En vísperas de las elecciones parlamentarias del 2005 los partidos de oposición tomaron la decisión de retirarse del proceso comicial, de abstenerse de participar en dichas votaciones legislativas, bajo el argumento de que "votar legitimaba al gobierno", "eso era lo que quería la gente", "no habían condiciones mínimas". Tal decisión sólo puede justificarse en la circunstancia de haberla asumido bajo un momento de locura.
Se llegó a aseverar que un Parlamento unicolor carecería de toda representatividad y, por ende, de legitimidad. Por lo que, de más de 14 millones de electores, sufragaron sólo 2.973.872 personas. Siendo así, la abstención aproximada fue de 75% y la participación cercana al 25%. Pero, no olvidemos que la última mayoría parlamentaria en Venezuela, se obtuvo apenas con el 11,24% del total de los inscritos en el REP (10.991.482 venezolanos), en las elecciones de 1998 para el Congreso Nacional. Esa mayoría la obtuvo Acción Democrática (uno de los retirados) con 1.235.473 votos. Luego, la siguiente mayoría parlamentaria, elegida el 30 de julio de 2000, la obtuvo el Movimiento Quinta República con un total de 1.980.275 votos de un universo de 11.705.702 de venezolanos con derecho a voto, es decir, con el 17% aproximado del total de inscritos. Entonces, la falta de legitimación por déficit numérico de votantes, históricamente, nunca ha sido causa suficiente para restarle sus competencias legales a ningún ente público, mucho menos cuando no está acompañada de una premeditada estrategia política de mediano y largo plazos de desconocimiento a la autoridad. Ese abstencionismo por decreto no tomó en cuenta que la oposición democrática venezolana, entre 2001 y 2005, movilizó a centenares de miles de ciudadanos a las marchas y concentraciones políticas como nunca antes se habían visto en nuestro país. Ese mismo abstencionismo delirante hizo que en las Elecciones Regionales de 2004 también le entregáramos en bandeja de plata al gobierno nacional, 21 de las 23 gobernaciones estadales, la Alcaldía y el Cabildo Metropolitano de Caracas, casi todos los consejos legislativos regionales, así como 300 de 335 alcaldías y una abundante mayoría de concejos municipales.
A partir del 2006, la línea trazada por los partidos políticos de oposición y la sociedad civil venezolana es la del desarrollo de una estrategia democrática, basada en la participación intensiva en los procesos electorales para hacer frenar al régimen en su deriva autoritaria, y, recuperar y fortalecer al liderazgo opositor. Así, en las elecciones presidenciales de ese año se hizo convocatoria a una candidatura unitaria por los principales partidos de oposición, a excepción de AD, que se fue extendiendo cada vez más, enfrentando la amenaza abstencionista que había hecho estragos en las filas de la oposición en las elecciones parlamentarias y regionales de 2005. De modo tal, que el llamado a la participación comicial desplazó la exigencia opositora de condiciones mínimas para unas elecciones limpias y transparentes; asumiendo los resultados como "un triunfo político en medio de un revés electoral" (Tal Cual, 6/12/2006).
A pesar de la irrelevancia e ineficacia de la abstención deslegitimadora de diciembre de 2005, la cual dejó sin mañana a las fuerzas crecientes de la oposición política venezolana, todavía se oyen las voces de la antipolítica: "no voten", "no participen", "no hagan nada". Muy parecidos a los nihilistas europeos que simplemente se oponen a todo, critican todo, y quieren acabar con todo.
Si aún escucha esas voces en su cabeza, no se trata ya de un momento de locura, sino más bien, de una experiencia patológica que debe ser tratada con un medicamento: ¡el voto universal, directo y secreto!
www.juancarlosapitz.com
justiciapitz@hotmail.com
twitter: @justiciapitz
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Se llegó a aseverar que un Parlamento unicolor carecería de toda representatividad y, por ende, de legitimidad. Por lo que, de más de 14 millones de electores, sufragaron sólo 2.973.872 personas. Siendo así, la abstención aproximada fue de 75% y la participación cercana al 25%. Pero, no olvidemos que la última mayoría parlamentaria en Venezuela, se obtuvo apenas con el 11,24% del total de los inscritos en el REP (10.991.482 venezolanos), en las elecciones de 1998 para el Congreso Nacional. Esa mayoría la obtuvo Acción Democrática (uno de los retirados) con 1.235.473 votos. Luego, la siguiente mayoría parlamentaria, elegida el 30 de julio de 2000, la obtuvo el Movimiento Quinta República con un total de 1.980.275 votos de un universo de 11.705.702 de venezolanos con derecho a voto, es decir, con el 17% aproximado del total de inscritos. Entonces, la falta de legitimación por déficit numérico de votantes, históricamente, nunca ha sido causa suficiente para restarle sus competencias legales a ningún ente público, mucho menos cuando no está acompañada de una premeditada estrategia política de mediano y largo plazos de desconocimiento a la autoridad. Ese abstencionismo por decreto no tomó en cuenta que la oposición democrática venezolana, entre 2001 y 2005, movilizó a centenares de miles de ciudadanos a las marchas y concentraciones políticas como nunca antes se habían visto en nuestro país. Ese mismo abstencionismo delirante hizo que en las Elecciones Regionales de 2004 también le entregáramos en bandeja de plata al gobierno nacional, 21 de las 23 gobernaciones estadales, la Alcaldía y el Cabildo Metropolitano de Caracas, casi todos los consejos legislativos regionales, así como 300 de 335 alcaldías y una abundante mayoría de concejos municipales.
A partir del 2006, la línea trazada por los partidos políticos de oposición y la sociedad civil venezolana es la del desarrollo de una estrategia democrática, basada en la participación intensiva en los procesos electorales para hacer frenar al régimen en su deriva autoritaria, y, recuperar y fortalecer al liderazgo opositor. Así, en las elecciones presidenciales de ese año se hizo convocatoria a una candidatura unitaria por los principales partidos de oposición, a excepción de AD, que se fue extendiendo cada vez más, enfrentando la amenaza abstencionista que había hecho estragos en las filas de la oposición en las elecciones parlamentarias y regionales de 2005. De modo tal, que el llamado a la participación comicial desplazó la exigencia opositora de condiciones mínimas para unas elecciones limpias y transparentes; asumiendo los resultados como "un triunfo político en medio de un revés electoral" (Tal Cual, 6/12/2006).
A pesar de la irrelevancia e ineficacia de la abstención deslegitimadora de diciembre de 2005, la cual dejó sin mañana a las fuerzas crecientes de la oposición política venezolana, todavía se oyen las voces de la antipolítica: "no voten", "no participen", "no hagan nada". Muy parecidos a los nihilistas europeos que simplemente se oponen a todo, critican todo, y quieren acabar con todo.
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