sábado, 10 de julio de 2010

TEORÍA DEL CAOS SOCIAL, LA LEY DEL VÓRTICE, ANDRÉS SIMÓN MORENO ARRECHE

Una Ley social

La Ley del Vórtice se refiere a los múltiples procesos auto organizados que conforman la naturaleza, por ejemplo: un río, agua hirviendo, una bandada de pájaros volando, nuestro cerebro, el torrente sanguíneo...Estos “fenómenos” se pueden interpretar como el caos de la creatividad de la naturaleza, en tanto cada elemento necesita mantener su propio espacio y simultáneamente cooperar con la totalidad en una permanente atracción y repulsión que regula y amplifica los efectos (retroalimentación positiva y negativa) provocando un equilibrio entre el caos y el orden.

Esta Ley también es conocida como efecto alfombra y de acuerdo a ella, dadas ciertas condiciones, el caos se auto organiza y produce patrones ordenados. Surgen formas estructuradas a partir de un punto de bifurcación, momento en el cual se crea un rizo de retroalimentación y el sistema se transforma a sí mismo. Dentro de la retroalimentación se distingue la retroalimentación negativa, la cual delimita y regula la actividad dentro de un determinado rango, y la retroalimentación positiva, que amplifica los efectos. Los rizos de retroalimentación negativa y positiva se acoplan, se crea un punto de bifurcación y surge una forma organizada, en este caso, un levantamiento popular.

Pero las formas organizacionales sociales resultantes permanecen estables “en la medida en que las condiciones en que fueron creados se mantienen dentro de ciertos límites” (Briggs & Peat, 1999:23). Es importante destacar que las formas organizadas que surgen del caos sobreviven únicamente si se mantienen abiertas al flujo constante de materia y energía. De hecho, como el vórtice de un río, se componen del mismo material que su entorno.

Ahora bien, un sistema social se compone de diferentes áreas de actividades, instancias o regiones, las cuales deben ser organizadas de manera estable. Todas estas áreas forman una sola unidad y no son sino aspectos diferentes de un solo sistema. De este modo, el sistema social se mantiene estable cuando tiene reguladas todas estas áreas a su interior y entre sí de manera congruente y coherente, o dicho con otras palabras: de manera armónica.

Turbulencia social:

Cualquier experiencia traumática puede ser detonante de un periodo de turbulencias donde las certidumbres que proporcionan seguridad se desintegran. El pánico social gana adeptos de manera violenta. Las estructuras sociales se desploman y el caos nos envuelve.

Así es como los sistemas sociales se desestabilizan y al hacerlo entran en una fase caótica. ¿Por qué acontece esto? Porque se cumple el Principio de la Turbulencia de la Ley del Vórtice, el cual asegura que las organizaciones sociales requieren para su desarrollo la ambigüedad de saber y no saber, de lo inadecuado, de la incertidumbre, de la alegría, del horror, de la aceptación de los rasgos metamórficos y no lineales de la realidad, es decir todas las facetas del caos creativo.

La estabilidad general de un sistema social está dada por la relación entre orden-desorden, organización-caos y específicamente por la dialéctica información-entropía. La información va a indicar el grado de orden del sistema en tanto que la entropía es la medida del desorden, su grado de desequilibrio, su nivel de inestabilidad e inseguridad. Pero la entropía es un proceso permanente y en constante aumento, por la naturaleza misma de la resistencia que los individuos que integran el colectivo aplican a las estructuras sociales que los contienen. ¿De dónde viene aquello?

En los sistemas sociales la entropía viene tanto de la dinámica interna del sistema como del medio exterior. Pero hemos dicho que la dinámica interna de los sistemas sociales acumula entropía. Esto es así por el hecho que la estabilidad de un sistema está enmarcada en límites circunscritos; traspasados estos, el sistema se desestabiliza. De manera que al aumentar la entropía al interior del sistema, llega a un momento que atraviesa un umbral, que más allá, el sistema se vuelve ineficaz. Los mecanismos de regulación del sistema social, que también son denominados mecanismos reductores de la entropía, implican la coherencia entre las áreas económicas, psico-sociales, político-estatales y paradigmático-culturales, además de demográficas y ecológicas.

