El 7 de enero del año pasado publiqué en este mismo diario un artículo que titulé: “El Altar de la Patria Ultrajado”. En ese artículo recordé que el Panteón Nacional es el más elevado altar de la patria, el lugar donde reposan y se veneran los restos de los héroes protagonistas de nuestra historia así como los fundadores y constructores de nuestra nación. Señalé que eso había sido así hasta que el teniente coronel presidente emprendiera un proceso de irreverencia y agravio a ese augusto lugar que comenzó con la colocación allí de la osamenta del sátrapa Cipriano Castro, continuó con la colocación en el Panteón de un puñado de tierra traída del lugar donde imaginariamente se quitó la vida, incinerándose, el cacique Guaicaipuro, y llegó al extremo con la celebración del cincuentenario de la revolución cubana en ese recinto sagrado y la colocación de la bandera cubana junto con la de los demás países bolivarianos.
Ahora se ha cometido un nuevo ultraje al Altar de la Patria con la colocación en ese sitio sacrosanto de un cofre contentivo de otro puñado de tierra traída, esta vez, del lugar donde supuestamente fue incinerado el cadáver de Manuela Sáenz, quien falleció víctima de tifus.
No discuto el papel que pudo haber jugado Manuela Sáenz en la vida del Libertador ni los méritos que haya podido acumular para que la bautizaran “la libertadora de El Libertador”. Tampoco tengo problema con el papel que le atribuyen como una de las pioneras del feminismo de América Latina por su conducta extrovertida y avanzada para la época. No pretendo alardear de moralista, pero me niego a aceptar que en nuestro altar de la patria se venere, aunque sea sólo simbólicamente, a quien fue simple y llanamente la amante de Simón Bolívar y por lo tanto un personaje, por decir lo menos, controvertido.
Todo eso es sumamente grave porque desnaturaliza el destino sagrado al cual está dedicado y debe ser reservado el templo de nuestra historia patria.
Por otra parte, a propósito del traslado de los “restos simbólicos” de Manuela Sáenz, no puedo dejar de referirme al ridículo espectáculo montado por el régimen para rendir honores a ese puñado de tierra traído desde Ecuador.
La parafernalia comprendió honores militares de Jefe de Estado presididos por el Ministro de la Defensa, discursos de parlamentarios, condecoraciones “post mortem” (¿a un puñado de tierra?), cadena humana de figuras del “proceso” desde la escalerilla del avión hasta la carroza fúnebre en el aeropuerto, declaración de día de júbilo, parada militar, procesión del cofre contentivo del puñado de tierra cubierto con la bandera nacional montado en la cureña de un cañón escoltado por cadetes, caravana funeral desde el aeropuerto hasta Caracas, colocación del cofre en capilla ardiente en la casa natal del Libertador, velorio hasta media noche, misa solemne, honores en la plaza Bolívar presididos por el Jefe de Estado y colocación del cofre en el Panteón Nacional al lado de sarcófago que contiene los restos del Libertador en otra ceremonia en la cual estuvo presente el presidente ecuatoriano.
Para el momento en que remito este artículo al diario no se comenzado los actos contemplados para el 5 de julio en la continuación del programa de este show mediático pero me imagino que seguirán el mismo guión ridículo y estrafalario de todos los anteriores.
Estoy seguro de que la gran mayoría de los venezolanos coinciden conmigo en que es una afrenta a toda la Nación que el Panteón Nacional sea utilizado para satisfacer los antojos del teniente coronel presidente.
Me pregunto cómo se habrán sentido los oficiales de nuestra fuerza armada y los cadetes de los institutos militares que participaron en ese bochornoso espectáculo, en esa grotesca burla al sentimiento patriótico de todos los venezolanos, obligados a rendir honores a un puñado de tierra sin ningún valor histórico. ¡Qué triste el papel para el que han quedado nuestros soldados!
Ahora se ha cometido un nuevo ultraje al Altar de la Patria con la colocación en ese sitio sacrosanto de un cofre contentivo de otro puñado de tierra traída, esta vez, del lugar donde supuestamente fue incinerado el cadáver de Manuela Sáenz, quien falleció víctima de tifus.
No discuto el papel que pudo haber jugado Manuela Sáenz en la vida del Libertador ni los méritos que haya podido acumular para que la bautizaran “la libertadora de El Libertador”. Tampoco tengo problema con el papel que le atribuyen como una de las pioneras del feminismo de América Latina por su conducta extrovertida y avanzada para la época. No pretendo alardear de moralista, pero me niego a aceptar que en nuestro altar de la patria se venere, aunque sea sólo simbólicamente, a quien fue simple y llanamente la amante de Simón Bolívar y por lo tanto un personaje, por decir lo menos, controvertido.
Todo eso es sumamente grave porque desnaturaliza el destino sagrado al cual está dedicado y debe ser reservado el templo de nuestra historia patria.
Por otra parte, a propósito del traslado de los “restos simbólicos” de Manuela Sáenz, no puedo dejar de referirme al ridículo espectáculo montado por el régimen para rendir honores a ese puñado de tierra traído desde Ecuador.
La parafernalia comprendió honores militares de Jefe de Estado presididos por el Ministro de la Defensa, discursos de parlamentarios, condecoraciones “post mortem” (¿a un puñado de tierra?), cadena humana de figuras del “proceso” desde la escalerilla del avión hasta la carroza fúnebre en el aeropuerto, declaración de día de júbilo, parada militar, procesión del cofre contentivo del puñado de tierra cubierto con la bandera nacional montado en la cureña de un cañón escoltado por cadetes, caravana funeral desde el aeropuerto hasta Caracas, colocación del cofre en capilla ardiente en la casa natal del Libertador, velorio hasta media noche, misa solemne, honores en la plaza Bolívar presididos por el Jefe de Estado y colocación del cofre en el Panteón Nacional al lado de sarcófago que contiene los restos del Libertador en otra ceremonia en la cual estuvo presente el presidente ecuatoriano.
Para el momento en que remito este artículo al diario no se comenzado los actos contemplados para el 5 de julio en la continuación del programa de este show mediático pero me imagino que seguirán el mismo guión ridículo y estrafalario de todos los anteriores.
Estoy seguro de que la gran mayoría de los venezolanos coinciden conmigo en que es una afrenta a toda la Nación que el Panteón Nacional sea utilizado para satisfacer los antojos del teniente coronel presidente.
Me pregunto cómo se habrán sentido los oficiales de nuestra fuerza armada y los cadetes de los institutos militares que participaron en ese bochornoso espectáculo, en esa grotesca burla al sentimiento patriótico de todos los venezolanos, obligados a rendir honores a un puñado de tierra sin ningún valor histórico. ¡Qué triste el papel para el que han quedado nuestros soldados!
adolfotaylhardat@gmail.com>
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