El gobierno tiene miedo. Finge fuerza, hace gestos fieros como los bailes maoríes de los jugadores neozelandeses, toma medidas desesperadas y destructivas. Pero tiene miedo.
Tiene miedo a Globovisión y a la libertad de expresión y el derecho a la información. Y a Internet, y al Twitter y las redes sociales. Tiene miedo a las ideas ajenas, al pensamiento libre, a la verdad.
Tiene miedo a los nuevos diputados a la Asamblea Nacional. Por eso se apura a sacar en diciembre, las leyes que no pudieron aprobar en todo el período. Y además a plantear una habilitante ilógica, inconstitucional y antidemocrática, porque prolonga por un año el período del parlamento saliente. Del artículo 202 en adelante está en la Constitución el proceso de formación de las leyes, el cual se han tragado entero con el apuro descarado, la prisa de asaltantes que irrumpen en la noche en casa ajena, para levantar su Muro de Berlín legislativo. Tendrán, desde el 5 de enero, la mayoría que lograron con menos votos y más trucos legales. Pero temen que los 65 diputados de la Unidad y los 2 de PPT, tengan más razones y mejores argumentos, más convicción y mejor ánimo, que los 98 de la coalición oficialista Psuv-PCV.
Tiene miedo a que sus propios diputados, los que acaban de elegir el 26 de septiembre y que en buena proporción fueron puestos a dedo por el Presidente o escogidos por los gobernadores rojos, y todos avalados por el comandante que hizo suya su campaña. Tan poca confianza les tienen, tanto miedo tienen a que una vez en el Capitolio actúen según su conciencia, que aprueban a la carrera la “ley anti talanquera”, cuyo nombre ya indica el pobre concepto en el que tienen a sus parlamentarios y que viola abiertamente el Art. 201 de la Constitución.
Tiene miedo a la Constitución. A su efectivo imperio. A su vigencia real. Por eso se asegura un TSJ servil, que lo será hasta que deje de serlo, como le pasó a Cipriano Castro a comienzos del siglo pasado. Por eso no acepta una Asamblea que cumpla con su deber constitucional, ni una Contraloría que controle, ni un Ministerio Público que busque la justicia, ni una Defensoría del Pueblo que promueva los derechos humanos, ni gobernadores y alcaldes que actúen con autonomía.
Tiene miedo a la realidad. Por eso plantea una habilitante con la excusa de las lluvias, pero cuyo ámbito de materias (y las 20 leyes que ya tiene “listas”) muestran por sí solas que lo de los aguaceros es un cuento, un embuste, una excusa. Porque no hay habilitación que le permita construir las casas que no ha construido en doce años, como no ha podido, no ha querido o no ha sabido, controlar la inflación, dominar la inseguridad, estimular el empleo de calidad, garantizar la producción y el abastecimiento de productos, asegurar buenos servicios de electricidad y agua para todos los venezolanos.
Tiene miedo a la Unidad. Nunca creyó que de verdad iba a lograrse. Un acuerdo amplio para postular candidatos, para presentar un programa y una agenda parlamentaria. Una alternativa que acaba de recibir, oficialmente y a pesar de las trampas y el ventajismo, 5.3 millones de votos.
Tiene miedo a su propia incompetencia. En la intimidad de sus pensamientos, sabe que las cosas no las hace o las hace mal. Envidia a los gobernadores democráticos, a Morel y a Capriles Radonski, a Henrique Fernando y a Ledezma, a Pérez Vivas y a Pablo, porque con menos recursos y por encima del acoso del poder central, tienen más logros y más obras y son más populares, y lo superan sin duda en el área de los programas sociales, que es lo que más le duele. Envidia al sector privado. No soporta a las universidades, al conocimiento, a la experiencia. No entiende cómo es que los trabajadores de las empresas estatizadas se rebelan y por qué los de las empresas amenazadas las defienden. No hace, compra hecho. Si el dueño es extranjero, lo paga. Si es venezolano, se lo quita. Para después proclamar que es “hecho en socialismo” lo que ya estaba en plena producción y se lo cogieron.
Tiene miedo al pueblo que con su voto va enseñándole la puerta de salida. Que en las encuestas deja claro que no está de acuerdo. Lo hizo en 2007 con la reforma, en 2008 con los gobernadores y alcaldes y, sobre todo, en 2010 con los diputados.
El gobierno tiene miedo. Eso no quiere decir que no sea peligroso. Al contrario. Los dos años que le quedan va a acelerar, como ya lo está haciendo, sus potencialidades destructivas a ver si logra sembrar en el país un temor mayor que aquel que embarga a quien ha llegado a considerar al poder como una propiedad suya, no en cuanto a pertenencia, sino a característica propia e inseparable de su ser. Pero Venezuela no se saldrá de su camino, no se traicionará a sí misma, no se rendirá.
¡Feliz Navidad a todos, y un 2011 mejor!
ADIOSES
Casi lo mismo me dijeron Edgardo Mondolfi e Inés Quintero, a quienes vi esta semana en sendas despedidas de académicos de la Historia. Primero en la de mi admirado paisano Manuel Caballero, apasionado de la comprensión de Venezuela. Y el viernes en la de Rafael Fernández Heres, cuyas investigaciones sobre la historia de la educación venezolana son referencia indispensable, lo mismo que sus trabajos sobre Villavicencio y Toro. Venezolanos de buena factura. De alma, vida y corazón.
ESTA SEMANA, EN LOS MEDIOS…
“NO SE QUEDEN CALLADOS”
Oswaldo Guillén, al referirse a las proyectadas limitaciones al uso de Internet
En El Nacional, miércoles 15.12.10, pp. 1 (Nación) y 1 (Deportes)EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,MIEDO. RAMÓN GUILLERMO AVELEDO. GLOBOVISIÓN.
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