Indudablemente es el momento. Durante 11 años las fuerzas demócratas en general, han jugado el rol defensivo ante un régimen socialista que en Venezuela no da tregua. Los resultados de tal postura están a la vista. Si no fuera por la inviabilidad inherente al socialismo en gobierno, su permanencia en el poder seria indiscutible.
Afortunadamente no es ese el caso. Nos hallamos en la etapa final del apoyo popular que dio origen a este gobierno, situación ahora irreversible. Pero no ante el final de su poderío político, como bien lo ejemplifica la Cuba comunista de Fidel Castro. Un régimen podrá carecer de popularidad y al mismo tiempo sostenerse, siempre que cuente para ello con una élite gobernante de naturaleza criminal, en concordancia con una disidencia política dividida como ocurre en la isla-cárcel o bien displicente como el caso actual venezolano.
Argumentos disímiles, variados y variopintos, sirven de fondo para que nuestra dirigencia demócrata mantenga la inconmovible postura defensiva ante el socialismo. Se argumenta en ocasiones, que tal posición se fundamenta en la necesidad de evitar la represión oficial, cuando no en la conveniencia de ganar adeptos entre las filas socialistas, y para ello eluden confrontar a su líder máximo.
El tiempo ha venido demostrando que uno y otro no son más que excusas para evitar los riesgos que solo competen a una dirigencia política. Persecución, acoso, demandas, ayunos, pero en especial la cárcel, son la natural consecuencia para aquellos que asumen a cabalidad el rol de dirigentes demócratas en tiempos de tiranía. No ocurre así en Venezuela.
En nuestro país, la dirigencia demócrata, a menos de dos meses de la celebración de comicios parlamentarios, frente a la destrucción incontrovertible de la institucionalidad, al deterioro evidente de la infraestructura y a la degradación inédita de la convivencia ciudadana, incuestionable responsabilidad política del socialista Hugo Chávez, evaden concentrar en él la ofensiva política para evitar según ellos una polarización ¨peligrosa¨.
Si por políticamente peligrosa entienden el posible apoyo del electorado socialista a favor de los candidatos al Parlamento apoyados por Hugo Chávez, deberán entonces reaprender sus lecciones democráticas. Porque si luego de 11 años de gestión gubernativa, una mayoría de venezolanos optara por apoyar al responsable político del caos, atenta contra la ética democrática pretender evitarlo. Resultará mejor entonces abandonar el camino electoral y pasar a otros métodos de reemplazo político entre los consagrados en la Constitución.
Porque eludir la confrontación política con Hugo Chávez en medio de esta campaña electoral equivale a ignorar la causa que hace necesario un nuevo Parlamento. Dejar políticamente incólume al comandante socialista, equivale a fortalecer su estancia en el poder.
Peor aún si conciben la mentada peligrosidad como el riesgo de represión. De ser ese el motivo, será muy poco lo que podríamos esperar de esa dirigencia a la hora de ¨cobrar¨ el esperado triunfo del 26-S. La mejor prueba de ello lo constituye el ¨respeto¨ mostrado por el régimen ante los resultados del referendo en 2007 y de las elecciones locales y regionales en 2008.
No será evadiendo riesgos necesarios como restauraremos la Constitución. Ante la valentía, los pueblos se inmolan y las tiranías se doblegan. No es por casualidad que en Lara los galpones de la Polar continúan operando y que Oswaldo Álvarez Paz se halle en libertad. ORA y LABORA.
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