El Jefe de Estado está en guerra contra la nación que tiene la obligación de representar jurídica y políticamente. Lejos de hacerlo la desprecia tratando de dominarla totalmente y ponerla al servicio de su pretensión de mandar indefinidamente. Todos los sectores están afectados. En un clima de tanta incertidumbre nada puede funcionar bien. Ni lo público, ni lo privado. Lo primero por la incompetencia y elevada dosis de corrupción del régimen. Lo segundo porque lo privado es víctima de la agresión socialista contra la nación como entidad sociológica, es decir, contra las personas naturales y jurídicas.
Dos ejemplos recientes son suficientes para demostrar lo afirmado. La crisis derivada de la ineficiencia gubernamental, más que de las lluvias que también tienen su parte, ha puesto sobre el tapete el enorme déficit de viviendas y el desplome de la infraestructura del país. Pero el tipo no asume su responsabilidad exclusiva y excluyente. La desvía hacia los constructores privados quienes han levantado lo que hay de país, tanto en materia de viviendas para todos los niveles sociales como con relación a las obras de servicio para la población. Las “expropiaciones” decretadas para apoderarse de los desarrollos inmobiliarios terminados, en marcha o en proyectos no servirán ni siquiera para la demagogia que hace con industrias y comercios confiscados o negociados con el sector privado que presenta publicitariamente como si fueran obra del régimen. Farsa indignante.
El otro caso tiene más tiempo en ejecución. Se trata de las apropiaciones indebidas calificadas, robos a mano armada, que suman cerca de dos millones de hectáreas intervenidas, arruinando la productividad de las mismas y arrasando con animales, maquinarias y demás bienes de propiedad privada. Venezuela está importando cerca del 80% de los alimentos que consume. No es difícil saber de quienes es el negocio y los verdaderos beneficiarios. Ciertamente no es el pueblo.
El colmo acaba de ocurrir en el Sur del Lago de Maracaibo. Tierras fabulosas preparadas para la agricultura y la ganadería con el esfuerzo privado de cuatro o cinco generaciones, son orgullo nacional. Desde allá el bárbaro insultó con graves ofensas mentirosas a unos productores que son ejemplo para propios y extraños. Los llama “tierracogientes”, ladrones, explotadores y anuncia la intervención armada de unas 22.000 hectáreas en plena producción. Desconoce que de una generación a otra las fincas se van dividiendo. Nacen de esta manera nuevas unidades de producción autónomas que multiplican la producción, generan más y mejores oportunidades de trabajo en un campo cada vez más tecnificado. Los latifundios se acabaron hace rato. Esos productores son verdaderos héroes nacionales. En condiciones adversas mantienen una actividad que requiere vocación especial. También son recios luchadores. Defenderán lo suyo con todo. Hay que detener la barbarie comunista.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 13 de diciembre de 2010
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