Hay tantas razones para no botar esta oportunidad democrática, garantizada en la Constitución, que la jerarquización de cada argumento será relativa a la ubicación, motivación y emociones de los electores.
Este artículo se encamina hacia aquellos habitantes de la Gran Caracas que aún se escudan tras las frases: “todos son igualitos”; “para qué votar si voy a perder mi voto” y “ya en mi circuito ganó la oposición, así que me voy de viaje”.
¿Iguales?
Sí, son igualitos, pero algunos son mas iguales que otros (léase Orwell). Es difícil ver las diferencias entre un típico político pre-chavismo y otro chavista, de esos que se enriquecen en pocos meses apenas se encargan de un despacho. Antes, los políticos te pedían de un 5 a 7% para cualquier contrato, pero hoy esas comisiones superan el 400% y, lo más irónico, en muchos casos no se entrega el producto o servicio requerido. Entonces, te lo compro, son iguales en sus intenciones, pero muy distintos en su impacto en el país. El rojito es descaradamente corrupto y no le importa ser descubierto, pues los poderes (antes) más o menos autónomos, hoy se arrastran bajo la bota Militar-Ejecutiva. Quizá donde podría indicarte que estás equivocado es en el grupo de nuevos políticos, los menores de 45 años, conformados por un universo de profesionales tan variado como nuestra nación. Éstos se rigen por una motivación central: empujar el país hacia delante, insertarlo nuevamente en su carril en la competencia Latinoamericana. Recuerda: Venezuela se ha deteriorado institucional y socialmente en esta última década a un nivel que sólo Haití supera. Te invito a pensar, como ejercicio de la política rojita versus todas las demás, en dos alcaldías y sus resultados: Juan Barreto versus Leopoldo López o Jorge Rodríguez versus Gerardo Blyde. ¿En cuál municipio preferirías vivir si tuvieses los recursos para mudarte?
Perder el voto
Los derechos no se pierden. Incluso si te aprisionan y censuran, tu dignidad se mantiene intacta. Dedícale un minuto a pensar en la gesta del biólogo y productor agropecuario Franklin Brito. Se podría decir que él perdió algo más que un voto, ya que falleció… Pero no es así, ese señor materializó su dignidad dándole fuerza moral no sólo a su familia, igual de valiente, sino a cada uno de nosotros. En Venezuela hay un antes y un después en la defensa del Derecho de Propiedad, que empieza en las ideas y abarca hasta tu último bien material.
Si tu candidato no ganó su diputación, tu voto se transforma en conexión moral, ya que es parte sustantiva de esa respuesta que se opone a los caprichos del presidente de la República, única voz que decide, en este momento y de forma ilegal, cuánto debes vivir, qué debes comer, cómo debes vestirte y que debes mirar en televisión, por sólo mencionar algunas de las actividades que realizamos a diario y que el Sr. Chávez se atribuye el poder de controlar.
Por otra parte, ¿sabes por quién votas si lo haces por el PSUV o si decides no votar por nadie? No creas que es por el presidente Chávez, único que da la cara en su costosas cadenas radioeléctricas, sino por un montón de personajes callados, felices por las prebendas que ganarán al ser diputados, y que seguro defenderán levantando la mano para aprobar todo lo que pida el presidente, como lo hace el rebaño legislativo que pastorea la señora Cilia Flores. Hay quienes aseguran, en tono de broma, que los candidatos rojitos son Pinocho, El lobo feroz, el Sr. Hyde, entre otros emblemas de las malas conductas de la humanidad.
Ganar no es suficiente
Es verdad, quien vive en El Hatillo sabe que María Corina será diputada. Tiene amigos, dinero para publicidad y habla bonito, como casi toda la gente que sale en Globovisión, admirada por las amas de casa de las clases ABC+. No hay discusión. Pero te pregunto, ¿y el Parlatino? ¿Y el representante indígena (que aplica en otros estados)? En lo personal, voto en ese Municipio y puedo decirte que me tomo en serio la elección de mi representante a la Asamblea Nacional, pero también quiero tener el poder (junto a otros) de mostrarle a quienes se ríen de los muertos lanzados a las morgues o de aquellos que se ufanan de nunca usar el Metro o un cajero automático, que nosotros, los decentes, somos una legión en crecimiento, que reclutamos a los mejores talentos del país y que hacemos del futuro un territorio presente.
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