Ya bastante he escrito sobre la deplorable situación de EE.UU., acentuada notablemente por George W. Bush por razones de irresponsabilidad y torpeza mayúscula y ahora por Obama por razones de acentuada y enceguecida militancia estatista. El epicentro estadounidense de la última crisis se hizo evidente en otros países y en estos momentos se agudiza en Grecia, España, Portugal, Irlanda e incluso en Inglaterra (en ese orden).
Curiosamente hay quienes piensan que los gobiernos (léase los contribuyentes) de Alemania y Francia pueden disimular la hecatombe griega con “ayudas” financieras pero en realidad le pondrán una soga al cuello ya que los incentivos operarán para que sus gobernantes continúen la fiesta del gasto y la deuda hasta que otra vez se topen violentamente contra la dura pared de los hechos. En España, el megalómano de Rodríguez Zapatero ha elevado el desempleo al 19% fruto de la obstinada rigidez que genera la retrógrada legislación laboral, ha endeudado a los españoles en un 73% del producto bruto interno y ha fabricado un déficit que llega al 11% de aquel guarismo en un contexto de alarmante gasto estatal del cual los mal llamados planes de seguridad social (más precisamente de inseguridad antisocial) ocupan una proporción muy significativa. Se dice que la ministro de economía Salgado habría insinuado la posibilidad de que España se salga del Euro (pesetizar) para decretar una devaluación, lo cual, naturalmente, entre otras cosas, provocará una corrida bancaria. Y no es que el que estas líneas escribe simpatice con la unificación monetaria y la consiguiente concentración de poder, se trata de poner en evidencia una carrera suicida para ver quien bate más récords y mejora la marca de desatinos.
En todo caso, dejemos por un instante la descripción de los Frankenstein económicos del momento y centremos nuestra atención en el problema de fondo que es común a todos los países que hoy atraviesan por serias dificultades. El eje central estriba en la idiotez de pretender el enriquecimiento por decreto y sostener gastos gubernamentales más elevados de lo que pude absorber con su trabajo la población. Desconocer esto es como representar a Hamlet sin el Príncipe de Dinamarca, tal como manifestó Johan Norberg en otro contexto.
Los ingresos y salarios en términos reales dependen exclusivamente de las tasas de capitalización, es decir, de inversiones en equipos, instalaciones, combinaciones creativas de factores de producción, conocimientos aplicados a la productividad que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. A su vez, esos ahorros destinados a nuevas inversiones requieren marcos institucionales civilizados que respeten los derechos de propiedad al efecto de concretarse. Esta es la diferencia entre Canadá y Uganda. Esta es la diferencia que explica los salarios diferentes entre Hudson y La Paz. No es que en el primer caso los empresarios sean más generosos y en el segundo más agarrados, es que aquellos se ven obligados a pagar remuneraciones más elevadas, de lo contrario no encuentran trabajo disponible. En países de altas tasas de capitalización como sigue siendo, por ahora, EE.UU., en general las amas de casa no pueden afrontar tal cosa como servicio doméstico, no debido a que no les gustaría contar con ese servicio sino porque deben competir en salarios con puestos de trabajo de más alta productividad que se traducen en erogaciones elevadas.
Las “conquistas sociales” de salario mínimo y demás aspiraciones de deseos conducen indefectiblemente al desempleo puesto que a esa remuneración artificial no se encuentra trabajo. No hay alquimias posibles: los ingresos en términos reales son consecuencia de las antedichas tasas de capitalización. Esto lo saben sobradamente muchos de los bribones al frente de gobiernos pero juegan con la ignorancia de los desprevenidos. Explotan miserablemente la pobreza en desaprensivas campañas electorales. Prometen pensiones estatales y arrancan el fruto del trabajo ajeno en base a sistemas quebrados por su naturaleza. No se necesita ser un experto en interés compuesto y análisis actuarial para detectar la trampa en lugar de considerar sagrado el salario para que cada uno disponga de lo suyo como lo considere pertinente. Se declaman “obras sociales” que al politizarse resultan una vergüenza, en lugar de permitir la competencia en servicios que son esenciales.
