No es que no haya agotado mi capacidad de asombro, pero ver a Hugo Chávez regresar de Argentina, y sin haberse secado las lágrimas que presuntamente derramó por la muerte de su amigo y aliado, Néstor Kirchner, emprenderla contra Polar y su presidente, Lorenzo Mendoza, me ha colocado en la idea de que no diferencias políticas, sino odio personal, es que lo separa al teniente coronel del principal directivo de la más importante empresa privada del país.
Arrebato que podría explicarse si Mendoza y Polar se mantuvieran a la cabeza de un movimiento político opositor que buscara la caída del régimen, o que por trastienda, y entre gallos y medianoche, conspiraran con sectores militares, o de otra índole, para los mismos fines, pero que sepamos no hay nada parecido, y como fue tradición y cultura en sus fundadores, Polar sólo se enfoca desde hace cincuenta años en los objetivos para los que fue creada: la producción, procesamiento, distribución y ventas de alimentos.
Quiero subrayar que en este programa -que ya figuraba en sus bases constitutivas-, ha hecho historia, pues no sólo ha contribuido mejor que ningún gobierno a que la llamada seguridad alimentaria sea una realidad y no un sueño, sino que ha innovado creando productos como la harina pan que ha revolucionado la dieta de los venezolanos, a la par que participa en investigaciones agrotécnicas con resultados clave para que la agricultura en general, y la producción de alimentos en particular, mejoren su presencia, recurrencia y permanencia en las mesas de los hogares.
Y todo, confrontando y derrotando políticas económicas oficiales que iban, desde el control de cambio, hasta los controles de precios, pasando por licencias, permisos y decomisos que son como una carta de presentación de la corrupción venezolana de todos los tiempos.
Pero, Empresas Polar, igualmente, ha llevado a cabo iniciativas invaluables en la cultura y el deporte que sería prolijo enumerar y evaluar, sin olvidarnos de la obra social que se traduce en becas, aportes, ayuda personal y colectiva para instituciones benéficas, asistencia a comunidades para sus propios planes de desarrollo, y cobertura a pequeñas y medianas empresas que necesitan de asesorías y recursos para que los planes de sus fundadores no pasen del papel.
En otras palabras: que mucho antes del fin de la “Guerra Fría” que exponenció el interés del conjunto de los factores políticos y económicos mundiales por la suerte de los que menos tienen y de los más vulnerables y necesitados, ya Polar había andado un trecho largo en esa dirección, contribuyendo al surgimiento de la llamada “empresa social”, y por eso, independientemente de los modelos, partido y líderes que gobernaban el país, Polar ya era Polar, y simbolizaba esa voluntad venezolana de participar, de involucrarse en lo circunstancial, pero sin perder de vista que lo básico, lo permanente y lo esencial estaba en el trabajo que crea riqueza para que la solidaridad y la fraternidad no sean un fiasco.
La gran pregunta es: ¿cómo un gobierno como el de Hugo Chávez que, supuestamente, también tiene como fin el progreso y el bienestar de los venezolanos, y en particular, el de los que más sufren, el de los más pobres y los más vulnerables, no tiene como aliado sino como enemigo a Polar, no le tiende la mano para marchar juntos en el objetivo común, sino que hace todo lo posible por asfixiarla, estrangularla y desaparecerla, y por qué en lugar de incorporar sus experiencias a los planes con que pretende Chávez salvar a Venezuela, América latina y la humanidad, no hace sino negarla, presentándose él, que no ha hecho nada, o muy poco, como el norte y guía de la vida nacional?
La respuesta es sencilla y ofrece todo un decálogo del compartimiento de los demagogos que, hambrientos de poder, no tienen otro norte que granjearse apoyos entre los más pobres y los más necesitados para instaurar dictaduras y poderes omnímodos, fuerzas incontrolables y violencia extraconstitucional de la cual surja una sola voz y un solo mando.
