viernes, 6 de agosto de 2010

EL PRESIDENTE PIÑERA NO HA QUERIDO O NO HA PODIDO ASUMIR UN LIDERAZGO REGIONAL, PESE A REUNIR TODAS LAS CONDICIONES NATURALES PARA HACERLO., A SOTO

Mañana, Juan Manuel Santos asume como el nuevo Presidente de Colombia, sucediendo a Alvaro Uribe, quien termina su gobierno con un apoyo superior al 78%. El desafío para el nuevo mandatario será arduo: consolidar la gobernabilidad democrática, fortalecer la economía, asegurar la paz, pero también asumir un protagonismo latinoamericano que pueda hacer frente a la "revolución castro-chavista".

Más allá de resolver la tensión entre Venezuela y Colombia, Santos puede tomar un liderazgo que a comienzos de 2010 se esperaba asumiría Sebastián Piñera. El entonces Presidente electo chileno se alzó como un líder capaz de hacer frente a las ideas del socialismo del siglo XXI. Su debut en sociedad en Cancún, Buenos Aires y Brasilia creó expectativas a ese nivel, evidenciando un liderazgo nuevo y natural.

El tiempo pasa y la timidez se apoderó de las relaciones exteriores chilenas, provocando un desencanto regional que ensombrece el liderazgo de Piñera. El tardío reconocimiento del gobierno de Honduras no despeja las dudas ni la frustración que incuban quienes vieron con alegría su llegada como una esperanza para reforzar su defensa democrática y sentirse que no estaban solos.

Los errores en materia internacional unen a partidarios y detractores en la crítica, evidenciando la falta de identidad en su política latinoamericana, pues no se condice con las ideas que su gobierno representa. Las relaciones exteriores son una política de Estado, pero el gobierno debe darles una orientación. Piñera entró dispuesto a golpear la mesa a Chávez, pero éste gritó más fuerte y el chileno no insistió. Ahora toma palco frente al deseo de parlamentarios chilenos de ir como observadores a las elecciones en Venezuela. Sorprende apoyando sin cuestionarlo el nombramiento de Néstor Kirchner como secretario general de Unasur, sabiendo que a éste poco le importa el continente, como lo demostró su ausencia en la reciente reunión de cancilleres con motivo del conflicto Colombia-Venezuela.

Los países -como Chile- que han alcanzado un cierto nivel de desarrollo tienen una responsabilidad con sus vecinos inmediatos y continentales. Su posición, considerada un ejemplo en el vecindario, lo sitúa en un papel con legitimidad para compartir el modelo de desarrollo exitoso que combina la libertad política con la económica, pues debemos entender que la superación de la pobreza sólo llegará cuando comprendamos que el desarrollo es regional y no particular de cada país.

Es de esperar que el nuevo Presidente colombiano -quien ha reconocido los éxitos chilenos- siga el camino de su antecesor, a quien no le tembló la mano para denunciar las amenazas a la democracia y que, de esa manera, Santos asuma este liderazgo que Piñera no ha querido o no ha podido encabezar, pese a reunir todas las condiciones naturales para hacerlo. Su programa de gobierno contiene ese principio articulador y conceptual que debiera conducir el cambio. ¿Qué espera para aplicarlo?

La canción de Los Prisioneros que dice "nunca quedas mal con nadie" no puede ser la guía de la política exterior chilena, especialmente cuando Latinoamérica no puede seguir esperando ni mucho menos seguir expuesta a los caudillos populistas.

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