Se compran y venden legislaciones como si se tratara de bienes a disposición de los politicastros de turno. Todo este nefasto sistema resulta una burla a la inteligencia. “¡Hasta cuando abusarás de nuestra paciencia Catilina !”. En otra oportunidad denominé a todo este nefasto e inaudito sistema la kleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones: de propiedades a través de una maraña de impuestos, inflaciones y deudas escandalosas, ladrones de vidas arruinadas por tanto despojo y ladrones de libertades por imposiciones que asfixian las autonomías individuales. La democracia se ha transformado en kleptocracia.
Estas políticas lamentables perjudican a todos pero muy especialmente a los relativamente más pobres, los cuales naturalmente aumentan por minuto debido a la acentuación de las medidas que esquilman a la población. En nombre de los pobres se destroza a los pobres. Debido a los medios de comunicación del momento podemos comprobar los correlatos en las promesas electorales en muy diversos lugares del planeta. Siempre la misma cantinela: que la herencia del gobierno anterior es agobiante, que esta vez habrá justicia y seguridad, que se combatirá la pobreza, que no habrá corrupción, que se pondrá orden en las finanzas, todo hasta el próximo turno electoral donde se repite con machacona insistencia la lúgubre y macabra representación teatral de siempre.
Mientras no se dedique el suficiente tiempo a estudiar y difundir los principios sobre los que se basa una sociedad abierta, no habrá posibilidad de rectificar el rumbo. Como sabiamente decía Jefferson “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”. No podemos esperar que el problema lo resuelvan otros. Cada persona, independientemente a que se dedique, está interesada en que se la respete, por ende, debe dedicarle el tiempo suficiente a la preservación del sistema de libertad, lo cual no ocurre automáticamente sino que es el resultado de la perseverancia y la constancia en el estudio de sus fundamentos al efecto de poder defenderlo con argumentos bien expuestos.
Lawrence Reed, el Presidente de la Foundation for Economic Education, institución pionera —fundada en 1946— en cuanto a la difusión del ideario de libertad, ha publicado un escrito de gran importancia donde se pone claramente de manifiesto la necesidad y la obligación moral de cada persona de contribuir cotidianamente a fortalecer la filosofía que permitirá que se respeten en sus derechos. Cierro esta nota con la transcripción de ese escrito que consiste en una lista para comprobar el grado de nuestra filiación a la libertad según sea nuestra respuesta a cada consulta:
“-He sacado el tema en una conversación y es de desear que haya prendido una luz, por lo menos en una persona.
-La defendí cuando fue desafiada por el error.
-Mejoré mi propio conocimiento sobre la literatura de la libertad al efecto de ser un mejor patrocinador.
-Escribí una carta el editor en defensa de la libertad.
-Recomendé un buen artículo, libro o película que se pronuncia por valores consistentes con una sociedad libre.
-Envié un cheque personal a una organización que trabaja en pos del ideario de libertad.
-Resistí la tentación de aceptar algo del gobierno que no me pertenecía.
-Adopté medidas que limpian mi propio comportamiento para ser un ejemplo sólido de las virtudes necesarias para que pueda florecer una sociedad libre.
-Detecté por lo menos un texto de mi hijo o hija que le fue asignado en el colegio y expliqué a mis descendientes las falacias que encontré y me quejé al colegio frente a las que fueron especialmente llamativas.
-Le comuniqué por lo menos a uno de mis representantes que si él o ella votan nuevamente por más funciones gubernamentales, haré todo lo posible para que sea derrotado en la próxima elección.
-Le manifesté a mi alma mater universitaria que si no contratan profesores que saben presentar y defender el caso de la libre empresa, nunca obtendrán un centavo de mi parte.