Lo esencial del vórtice social:

El vórtice es la clave para entender la estructura precisa de las partículas sociales que integran un conglomerado, y de cómo se halla contenida la energía entrópica dentro de él. Los vórtices sociales surgen de las zonas caóticas donde hay conglomerados de personas moviéndose a diferentes velocidades y con intereses diferentes. Se trata de circuitos –organizados o espontáneos- de retroalimentación y de fuerzas contrapuestas que impulsan dinámicas en sintonía con sus intereses grupales o personales, y es de esa turbulencia caótica que surgen en los conglomerados sociales las formas auto organizadas, que se conciben como estructuras creadas sobre la base de afinidades sociales, políticas, económicas o religiosas, y que se comportan como pseudo-sistemas que poseen la propiedad de la autorregulación.

Cada vórtice social tiene una forma definida y un sustrato humano particular, pero está compuesto por el mismo material que atraviesa, tal y como se evidencia en la mancha roja de Júpiter, en el ojo de un huracán o en el centro del remolino en un arroyo. De manera similar a como ocurre en los eventos físicos, el vórtice social posee ciertos principios esenciales que al identificarlos, el psicólogo social puede inferir el tipo, el curso y la intensidad del acontecimiento, aunque nunca podrá evitarlo ni predecirlo.

La partícula elemental en cualquier conglomerado social es un vórtice de energía. Es una idea muy simple, pero poderosa, porque si consideramos que la partícula elemental en cualquier organización social es un vórtice de energía, la comprensión de los fenómenos sociales cambia por completo. El vórtice resuelve el enigma fundamental de la sociología moderna pues muestra por primera vez, como es que la energía de los cambios sociales está “encerrada” en la estructura que cambia. El gran logro de la Ley del vórtice consiste en la representación de la organización social como energía esencial para el caos de las mismas estructuras sociales en las que se halla.

Del mismo modo que el movimiento de una sociedad no pude existir sin una determinada estructura social, la energía del vórtice social no existe sin un objetivo definido. No es que la energía forme un vórtice o una onda, el vórtice es la energía social para los cambios, el combustible de las entropías. En la naturaleza, la mayoría de los vórtices son de forma cónica. Los tornados y remolinos son conos giratorios y tales fenómenos naturales ejemplifican bien la naturaleza dinámica de la partícula en vórtice, pero fracasan por completo a la hora de mostrarnos su forma. Es mejor concebir las partículas elementales como esferas en lugar de conos.

Como tal, también sucede en las sociedades. Los vórtices sociales, que usualmente identificamos como energía que trastoca el ordenamiento social (un accidente de tránsito, un incendio, un levantamiento popular, etc.) se manifiestan en forma similar: Como un cono. Basta observar ‘desde arriba’ cualquier evento de desorden social donde intervienen, aún de manera caótica, los miembros de un conglomerado social, para evidenciar la manifestación ‘cónica’ de la dinámica del acontecimiento. Pero igual que en la naturaleza, la explicación de los fenómenos sociales caóticos no se deriva de la manifestación anárquica del movimiento de las masas que lo integran, sino a partir de la lectura de los principios fundamentales que ordenan ese caos que llamamos ‘vórtice social’.

Para configurar una partícula social elemental, es preciso concebir la energía que produce movimientos en la sociedad como un vórtice esférico, uno que sea por completo simétrico. Las partículas en vórtice (personas, ideas, necesidades, frustraciones colectivas etc.) no pueden interactuar entre ellas como un cono ni como un anillo, han de ser como bolas que se atraen y que se repelen permanentemente: unas esferas de energía entrópica que se mueven en un caos aparente. Pero, ¿Cómo puede surgir una esfera de energía social? ¿Cómo pudo formarse un vórtice esférico a partir de sus movimientos?

Representemos el movimiento social más simple como una línea. Si una línea en particular se enrosca sobre sí misma, lo hace en espiral y al hacerlo puede formar un vértice esférico: una bola de energía en torbellino. El vórtice de energía social más simple es la interacción de personas dentro de un ‘espacio-tiempo’ social común y compartido. Podemos representar el vórtice de la energía resultante de tal interacción como una pelota de lana que se construye a sí misma con la energía del movimiento. En ella, la lana orbita en una espiral tridimensional alrededor de un único punto. En ese vórtice esférico se produce un movimiento giratorio en espiral alrededor de un punto central, y aunque una pelota de lana es normalmente estática, tan solo al momento de moldear la pelota, o de desenrollar la lana, se crea una representación precisa del vórtice de energía que le dio forma.

Los vórtices de energía social son intrínsecamente dinámicos. En caso de superponerse entre sí, es evidente que habrán de interactuar y de este modo, el vórtice se sitúa en la base de la materia organizacional de las sociedades y nos muestra el por qué de las propiedades que se le atribuyen y que constituyen el soporte de los fenómenos que se manifiestan en cualquier turbulencia social.

