martes, 2 de noviembre de 2010

LAS IDEAS Y LOS HOMBRES. SIXTO RAMÓN MEDINA REYES

Luis Ignacio Lula Da Silva asumió la presidencia de Brasil en 2003, tras ganar las elecciones en segunda vuelta con el mayor número de votos de la historia democrática brasileña (52.4 millones de votos). Lula sorprendió a propios y a extraños a los siete meses de la toma de posesión cuando, en una declaración que produjo un pequeño terremoto en el campo de las ideas políticas, afirmó que “nunca me gustó ser rotulado como de izquierda”, reabrió un viejo debate, en el cual las ideologías chocan con los imperativos de la praxis, y al mismo tiempo desencadenó la polémica al pronunciar estas palabras en Caracas, justo en el lugar donde estos contrapuntos encienden las pasiones colectivas.

El tema tiene múltiples aristas, sobre todo, cuando Lula esta por entregar el poder. La primera nos pone de lleno frente a la definición de lo que es un hombre de Estado ¿Debe este último atarse a un esquema rígido de ideas o seguir, con temperamento flexible, los dictados de la realidad? En 1998 Lula tronaba desde los rangos de la oposición y se proclamaba candidato de izquierda. Desde que asumió las responsabilidades de gobierno, renegó con humor esa condición ¿Dónde encontrar la punta de una explicación posible?

En realidad durante todo el siglo XX, el rumbo de la izquierda siempre tuvo que enfrentar el obstáculo de las realidades heredadas en el marco delimitado por dos propuestas: la que recomendaba sacrificar las libertades (dado que, para ella, era una falsa expresión de los intereses de la dominación burguesa) y la que aconsejaba respetar la legalidad, las garantías y derechos constitucionales.

Luego de una historia teñida por la sangre de millones de víctimas y por toda clase de genocidios y holocaustos, el régimen totalitario de partido único se derrumbo estrepitosamente. Dejando sólo en pie la democracia y sus realidades concretas. Al caer aquel proyecto de fabricar un hombre nuevo merced a la imposición dictatorial de una sola verdad desde el Estado, se abandono la idea de montar un sistema económico estatizando todos los medios de producción y de cambio. Lo que quedó tras el descalabro de la Unión Soviética y las transformaciones en China fueron, mas bien, excepciones (Cuba por ejemplo)

La realidad política nos revela que la tradición democrática que se forjó en el último medio siglo en las Américas y en Europa combinó en grados diferentes tres grandes corrientes de ideas: el pensamiento liberal, el pensamiento de inspiración cristiana y el pensamiento social demócrata. Esta suerte de gran pacto dio lugar a una organización estatal dispuesta a poner en práctica tres generaciones de derechos: los derechos civiles, los derechos políticos y los derechos sociales. Para llegar a semejante meta, el requisito indispensable fue- lo es aún - el crecimiento económico. Sin economía en expansión y sin dinamismo demográfico no hay trilogía de derechos capaz de sostenerse en el largo plazo. La reacción de Lula parece ser, a primera vista, la de un político pragmático, de un líder con arrestos carismáticos, que hace honor a su origen social, que reconoce los condicionamientos externos y que no renuncia a emprender reformas necesarias.

sxmed@hotmail.com
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