-No hice nada por la libertad hoy, excepto el disfrutar de sus frutos mientras dejé en manos de otros la batalla por su restauración y preservación. Esencialmente, hoy fui un beneficiario del esfuerzo ajeno.”
Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES ASAMBLEA NACIONAL, UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
Curiosamente hay quienes piensan que los gobiernos (léase los contribuyentes) de Alemania y Francia pueden disimular la hecatombe griega con “ayudas” financieras pero en realidad le pondrán una soga al cuello ya que los incentivos operarán para que sus gobernantes continúen la fiesta del gasto y la deuda hasta que otra vez se topen violentamente contra la dura pared de los hechos. En España, el megalómano de Rodríguez Zapatero ha elevado el desempleo al 19% fruto de la obstinada rigidez que genera la retrógrada legislación laboral, ha endeudado a los españoles en un 73% del producto bruto interno y ha fabricado un déficit que llega al 11% de aquel guarismo en un contexto de alarmante gasto estatal del cual los mal llamados planes de seguridad social (más precisamente de inseguridad antisocial) ocupan una proporción muy significativa. Se dice que la ministro de economía Salgado habría insinuado la posibilidad de que España se salga del Euro (pesetizar) para decretar una devaluación, lo cual, naturalmente, entre otras cosas, provocará una corrida bancaria. Y no es que el que estas líneas escribe simpatice con la unificación monetaria y la consiguiente concentración de poder, se trata de poner en evidencia una carrera suicida para ver quien bate más récords y mejora la marca de desatinos.
En todo caso, dejemos por un instante la descripción de los Frankenstein económicos del momento y centremos nuestra atención en el problema de fondo que es común a todos los países que hoy atraviesan por serias dificultades. El eje central estriba en la idiotez de pretender el enriquecimiento por decreto y sostener gastos gubernamentales más elevados de lo que pude absorber con su trabajo la población. Desconocer esto es como representar a Hamlet sin el Príncipe de Dinamarca, tal como manifestó Johan Norberg en otro contexto.
Los ingresos y salarios en términos reales dependen exclusivamente de las tasas de capitalización, es decir, de inversiones en equipos, instalaciones, combinaciones creativas de factores de producción, conocimientos aplicados a la productividad que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. A su vez, esos ahorros destinados a nuevas inversiones requieren marcos institucionales civilizados que respeten los derechos de propiedad al efecto de concretarse. Esta es la diferencia entre Canadá y Uganda. Esta es la diferencia que explica los salarios diferentes entre Hudson y La Paz. No es que en el primer caso los empresarios sean más generosos y en el segundo más agarrados, es que aquellos se ven obligados a pagar remuneraciones más elevadas, de lo contrario no encuentran trabajo disponible. En países de altas tasas de capitalización como sigue siendo, por ahora, EE.UU., en general las amas de casa no pueden afrontar tal cosa como servicio doméstico, no debido a que no les gustaría contar con ese servicio sino porque deben competir en salarios con puestos de trabajo de más alta productividad que se traducen en erogaciones elevadas.
Las “conquistas sociales” de salario mínimo y demás aspiraciones de deseos conducen indefectiblemente al desempleo puesto que a esa remuneración artificial no se encuentra trabajo. No hay alquimias posibles: los ingresos en términos reales son consecuencia de las antedichas tasas de capitalización. Esto lo saben sobradamente muchos de los bribones al frente de gobiernos pero juegan con la ignorancia de los desprevenidos. Explotan miserablemente la pobreza en desaprensivas campañas electorales. Prometen pensiones estatales y arrancan el fruto del trabajo ajeno en base a sistemas quebrados por su naturaleza. No se necesita ser un experto en interés compuesto y análisis actuarial para detectar la trampa en lugar de considerar sagrado el salario para que cada uno disponga de lo suyo como lo considere pertinente. Se declaman “obras sociales” que al politizarse resultan una vergüenza, en lugar de permitir la competencia en servicios que son esenciales.
