viernes, 17 de septiembre de 2010

EL 26 DE SEPTIEMBRE. RAMON GUILLERMO AVELEDO

El domingo 26 elegiremos una Asamblea Nacional que puede ser nueva o puede ser igual a ésta. Como sea va a depender de nosotros. Opciones tenemos.

De un lado el gobierno nos propone las candidaturas del PSUV y el Partido Comunista. Su consigna, “El pueblo pa’ la Asamblea”, es rara. O significa que el pueblo va al Poder Legislativo, de lo que se deduce que no está allí, y sería una confesión pública de indiferencia e insensibilidad por parte de los que la han controlado. O quiere decir que el pueblo debe ser para la Asamblea, la gente sirviendo al poder, cuando la Asamblea debe ser para el pueblo, que es lo democrático. Lincoln lo dejó claro en frase clásica: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

La promesa del frente oficialista es “radicalizar el proceso”, que significa hacer más de lo que vienen haciendo y que produce inflación, escasez, estancamiento económico, pérdida de oportunidades para los jóvenes, deterioro de la legalidad, desconocimiento del derecho de propiedad; o ignorar más aquello de lo que no se han estado ocupando, como la violencia y la inseguridad, la escasez de vivienda, el deterioro de los sistemas de salud, la seguridad social, la educación que se viene abajo.
La intención no es representarnos a todos, sino ser leales al proceso porque se supone que “nos conviene a todos”. Tampoco legislar para todos, sino para el proceso. Ni controlar al gobierno y al modo cómo gasta el dinero de todos, sino demostrarle lealtad, apoyarlo en lo que sea. “Somos millones, una sola voz” se nos dice, como si eso fuera un mérito, cuando un país está compuesto naturalmente por muchas voces.

Frente a eso hay una alternativa. Los partidos reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática, y numerosos y calificados sectores independientes, se han puesto de acuerdo en un programa común, denominado 100 Soluciones para la Gente, una Agenda Parlamentaria que los compromete y candidaturas unitarias para los 165 puestos de diputado a la Asamblea Nacional y los representantes al Parlamento Latinoamericanos.

Tiene valor e importancia que partidos con ideologías diferentes, y liderazgos que compiten entre sí, hayan sido capaces de poner a Venezuela por delante y, más allá de opiniones y personalidades, se entendieran. Primero en torno a unos propósitos, luego en unas reglas, después en unos contenidos programáticos y finalmente en unas candidaturas. Hay allí una madurez que, por más críticas que puede hacérsele, es imposible negar.

La consigna de la Unidad es un cambio para vivir y progresar en paz.

La promesa es trabajar en la Asamblea Nacional para que se cumpla la Constitución. La Constitución como regla de convivencia y como programa para cambios políticos, económicos y sociales justos y equilibrados. La Constitución como marco de un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, federal y descentralizado, en un sistema pluralista y con una economía que valora especialmente el trabajo y está abierta a las iniciativas de los que quieren producir prosperidad. Una Asamblea que cumpla bien con su triple papel constitucional de representarnos a todos, de legislar para todos y de controlar la gestión y el gasto público en bien de todos. Nada más. Nada menos.

Lugar central en su agenda ocupa ayudar, desde la Asamblea y sus competencias, a enfrentar los problemas que abruman al venezolano de hoy, como la indiferencia que ocasiona inseguridad de su vida y sus bienes; o los errores que hacen que los precios suban y los productos escaseen y que se invierta menos y haya menos oportunidades para los jóvenes; o la incompetencia que en vez de servicio eléctrico genera apagones. También, por supuesto, trabajar para alinear la legislación con la Constitución.

La intención es que esta sea una democracia. Una democracia de verdad. Que aproveche la experiencia, que se atreva a cambios que nos conviertan en una sociedad más moderna y más justa, una sociedad productiva y de progreso. Una nación donde todos quepamos, consciente de que todos hacemos falta, libre del rencor y el resentimiento, en la cual las diferencias se ventilan con respeto y se resuelven en paz. Un país sin miedo.

En la escena electoral, además del bloque oficialista PSUV-PCV y la Unidad que agrupa a diecinueve partidos nacionales, docenas de partidos regionales, y recibe el apoyo parcial de muchas otras organizaciones nacionales o locales, hay otras opciones, organizadas o individuales. Algunas de ellas valiosas, respetables todas. La más importante es el PPT, que sin discrepar de las políticas fundamentales del gobierno, ha decidido presentar una opción propia, con críticas principalmente dirigidas a la concentración personal de poder. La realidad del sistema electoral impuesto en una ley de dudosa constitucionalidad, hace que los votos por estas terceras opciones pueden ser simbólicos, pero con poco efecto práctico y, en consecuencia, perdidos.

Lo eficaz es votar por la alternativa. La que es nacional. La que por ser una concertación alrededor de un programa y un equipo de candidatos en todo el país, es capaz de reunir la fuerza que hace falta para lograr el equilibrio necesario.

EL VOTO ES SECRETO

No hay la menor duda, el secreto del voto de cada venezolano está garantizado. El poder, con la ayuda ingenua de cierto radicalismo, difunde la idea contraria para sembrar el temor, que es un potente aliado de quienes mantener las cosas como están. Pero el secreto del voto es seguro de toda seguridad, y nadie tiene motivo alguno para temer que no sea así. Eso que corren en el ministerio, eso que riegan por Internet, eso que dicen por las oficinas o en el vecindario, es mentira, patraña.

Ojo, no es que el sistema tenga la pureza de una monja. Hay ventajismo en el uso abusivo de los recursos del poder y los órganos a cargo de administrar el proceso electoral no actúan con la imparcialidad que la Constitución les manda. La ley dictada a la medida del interés de los que mandan, dejó márgenes muy anchos de discrecionalidad que les permitió manipular la estructuración de circuitos y dictar reglas permisivas con el poder y restrictivas para quienes ofrecen un cambio. En las mesas hay que tener testigos con personalidad y bien preparados para defender el voto de todos. Todo eso es cierto. Pero el voto es secreto. Totalmente secreto. La tecnología dispuesta lo preserva en protección del elector. Sólo el votante puede decir por quien votó, y nadie va a decir lo que no le conviene.

ESTA SEMANA, EN LOS MEDIOS…

“PLAN DE BECAS EN NICARAGUA CON FONDOS VENEZOLANOS”
“Fondos venezolanos también financian los bonos de 25 dólares que el gobierno sandinista paga mensualmente a 147 mil empleados públicos desde mayo pasado” Informa el Presidente de Nicaragua Daniel Ortega, en El Impulso, jueves 16 de septiembre de 2010, p.1

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