El presidente Hugo Chávez Frías ha dicho, con claridad y de manera reiterada, que él se lo está jugando todo el 26 de septiembre. Ha expresado que esta elección es incluso más importante que la reelección a la que aspira para el 2012. Bien sabe él que sería fatal a su proyecto de dominación absoluta del país, perder la mayoría parlamentaria, esa que le ha permitido controlar a su antojo la totalidad de los poderes públicos, disponer como quiere de los recursos del Estado y actuar sin otro control que su propia voluntad. Eso es lo que se juega Chávez. ¿Y nosotros? Nosotros nos jugamos la Patria, la libertad y la vigencia real de la Constitución.
El Parlamento es el órgano de control por excelencia, y como bien se sabe, de sus tres funciones, legislar, representar al pueblo y controlar, esta última trasciende a las otras y es la esencia de su razón de ser. La función contralora del Parlamento es indelegable, mientras que puede delegarse en el presidente en Consejo de Ministros la función de legislar. No obstante, la Asamblea no puede declinar la función de control, ni decir -por ejemplo- Señor Presidente contrólese usted mismo. Si Chávez pierde la mayoría parlamentaria se restablecería el contrapeso que la Constitución consagra para que no haya absolutismo, para que no prive la voluntad de una sola persona.
El objetivo es mayoría para el pueblo, para el cambio, para el equilibrio, para allá vamos. No obstante, si la oposición obtuviese sólo una tercera parte de los diputados, ya sería una importante camisa de fuerza para frenar el absolutismo del Presidente. En el Parlamento se requiere de mayoría calificada de dos terceras partes de los diputados, para elegir los altos funcionarios públicos, magistrados del TSJ, rectores del CNE, Fiscal, Contralor y Defensor del Pueblo. Se requiere de la misma mayoría calificada para sancionar leyes orgánicas, también llamadas leyes principales que desarrollan los mandatos constitucionales. Cuando en el Parlamento no hay una mayoría de dos tercios, Gobierno y oposición deben dialogar y ponerse de acuerdo para que la voluntad conjunta designe los altos funcionarios o sancione las leyes orgánicas. Obsérvese la importancia de obtener, por lo menos, una tercera parte de diputados libres del sometimiento presidencial. Vamos más allá, vamos por la mayoría absoluta.
Nosotros nos jugamos la posibilidad de ser libres en Venezuela y de que la Constitución y el Estado de Derecho tengan vigencia real. El Presidente hace caso omiso de la Carta Magna, hoy para él no hay límite. Cuando, como pueblo, le impedimos en diciembre 2007 su pretensión de reformar la Constitución para declararnos estado socialista, él -al reconocer formalmente su derrota- alertó que no retiraría ni una coma de su propuesta. Lo hemos visto, no sin asombro, avanzar sin control alguno. Los que podrían frenarlo -los otros poderes públicos- están a sus pies, hacen su voluntad, como por enésima vez lo demostró el CNE al “autorizarlo” a hacer campaña electoral, alegando torcidamente que es un derecho ciudadano, olvidando el texto constitucional. Si no lo controlan los poderes públicos, que lo controle el Poder Popular. Controlémoslo con el arma del voto.
No tenemos como demócratas justificación para no votar. De tal magnitud es la importancia del cambio para frenar el absolutismo -que debemos, aún en el caso de que todos los candidatos no sean de nuestro pleno agrado- sufragar por el establecimiento del equilibrio.
Votemos por los postulados a diputados por la Unidad, en la tarjeta de cualquiera de los dieciocho partidos de la alianza. A los efectos de la elección es exactamente lo mismo una tarjeta u otra, ya que los votos se suman para los candidatos unitarios. Yo votaré en la columna “A”, en la primera columna a la izquierda, en la posición 12, en la tarjeta amarilla y roja de Solidaridad Independiente, Sí. Vota tú en esa o en cualquier otra tarjeta de la Unidad. Como siempre, la unidad es la vía.
pacianopadron@gmail.com
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