martes, 19 de octubre de 2010

CHILE Y EL VERDADERO PROGRESISMO. FERNANDO LABORDA. LA NACION

En los últimos días, circuló por distintas redes sociales de Internet una infinidad de mensajes con chistes o ironías acerca de lo que hubiera ocurrido en la Argentina ante una situación similar a la que vivieron los 33 mineros chilenos rescatados exitosamente, tras haber quedado sepultados a más de 600 metros de profundidad.

Que la grúa de rescate hubiese tardado varios meses en llegar a la mina porque las rutas habrían estado cortadas por protestas gremiales; que, como no hubiera habido fondos para las tareas de auxilio, el gobierno argentino habría creado un nuevo impuesto que aprovecharía para seguir cobrando por los próximos dos siglos; que Aníbal Fernández hubiera anunciado por Twitter que lo de los mineros, como la inseguridad, era sólo una sensación; que Hebe de Bonafini hubiera afirmado que los mineros se tenían bien merecido lo que les sucedió por trabajar para una multinacional; que cuando todo estuviera listo para el rescate, una orden oficial lo habría detenido hasta que llegaran al lugar gorras y remeras con la inscripción "Presidencia Cristina Kirchner", que los mineros deberían lucir al salir a la superficie?

Es cierto que los argentinos tenemos enorme ingenio y desfachatez para reírnos de nosotros mismos. Del mismo modo que somos incapaces de querernos a nosotros mismos un poco más, a diferencia de un pueblo como el chileno, que, por sobre cualquier diferencia ideológica o política, pone el interés nacional.

Chile nos acaba de dar un ejemplo de unidad en la acción, trabajo en equipo, conducción en medio de una crisis, entereza en la adversidad, constancia y, por sobre todo, profundo respeto por el valor de la vida.

Ha brindado un ejemplo contundente de cómo convertir un episodio desafortunado, no exento de negligencia, incompetencia y probablemente corrupción, en una brillante oportunidad para exhibir ante el mundo lo mejor de los chilenos.

Eficacia y voluntad

Nada de eso hubiera sido factible sin voluntad política y sin esa concordia entre sus dirigentes, tan extraña para los argentinos. Tampoco hubiera sido posible sin un presidente concentrado en las cosas concretas, en las soluciones puntuales a problemas puntuales, que no precisan prolongados debates ideológicos a los cuales son tan afectos otros mandatarios de la región.

El rescate de los mineros resultó exitoso porque no apostó a la magia, sino a la acción responsable y eficaz: se consultó y se puso a trabajar a los mejores; se importó el equipamiento adecuado; se respetaron todos los protocolos de seguridad; se trabajó sin prisa, pero sin descanso, y se unió a todo el país detrás de un propósito. Así, antes de lo pensado, se cumplió el objetivo.

Chile nos ha demostrado que el verdadero progresismo no pasa por ser de izquierda o de derecha, esa forma de hemiplejia moral que Ortega y Gasset asociaba con la imbecilidad.

El verdadero progresismo pasa por la eficiencia. Ser progresista hoy significa lograr consensos para edificar políticas de Estado al margen de mezquinas diferencias ideológicas o de estériles polémicas en torno de un pasado que a veces coarta la visión del futuro.

Fuente: LA NACIÓN, de Buenos Aires.
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