Desde los cuarteles llega la siguiente apreciación de los resultados electorales: excluyendo veinticinco curules asegurados llueva, truene o relampaguee por unos y otros, quedan ciento cuarenta puestos a repartirse entre los dos bloques en pugna. Pronóstico de los altos mandos: la oposición no baja de los setenta diputados.
Desde esos mismos Lares, por muy uniformados que estén venezolanos igualitos a los que sufren los rigores de la delincuencia, la abrumadora carestía de la vida, la falta de luz y agua, se espera una mayoría electoral a favor de la oposición democrática. Y consustanciados con los de abajo en cualquier rincón de la república, por familia y contactos, tienen plena conciencia del profundo malestar que se agita en nuestras barriadas y que pasará factura sin importar miedos y temores. Las razones son innumerables: inseguridad, pudrición alimentaria, cortes de luz, derrumbe hospitalario, desprecio por los derechos humanos, lamentable estado de las vías, pésimo servicio de transporte público, fallas en el Metro y un gigantesco catálogo de reproches y rencores.
Agréguele el profundo malestar por la prepotencia de nuestros colonizadores, los cubanos, que llegaron ha
mbrientos como extraterrestres y nada los sacia, como que no habían visto un bistec en su vida y hoy se hartan a costa de nuestros bolsillos, y se tendrá la radiografía del descontento militar. A la prepotencia de los invasores se suma la ira del capo máximo, desconfiado ante la falta de entrega y lealtad que comienza a sospechar en los altos mandos.
Con esto se ha dicho todo: nunca, óigase bien, nunca antes desde que asumiera el Poder, Chávez había estado tan golpeado, tan acabado, tan asediado y tan cercano a sufrir una verdadera catástrofe electoral. Perseguido por sus desafueros, sus crímenes, sus monumentales errores, su ineficacia, su inoperancia. La suma de su incapacidad ha llegado al punto en que la cantidad se trastrueca en calidad, la pérdida se apoyo se condensa en un tremendo gesto de rechazo y el retiro de respaldo se precipita. En semanas puede suceder lo que normalmente toma años, en días lo que toma meses y en horas lo que toma semanas.
Esa es la situación a semana y media de las elecciones. Chávez está a punto de ser apaleado. Si la dirigencia opositora lo comprende y sus candidatos aceleran la marcha, si la unidad desplaza al egoísmo grupal y la conciencia histórica a la banalidad política, estamos a un paso de recuperar nuestra democracia. Una sola condición es necesaria: ¡a darle con todo!
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