El objetivo del ajedrez es capturar al rey del otro jugador. La captura no se completa nunca, pero una vez que el rey es atacado y no puede escapar de esa captura, se dice que es un jaque mate y el juego finaliza con el triunfo de quien ha logrado inmovilizar al de mayor jerarquía entre las piezas del jugador contrario.
Claro está que para lograr ese objetivo estratégico hay que desarrollar una serie de actividades tácticas que nos conduzcan con éxito al logro que perseguimos.
En el juego de ajedrez que estamos involucrados muchísimos venezolanos, contra el actual desgobierno, existen dos equipos enfrentados con la diferencia de que las piezas que defienden al rey a derrocar actúan con un solo plan de defensa y ataque y quienes estamos en el equipo contrario cantamos la misma canción pero con infinitas variaciones sobre un mismo tema.
Nuestras torres se escudan detrás de la obediencia debida olvidándose que ese principio ha sido abolido hace mucho tiempo. Nuestros caballos muchas veces adelantan al son que les toquen o viven debatiendo cual es el mejor adelanto triple para ir acorralando al rey contrario. Nuestros alfiles disputándose los corredores para ver quien accede a más cargos de representación. Nuestra reina, a veces, mira embelesada a nuestro rey creyéndolo el ungido para dar el paso final hacia el triunfo.
Los peones están divididos entre los que atacan dentro de un plan, los que atacan sin orden ni concierto y los que ni siquiera se mueven para acometer alguna acción.
Rasgando la metáfora ajedrecista, creo que la salida es jugar inteligentemente en este tablero. Debemos reconocer que aquí debemos actuar unidos tras una estrategia que nos permita en el futuro jugar en tableros propios. Entender que en este tablero estamos muchos que pensamos diferente con ideologías disimiles y que solo nos une la necesidad de salir triunfadores en este escenario. Atendamos, prioritariamente a esta necesidad para después, en un tablero realmente diferente, dirimamos nuestras diferencias ante el país y que este juzgue quienes tienen la razón para construir una nueva Venezuela.
Enfrascarnos en disputas infecundas sobre quien es más o menos socialista, o quien es más o menos liberal, o quien tiene mayor fuerza para movilizar adherentes; es lo más absolutamente estéril que podemos hacer. Frente a esta situación no podemos ser practicantes ni de lo uno ni de lo otro. Debemos seguir fortaleciendo nuestra posición pero sumándola al esfuerzo conjunto de lograr el objetivo estratégico que nos demanda la historia como pueblo que no es otro que el de recuperar un país democrático en el cual se destaque aquel que este en mayor concordancia con las aspiraciones de los ciudadanos y tenga la consistencia para convencerlos.
Un llamado a toda la disidencia para que depongamos transitoriamente nuestras diferencias y nos unamos en una sola fuerza para derrotar constitucionalmente a la autocracia. Después de haberlo logrado iniciemos la lucha democrática por hacer valer nuestros puntos de vista personales o grupales.
Convenzámonos de que en este escenario nada distinto a esto podemos hacer. Las utopías hay que sepultarlas y caminar a paso firme sobre las realidades.
carlos.padilla.carpa@gmail.com
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Nuestras torres se escudan detrás de la obediencia debida olvidándose que ese principio ha sido abolido hace mucho tiempo. Nuestros caballos muchas veces adelantan al son que les toquen o viven debatiendo cual es el mejor adelanto triple para ir acorralando al rey contrario. Nuestros alfiles disputándose los corredores para ver quien accede a más cargos de representación. Nuestra reina, a veces, mira embelesada a nuestro rey creyéndolo el ungido para dar el paso final hacia el triunfo.
Los peones están divididos entre los que atacan dentro de un plan, los que atacan sin orden ni concierto y los que ni siquiera se mueven para acometer alguna acción.
Rasgando la metáfora ajedrecista, creo que la salida es jugar inteligentemente en este tablero. Debemos reconocer que aquí debemos actuar unidos tras una estrategia que nos permita en el futuro jugar en tableros propios. Entender que en este tablero estamos muchos que pensamos diferente con ideologías disimiles y que solo nos une la necesidad de salir triunfadores en este escenario. Atendamos, prioritariamente a esta necesidad para después, en un tablero realmente diferente, dirimamos nuestras diferencias ante el país y que este juzgue quienes tienen la razón para construir una nueva Venezuela.
Enfrascarnos en disputas infecundas sobre quien es más o menos socialista, o quien es más o menos liberal, o quien tiene mayor fuerza para movilizar adherentes; es lo más absolutamente estéril que podemos hacer. Frente a esta situación no podemos ser practicantes ni de lo uno ni de lo otro. Debemos seguir fortaleciendo nuestra posición pero sumándola al esfuerzo conjunto de lograr el objetivo estratégico que nos demanda la historia como pueblo que no es otro que el de recuperar un país democrático en el cual se destaque aquel que este en mayor concordancia con las aspiraciones de los ciudadanos y tenga la consistencia para convencerlos.
Un llamado a toda la disidencia para que depongamos transitoriamente nuestras diferencias y nos unamos en una sola fuerza para derrotar constitucionalmente a la autocracia. Después de haberlo logrado iniciemos la lucha democrática por hacer valer nuestros puntos de vista personales o grupales.
Convenzámonos de que en este escenario nada distinto a esto podemos hacer. Las utopías hay que sepultarlas y caminar a paso firme sobre las realidades.
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