Por los cuatro costados, somos un país que no se compara con ningún otro.
El pasado 18 de mayo, el gobierno cerró el mercado de permuta de valores, que ponían a sus tenedores en un método legal para obtener divisas. En un país donde casi cualquier cosa es importada, las divisas son fundamentales para mover la economía. Aquí todo se mueve a punta de dólares –máxime con la acción destructora de este gobierno- que ha acabado con la industria nacional. Yo pensaba que a estas alturas del juego los anaqueles de los supermercados privados, se parecieran a los de las redes del estado, llenos tan sólo de productos básicos. Me equivoqué de plano, todavía hay aceite de oliva, aceitunas, mermeladas importadas y otros productos que en mi mente desaparecerían de los estantes. Los venezolanos buscaron salidas y siguieron importando. Por eso Chávez sigue mandando.
Yo tenía la impresión de que los venezolanos reaccionarían a la destrucción masiva que éste gobierno ha ejecutado en el campo venezolano, primero tomando fincas para dejarlas improductivas y ahora tomando a los proveedores, sin necesidad alguna, para terminar haciendo más ineficiente el suministro que se requiere para mantener en pie la producción. Los agricultores no reaccionaron, entregaron sus fincas, sus años de trabajo, bajo la premisa de que esas tierras no las poseían cuando Colon llegó a Venezuela. La falta de combatividad es notoria, con la excepción de Brito, que entrego su vida por sus tierras. Por eso Chávez sigue mandando.
En mi mente giraba la idea que los trabajadores de Guayana, sindicalistas genéticos, no se dejarían avasallar por el gobierno, que se los ha bailado de todas formas y con uso de una ineficiencia que no tiene comparación, destruyó las empresas para las cuales laboran. Tendrán que seguir llorando en silencio, lo que no defendieron con sus gritos. El conformismo los dejó paralizados. Por eso Chávez sigue mandando.
Este gobierno, manejando el país con mayores recursos naturales per cápita de todo el continente suramericano, será el único en decrecer y también el único en manejar inflación de dos dígitos. Cierto que Haití nos quitó la medalla de oro. Este es el país del maletín de Antonini, de los contenedores podridos, del racionamiento eléctrico, con o sin lluvias, de los viajes presidenciales con comitivas de doscientas personas, de los más de cincuenta mil cubanos manejando nuestros asuntos internos, incluyendo los ejércitos, de la reducción pasiva de la producción petrolera, del hundimiento de la costosa plataforma de perforación, sin ningún preso, de las comisiones para comprar cemento y cabillas, del colapso del Metro de Caracas, que mueve al pueblo que dicen amar. Aquí el pueblo aguanta con sumisión este estado de cosas. Por eso Chávez sigue mandando.
Ahora acabará con cualquier intento de construir viviendas, centros comerciales o cualquier otra vaina que pueda ser apetecible para un gobierno arrebatador de oficio. Si seguimos aceptando estas barrabasadas, Chávez seguirá mandando.
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