Una turbulencia social es una agitación de una o varias estructuras sociales, que se aprecia más nítidamente en un segmento poblacional, usualmente el más próximo a la base socioeconómica y que se caracteriza por un cambio repentino de dirección e intensidad del movimiento de los individuos que la integran. Este movimiento repentino de los individuos ‘masificados’ concentra un potencial de energía cinética social capaz de generar un vórtice de tal magnitud que se transforma en un caos social. Pero cualquier sector particular concreto del mundo real es turbulentamente modelado por las acciones e interacciones de una multitud de actores sociales diferenciados, con distintos ámbitos, recursos y capacidades de acción, con intereses, racionalidades, comportamientos y poder específicos.

No es sino la propia turbulencia la que caracteriza a los procesos sociales. Muchos fracasos de la Sociología tradicional pueden explicarse por su intento de reducir la turbulencia social al simple esquema clasificatorio de actores, situaciones y problemas que responden estáticamente a un diagnóstico inicial, realizado exógenamente y de presunción definitiva. Es precisamente el carácter tecnocrático de dicha modalidad de planificación y gestión del análisis social vinculados a su dependencia respecto de saberes cristalizados que se instituyen como tales desde la abstracción teorética, que se coloca automáticamente por encima de cualquier escenario concreto, negando su especificidad y su movilidad, así como la manera singular de establecer articulaciones inestables entre los distintos planos de significación que sus acontecimientos asumen para sus propios actores naturales.

Existe una relación concomitante entre turbulencia social y debilidad institucional, que se manifiesta con la gestión de las presiones sociales. Otra dimensión para analizar las explosiones sociales que se generan a partir del vórtice social consiste en preguntarse si estamos frente a un ciclo de inestabilidad institucional o un proceso inacabado de consolidación social. Si las movilizaciones sociales de protesta muestran que determinados sectores están dispuestos a hacerse presente, de manera agresiva, ostentosa y ‘revolucionista’ en la esfera pública, igualmente reflejan la debilidad de las instituciones. Por un lado, la incapacidad del sistema para representar adecuadamente la diversidad social; por otra, la ineficacia de los mecanismos institucionales de control político y social para establecer reales formas de contrapeso a los poderes constituidos y para disolver convenientemente las entropías, que no son otra cosa que el crecimiento desmesurado y sin control de los vórtices sociales, que como hemos sostenido, son manifestaciones naturales del comportamiento grupal en las sociedades.

La turbulencia social, también llamada ‘entropía de las sociedades’, proviene tanto de la dinámica interna de las estructuras sociales como de medios externos a ella. Tales dinámicas caóticas están precedidas por una prolongada etapa de entropización, en las que se evidencian las contradicciones de forma y fondo, que conducen a estadios sociales totalitarios y centralizadores, que no son más que la evidencia palmaria de una controlentropía social, la cual colapsará ‘como históricamente ha ocurrido en el devenir de todas las sociedades: ‘endógenamente’, para desembocar en su muy particular entropía y el consecuencial escenario de caos, a partir del cual se desarrollará un ‘bucle negentrópico’ y nuevas o renovadas formas sociales surgirán, bien para dar respuesta a los orígenes del caos originario, bien para reafirmarlo en un retroceso histórico, usualmente incomprendido pero necesariamente útil para el crecimiento social de la sociedad.

Por ello, la entropía social es, por acción y definición, un fenómeno cíclico, complejo y dinámico, a partir del cual puede afirmarse que toda sociedad tiene en sí misma el germen de su diversidad, de su progresión, pero también del caos necesario para engendrarlo. Esta predestinación puede deberse a infinidad de factores, pero son los factores de orden político aquellos que más profundamente inciden en el desempeño entrópico y ulteriormente caótico de los conglomerados sociales.

La masa crítica del vórtice social, ese que genera las entropías que modifican las estructuras sociales, puede definirse como el número de individuos involucrados a partir del cual dicho fenómeno adquiere una dinámica propia que le permite sostenerse y crecer por sí mismo. Es por ello que las movilizaciones de las masas, tan esenciales para las dinámicas sociales, deben considerarse como el punto de inflexión a partir del cual los vórtices que se generan dentro de las dinámicas sociales, espontáneos o inducidos, se agrupan y se solapan hasta producir la ‘masa crítica’ necesaria para provocar un caos social.

andresmorenoarreche@gmail.com

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