jueves, 21 de octubre de 2010

ELECCIONES EN BRASIL: NO A LULA, NO A ROUSSEFF, SÍ A SERRA, CHILE LIBERAL

Chile Liberal estima que si los electores brasileños quieren consolidar su democracia y continuar por la senda del progreso iniciada en la década 90, deben votar por José Serra, del conglomerado opositor a Lula da Silva

José Serra y Dilma Rousseff se enfrentan en balotaje el 31 de octubre. Chile Liberal vota por José Serra


Todos ahora hablan del despegue de Brasil, país que no sólo debiese abandonar pronto la categoría de país emergente, sino que además se instalaría en el primer mundo una potencia. Hay bastante de fantasía y fervor tropical en todo esto. Un país con un 10% de analfabetismo, una pobreza e inequidad abismante —incluso para estándares chilenos—, y una tasa de natalidad que en los sectores desposeídos está fuera de control, no será capaz a mediano plazo de tener una universidad como Harvard o una empresa como Google.

No obstante, el coloso sudamericano sí ha avanzado a pasos gigantes y, como sabemos, esto fue gracias a la aplicación del Plan Real, iniciativa comandada y ejecutada por Fernando Henrique Cardoso, quien en 1994, como ministro de finanzas, logró domar a la bestia de la hiperinflación que azoló a Brasil desde 1980.

Viva la contradicción

El gran mérito del saliente Lula Da Silva fue no aplicar ninguna de sus añejas ideas de sus oscuros días de sindicalista. Revestido del aura del dirigente sindical rechoncho y curagüilla, logró encantar a los brasileños más pobres (el grueso del electorado) con el cuento chino del trabajador pobre del norte que se convierte en el líder de un país clasista. Lo notable de Lula, en realidad, fue continuar el espíritu del Plan Real, algo impensable en el máximo referente del izquierdista Partido de los Trabajadores.

Con la inflación bajo control, Brasil puso al ex ministro Cardoso en la presidencia, y pasó de un déficit estructural de un 1% a un superávit de 3%. Lula, como hemos dicho, continuó por este camino con un agudo sentido del pragmatismo, hasta llevar a Brasil al extremo de seguir creciendo incluso durante la reciente crisis financiera. Con Lula el Estado se ha asociado con paticulares y ha formado empresas gigantescas, como Petrobras (¿por qué Evo Morales no hace lo mismo en Bolivia para explotar sus hidrocarburos?).

En un país con los niveles de pobreza dura como Brasil, el Estado jugó un papel importante en la reducción de la miseria. Planes como Bolsa Familia van naturalmente en contra de los instintos de Chile Liberal, pero debemos reconocer que en los sectores rurales, los pagos a las familias a cambio de enviar a los hijos a la escuela y a los consultorios de salud han surtido un efecto notable (en los sectores urbanos el éxito ha sido discreto, así que tan perdidos no estábamos).

En lo político, Lula discretamente se ha alejado del populsimo chavista o castrista, tal como lentamente comienzan a hacerlo Morales y Correa en Bolivia y Ecuador, respectivamente.

Por lo anterior, podemos concluir que desde los años 90 Brasil ha actuado en torno a una "política de Estado" en cuanto a conducción del país, más allá de las coaliciones en el poder, y si bien le falta mucho camino que recorrer, es sólo cuestión de seguir avanzando.

Decisión 2010

La popularidad de Lula es exorbitante: alrededor del 80% de los brasileños aprueba su gestión. La "delfín" de Lula se llama Dilma Rousseff, quien se enfrenta el 30 de octbre en las urnas al opositor José Serra.

Chile Liberal sostiene que el éxito de Lula se debe más bien a las particularidades del presidente, y nada asegura que Rousseff continúe la obra de Lula (si bien es improbable que pulverice Brasil à la Allende con Chile: hasta los partidos adeptos al sindicalismo aprendieron lo que ocurre con la hiperinflación).

Hay similitudes entre Rousseff y Michelle Bachelet. Ambas son candidatas populares que terminaron por perder arrastre a medida que avanzaba la campaña, hasta terminar en el balotaje. Ambas heredan gobiernos extraordinariamente populares, con dificultad para capitalizar el éxito de sus antecesores. Ambas provienen de la izquierda dura y han coqueteado con las guerrillas y movimientos armados de inspiración marxista. Ambas carecían de experiencia política y sólo hicieron carrera por designaciones de otros, y lograron notoriedad en carteras ministeriales, no en puestos políticos obtenidos por escrutinio popular. Ambas son fruto de un mentor: el que las nombra como ministras. Ambas enfatizan distribución por sobre creación de riqueza. Para ambas, luego de demasiado tiempo con sus coaliciones en el poder, la corrupción es rampante y, quizás, como Bachelet, si es que gana Rousseff, será pusilánime a favor de la probidad.

Rousseff exhibe instintos naturales a favor de un Estado grande, lo que en este sitio desagrada. Un país enorme como Brasil debe, al contrario, descentralizar y dejar que florezca el emprendimiento. La perdición de América latina es el maldito centralismo, al cual si le añadimos corrupción, forman n binomio mortífero. Estos dos vicios echan raíces cuando se potencia al Estado, y esto es exactamente lo que puede ocurrir con Rousseff.

Lula ya tuvo problemas en ser reelegido justamente por los escándalos de corrupción. Se le blindó y se le hizo aparecer como un bonachón rodeado de malandras, que nada sabían de lo que ocurría bajo sus narices. Recientemente, una cercana de Rousseff y Lula, la jefa de gabinete Erenice Guerra, debió renunciar por más escándalos de corrupción.

Nuestro veredicto: José Serra

La mejor forma de evitar estos problemas es con la alternancia en el poder, que es lo que ofrece José Serra. Éste último ha puesto el acento en reducir el déficit fiscal de -3,3% que entrega Lula, y recortar gastos, que en el último tiempo se han descontrolado, solventándose con alzas de impuestos. Brasil necesita ordenar sus finanzas y Serra es la mejor opción de lograrlo. Las inversiones en infraestructura y educación se financiarían con capital privado, lo que también sería mejor para Brasil, en vez de almentar un Estado que ya ha crecido demasiado.

Finalmente, Rousseff, si quiere terminar de raiz con la pobreza, debiese haber seguido su postura pro-elección, y no como lo ha hecho ahora, darse vuelta la chaqueta y decir que es pro-vida, en un cambio que habla bastante mal de sus convicciones. El aborto y las medidas a favor de una natalidad controlada serían muy efectivas para mitigar la pobreza de raíz. En un país donde el aborto está prohibido pero donde una de cada cinco mujeres se ha practicado uno, ilegal desde luego, al menos Serra, como ex ministro de salud, se ha manifestado a favor de debatir el tema en el Congreso, aunque lamentablemente, también se ha declarado pro-vida.

Si los votantes brasileños quieren realmente estar a la altura de las circunstancias, sabrán que Rousseff no es Lula, y que un cambio de coalición es saludable. Por lo mismo, Chile Liberal les recomienda que este 31 de octubre designen al opositor José Sierra como su próximo presidente.


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