miércoles, 15 de diciembre de 2010

UNA UNIDAD SUPERIOR. TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

Recogí mis ideas sobre una tercera opción en un e-book de ese nombre disponible en Google. Lo hice antes de las elecciones legislativas a conciencia de que los resultados polarizantes opacarían el planteamiento. En efecto, la “victoria” proclamada por la oposición reforzó en los venezolanos la idea de que una unidad opositora era la única vía para afrontar los graves riesgos que se abatían sobre la república. De nuevo invito a mis compatriotas a leer ese mi libro porque tengo la certeza ética de que sus planteamientos están absolutamente vigentes.

La forma misma en que quedó conformada la nueva Asamblea Nacional indicó con toda claridad que se había sacrificado todo en aras de un electoralismo insensato. Se había aceptado la LOPE, el REP, el abuso oficial y se habían utilizado marchas sin sentido para diluir la voluntad de la gente a la espera de un proceso electoral donde la determinación de nuevas circunscripciones hacía imposible que la votación obtenida se reflejase en número de diputados electos.

Advertimos también que el resultado no conduciría a otra cosa que a la proclama de que en el 2012 se obtendría una resonante victoria. Obviando por los momentos los alarmantes resultados de la elección parcial del 5 de diciembre debo decir meridianamente que la unidad representada en la MUD por los disminuidos partidos políticos, cuya votación no es más que muestra de una que el país concede por su monopolio de las postulaciones, no basta ni es autosuficiente para enfrentar los graves dilemas que nos acosan.

La polarización es dañina, extremadamente dañina. El régimen vive de ella y debemos decir que la MUD también. Es una retroalimentación donde gana siempre el que detenta el poder. Es más, una simple lectura de las primeras páginas de los diarios nacionales muestra una peligrosa tendencia a una confrontación más grave. Por ejemplo, los ganaderos acosados por expropiaciones a granel reaccionan diciendo que defenderán sus propiedades con sus vidas, lo que nos recuerda situaciones de países vecinos. No están dadas las condiciones para una guerra civil –he dicho- observando paralelamente que todos los días se riega esa semilla. No soy oráculo para adivinar el futuro y para saber de antemano si esa peligrosa planta crecerá, pero constato que se riega.

Entrampados entre quienes tienen como única estrategia la participación electoral y un régimen que burla los resultados electorales e impone su voluntad conservando el tenue disfraz democrático, es menester que el país comience a preguntarse sobre nuevas e innovadoras salidas a una crisis que no arrastra sectores al despeñadero sino a la nación toda. Mantener el cuadro actual, seguir eludiendo las responsabilidades para decirle a los venezolanos que en el 2012 se ganará con este diseño es un absurdo, como lo es la prepotencia descabellada del poder que llega a los extremos de aprovecharse de una tragedia natural no sólo para incentivar el odio social sino para avanzar en un proyecto que sólo conduce a la eternización de un hombre.

Aquí no se trata, entonces, de una unidad de un sector; se trata de la unidad de diversos sectores, chavistas y no chavistas, disidentes del oficialismo o de quienes aún permanecen dentro de él por falta de alternativa, aunque estén seriamente preocupados por el rumbo que lleva este proceso. Se trata de una unidad superior, una que excede a MUD o a opositores. Lo que se requiere es la convergencia hacia la constitución de lo que ahora denomino un Frente de Rescate Nacional que debe tener como primer propósito la reapertura de un verdadero juego democrático.

Para reabrirlo tiene que haber acuerdos básicos. Respeto al Estado de Derecho, lo que implica cese de persecuciones o abstención de las mismas sin fundamento jurídico válido, de manera que no se produzcan retaliaciones por viejos rencores. Un acuerdo de respeto a todo avance social que se haya logrado en este período y el mantenimiento o conformación de una real política de atención a la pobreza y una revisión cuidadosa y sin prejuicios sobre el cuadro legal heredado. Nada excluye la participación electoral, pero ella sólo puede ocupar el espacio que le corresponde en una estrategia global, no ser la estrategia misma. Es obvio que mi planteamiento pasa por un respeto absoluto a la legalidad.

No es menester hacer una incisiva lista de acuerdos, bastan los ejemplos citados para unir en torno a la necesidad de búsqueda de una salida absolutamente enmarcada dentro del texto constitucional vigente. En mi libro “La tercera opción” –y en otros- creo hay suficientes conceptos sobre una democracia del siglo XXI como para discutir sobre el proyecto político que deseamos, uno que va más allá de la simple democracia tradicional.

Es mi llamado al país, esto es, un llamado a una unidad superior donde participen sectores de las más variadas tendencias bajo la convicción de la necesidad de reapertura de los espacios de libertad, participación y respeto.

Chavistas y no chavistas tenemos enfrente un serio problema llamado Hugo Chávez.


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