Es difícil, más no imposible, derrotar electoralmente a una autocracia con pretensiones totalitarias.
El control de todas las instituciones así como la pésima gestión pueden ser el acicate necesario para una derrota electoral del régimen .
Ya el Presidente Chávez no tiene a quién culpar por la delincuencia desatada, por la inflación galopante, por el desastre sanitario y hospitalario, por los apagones en todo el interior del país , por el pésimo estado de las carreteras nacionales y las autopistas, ni qué decir de la grosera corrupción de funcionarios públicos. Todo ello no se lo puede achacar a la IV República, ni a la oposición, ya que todas las palancas del gobierno están en sus manos y eso es tan evidente que aún, sus más fervorosos seguidores, se empiezan a dar cuenta de que esas manos no son capaces de resolver problemas sino crearlos.
Por ello no nos sorprendería que en las elecciones del 26S le salga un tiro por la culata y se conviertan en su camino inevitable hacia su Waterloo.
emilio.figueredo@gmail.com
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