La extrema tensión en la península de Corea revela que no es una fantasía el estallido de una tragedia nuclear, como yo mismo llegué a creer. Fidel es un rey destronado, una sombra incapaz de entender que sin democracia y apertura Cuba se hunde en un pantano de muerte, pero por lo visto está informado de lo que se ventila en el Cercano y Lejano Oriente. Los alardes de Kim Jong Il y la agresividad de Irán no parecen amagos retóricos. Afortunadamente hay demasiadas fuerzas de contención y por eso tampoco es que la guerra está a la vuelta de la esquina.
Lo esperable en Iberoamérica es la configuración de un esquema tripolar. Se ha desplegado una fascinante lucha por la hegemonía, y pese a que prevalece la línea de despolitizar y desideologizar las relaciones políticas y económicas, sigue en pie el ALBA, que piensa exactamente lo contrario. Ha sufrido pérdidas sensibles, detuvo hace rato su marcha expansiva, acusa un cierto aislamiento, y perdió asidero popular, pero no cesa de afirmarse ruidosamente ni de arremeter contra quienes cometan el monstruoso pecado de discrepar y de defenderse de acusaciones e insultos despreciables.
Brasil es la segunda potencia hemisférica después de Estados Unidos. Es la cabeza visible del polo más influyente en la región. Su plataforma es Mercosur, pero una potencia emergente como ésa no se esclaviza a una sola carta. Su activismo extracontinental le garantiza un liderazgo indisputable. Sus opciones están permanentemente abiertas, como lo evidencia su acercamiento con México, segunda economía latinoamericana. Parece cumplirse el axioma de Richard Nixon: ``Adonde vaya Brasil irá Latinoamérica''.
Pero no todo el espacio estaba copado. Un tercer polo se configura nebulosamente. Aprovechando la mayor cercanía ideológica después de las victorias de Piñera y Santos, el presidente Alan García les ha propuesto la formación de un grupo de países bañados por el Pacífico. A diferencia del ALBA, que es un pacto ideológico con una estrategia muy conflictiva, ese grupo tendría un propósito de integración económica sin perjuicio de una fuerte determinación política.
El lecho económico de Colombia, Perú y Chile es potencialmente muy sólido; los tres están creciendo velozmente, diversificando sus exportaciones y se han impregnado de una vocación aperturista que va más allá de la región. Son países que miran al Pacífico y cuyo interés explícito es conectarse con las pujantes economías asiáticas, coincidiendo con ellas en considerar al océano que deslumbró a Balboa, el futuro mare nostrum del mundo. La pauta la dio Chile bajo Bachelet, al estructurar con aquellas un Tratado de Libre Comercio, al cual quiere asociarse Perú y ahora Colombia. Piñera y Santos recibieron complacidos la invitación de García y no por simple cortesía diplomática. El eje de la plataforma del Pacífico podría competir sanamente con el grupo dirigido por Brasil. Son ambos infinitamente más atractivos que el conflictivo y estancado ALBA. Son muchos los que se sienten atraídos por ellos y eso marca una pauta.
Hace noventa años, en su obra España invertebrada, Ortega y Gasset, citando al historiador Mommsen, observó que ``la historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación''. ¿Cuál o cuáles de estos tres grupos serán en Iberoamérica vastos sistemas de incorporación de territorios, pueblos y gobiernos? No veo en este momento sino dos: los países de la plataforma del Atlántico y --si llegara a cristalizar la iniciativa de Alan García-- los que lo hacen al Pacífico. Y por lo tanto --insistamos con Ortega y Gasset-- probablemente serán los que escriban la historia de la nación latinoamericana.
Por supuesto, si a Kim Jong Il no le da por ponerse a puyar como un niño el tablero de misiles con cabezas atómicas.
Lo esperable en Iberoamérica es la configuración de un esquema tripolar. Se ha desplegado una fascinante lucha por la hegemonía, y pese a que prevalece la línea de despolitizar y desideologizar las relaciones políticas y económicas, sigue en pie el ALBA, que piensa exactamente lo contrario. Ha sufrido pérdidas sensibles, detuvo hace rato su marcha expansiva, acusa un cierto aislamiento, y perdió asidero popular, pero no cesa de afirmarse ruidosamente ni de arremeter contra quienes cometan el monstruoso pecado de discrepar y de defenderse de acusaciones e insultos despreciables.
Brasil es la segunda potencia hemisférica después de Estados Unidos. Es la cabeza visible del polo más influyente en la región. Su plataforma es Mercosur, pero una potencia emergente como ésa no se esclaviza a una sola carta. Su activismo extracontinental le garantiza un liderazgo indisputable. Sus opciones están permanentemente abiertas, como lo evidencia su acercamiento con México, segunda economía latinoamericana. Parece cumplirse el axioma de Richard Nixon: ``Adonde vaya Brasil irá Latinoamérica''.
Pero no todo el espacio estaba copado. Un tercer polo se configura nebulosamente. Aprovechando la mayor cercanía ideológica después de las victorias de Piñera y Santos, el presidente Alan García les ha propuesto la formación de un grupo de países bañados por el Pacífico. A diferencia del ALBA, que es un pacto ideológico con una estrategia muy conflictiva, ese grupo tendría un propósito de integración económica sin perjuicio de una fuerte determinación política.
El lecho económico de Colombia, Perú y Chile es potencialmente muy sólido; los tres están creciendo velozmente, diversificando sus exportaciones y se han impregnado de una vocación aperturista que va más allá de la región. Son países que miran al Pacífico y cuyo interés explícito es conectarse con las pujantes economías asiáticas, coincidiendo con ellas en considerar al océano que deslumbró a Balboa, el futuro mare nostrum del mundo. La pauta la dio Chile bajo Bachelet, al estructurar con aquellas un Tratado de Libre Comercio, al cual quiere asociarse Perú y ahora Colombia. Piñera y Santos recibieron complacidos la invitación de García y no por simple cortesía diplomática. El eje de la plataforma del Pacífico podría competir sanamente con el grupo dirigido por Brasil. Son ambos infinitamente más atractivos que el conflictivo y estancado ALBA. Son muchos los que se sienten atraídos por ellos y eso marca una pauta.
Hace noventa años, en su obra España invertebrada, Ortega y Gasset, citando al historiador Mommsen, observó que ``la historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación''. ¿Cuál o cuáles de estos tres grupos serán en Iberoamérica vastos sistemas de incorporación de territorios, pueblos y gobiernos? No veo en este momento sino dos: los países de la plataforma del Atlántico y --si llegara a cristalizar la iniciativa de Alan García-- los que lo hacen al Pacífico. Y por lo tanto --insistamos con Ortega y Gasset-- probablemente serán los que escriban la historia de la nación latinoamericana.
Por supuesto, si a Kim Jong Il no le da por ponerse a puyar como un niño el tablero de misiles con cabezas atómicas.
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