Se compran y venden legislaciones como si se tratara de bienes a disposición de los politicastros de turno. Todo este nefasto sistema resulta una burla a la inteligencia. “¡Hasta cuando abusarás de nuestra paciencia Catilina !”. En otra oportunidad denominé a todo este nefasto e inaudito sistema la kleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones: de propiedades a través de una maraña de impuestos, inflaciones y deudas escandalosas, ladrones de vidas arruinadas por tanto despojo y ladrones de libertades por imposiciones que asfixian las autonomías individuales. La democracia se ha transformado en kleptocracia.
Estas políticas lamentables perjudican a todos pero muy especialmente a los relativamente más pobres, los cuales naturalmente aumentan por minuto debido a la acentuación de las medidas que esquilman a la población. En nombre de los pobres se destroza a los pobres. Debido a los medios de comunicación del momento podemos comprobar los correlatos en las promesas electorales en muy diversos lugares del planeta. Siempre la misma cantinela: que la herencia del gobierno anterior es agobiante, que esta vez habrá justicia y seguridad, que se combatirá la pobreza, que no habrá corrupción, que se pondrá orden en las finanzas, todo hasta el próximo turno electoral donde se repite con machacona insistencia la lúgubre y macabra representación teatral de siempre.
Mientras no se dedique el suficiente tiempo a estudiar y difundir los principios sobre los que se basa una sociedad abierta, no habrá posibilidad de rectificar el rumbo. Como sabiamente decía Jefferson “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”. No podemos esperar que el problema lo resuelvan otros. Cada persona, independientemente a que se dedique, está interesada en que se la respete, por ende, debe dedicarle el tiempo suficiente a la preservación del sistema de libertad, lo cual no ocurre automáticamente sino que es el resultado de la perseverancia y la constancia en el estudio de sus fundamentos al efecto de poder defenderlo con argumentos bien expuestos.
Lawrence Reed, el Presidente de la Foundation for Economic Education, institución pionera —fundada en 1946— en cuanto a la difusión del ideario de libertad, ha publicado un escrito de gran importancia donde se pone claramente de manifiesto la necesidad y la obligación moral de cada persona de contribuir cotidianamente a fortalecer la filosofía que permitirá que se respeten en sus derechos. Cierro esta nota con la transcripción de ese escrito que consiste en una lista para comprobar el grado de nuestra filiación a la libertad según sea nuestra respuesta a cada consulta:
“-He sacado el tema en una conversación y es de desear que haya prendido una luz, por lo menos en una persona.
-La defendí cuando fue desafiada por el error.
-Mejoré mi propio conocimiento sobre la literatura de la libertad al efecto de ser un mejor patrocinador.
-Escribí una carta el editor en defensa de la libertad.
-Recomendé un buen artículo, libro o película que se pronuncia por valores consistentes con una sociedad libre.
-Envié un cheque personal a una organización que trabaja en pos del ideario de libertad.
-Resistí la tentación de aceptar algo del gobierno que no me pertenecía.
-Adopté medidas que limpian mi propio comportamiento para ser un ejemplo sólido de las virtudes necesarias para que pueda florecer una sociedad libre.
-Detecté por lo menos un texto de mi hijo o hija que le fue asignado en el colegio y expliqué a mis descendientes las falacias que encontré y me quejé al colegio frente a las que fueron especialmente llamativas.
-Le comuniqué por lo menos a uno de mis representantes que si él o ella votan nuevamente por más funciones gubernamentales, haré todo lo posible para que sea derrotado en la próxima elección.
-Le manifesté a mi alma mater universitaria que si no contratan profesores que saben presentar y defender el caso de la libre empresa, nunca obtendrán un centavo de mi parte.
-No hice nada por la libertad hoy, excepto el disfrutar de sus frutos mientras dejé en manos de otros la batalla por su restauración y preservación. Esencialmente, hoy fui un beneficiario del esfuerzo ajeno.”
Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
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