a menudo exacerban la brecha existente”. Y es que según el Carter Center, el problema en Venezuela es la “polarización de los medios”. Que a los periodistas de oposición les lleven detenidos o se cierren emisoras de radio y TV críticas con el gobierno, por lo visto, no es un problema.
En fin, a la vista de este currículum de favores a los enemigos de la libertad y de la democracia, podemos hacernos una ligera idea de cuál sería el resultado de una mediación de este personaje en Cataluña. Ya se pueden ir preparando los catalanes porque allí donde media Carter, salen ganando los totalitarios.
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