Y no importa que para ello las recetas indiquen establecer regímenes autoritarios, militaristas y cuartelarios de derecha, que basándose en el solo argumento de la represión, la fuerza y la violencia cubran la ruta que hicieron los Gómez, Trujillo, Somoza, Pérez Jiménez, Franco, Videla y Pinochet.
Pero, también el modelo hacia la dictadura y el poder personal e incontrolable, puede encontrarse en las ideologías de izquierda, salvacionistas y redencionistas, que, partiendo de la urgencia de solucionar la pobreza, las desigualdades y las injusticias, concluyen, en el supuesto equivocado, que ello sólo es posible sino poniéndose al margen de la ley, construyendo el poder de élites que encabezadas por caudillos siembren el terror y el miedo, con sus correlatos el partido único y el pensamiento único.
Lenin, Stalin, Perón, Mussolini, Mao, Castro, son los ejemplos a seguir en este modelo, como que esgrimiendo la bandera de que sus atropellos y violaciones de los derechos humanos debían excusárseles porque se hacían a nombre de la justicia y la igualdad social, casi todos murieron empuñando las riendas del poder.
Y en ese contexto, no hay dudas que cualquier otro poder que coexista, subsista o sobreviva, sea político, económico, social, religioso o cultural, debe ser asfixiado, estrangulado, negado, perseguido, acosado, destruido y en la medida de lo posible, desaparecido de la memoria de la sociedad y de los hombres.
Sobre todo, tratándose de gobiernos corruptos, incompetentes y personalistas que eligiendo modelos inviables como el comunismo que segrega el totalitarismo marxista, tienen y temen verse confrontados con la eficiencia, la transparencia, la creatividad, el trabajo en equipo y el clima democrático que se respira en empresas como la que preside Lorenzo Mendoza.
De ahí que no dude que a medida que colapsa Pdvsa, que siga pudriéndose la comida que importa el gobierno, que el país descienda hacia los escalones más bajos en los índice de inseguridad y corrupción en el mundo, que las calles se hundan en la basura, y que la educación y la salud prácticamente no existan, Polar sea el infierno de Chávez, la pesadilla que no lo deja pegar los ojos y la sombra que lo acosa cada vez, que por su culpa, muere una familia tapiada en un barrio por la falta de vivienda, un niño fallece de desnutrición y en los barrios los ajustes de cuentas y el tráfico de droga ciegan la vida de niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos y de seres humanos que ven con asombro adonde los llevó la utopía y el demagogo que les prometió el paraíso terrenal.
En estos últimos meses, hemos visto que trabajadores de Polar han salido a las calles para defender la empresa y denunciar el rencor y resentimiento que guían al presidente y a sus ministros en su guerra contra Polar, actitud que no puede ser más sincera, espontánea y patriótica y establece los parámetros hacia dónde conduce un gobierno colectivista como el de Hugo Chávez al país y hacia donde una empresa privada eficiente y exitosa, de enorme vocación social y tramada con la apuesta por el progreso, el bienestar, la libertad y la democracia.
Chávez, por el contrario, no ve sino las protestas de obreros que, bien porque la inflación les ha pulverizado sus salarios, por la caída de la calidad en sus empleos, o porque el gobierno se niega a discutir sus contratos colectivos, salen a la calle a clamar por el fin de una pesadilla que ya les lleva una fracción no solo larga, sino irrecuperables de sus vidas.
La paliza electoral del 26 de septiembre pasado es buena parte de ello, pues, ni siquiera de los obreros cuya participación política y sus votos son controlados por la burocracia estatal, puede decirse que mantengan otro propósitos político que restarle poder a la neodictadura de Chávez y sacarlo de la presidencia en las elecciones presidenciales del 2012.
Guerra cuyo centro está en la encrucijada de la destrucción de Polar por Chávez y su gobierno, o en su defensa por los millones de demócratas que sienten que no sólo simbólica, sino históricamente, es una pertenencia a la que no podemos renunciar, ni entregar.
manumalm912@cantv.net
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