El respeto a la libertad de los demás constituye un principio ético fundamental
Peatón. Cualquiera puede constatar de modo evidente por un poderoso anhelo de libertad. Sin embargo, somos testigos de cómo la noción de libertad se ha llenado de ambigüedades y ha conducido a errores motivo de terrible alienaciones y causa de muerte de millones de personas. Por desgracia, el siglo XX es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, el deseo de libertad continúa manifestándose en todos los campos: el social, el político, el económico o psicológico. Seguramente se habla tanto de él porque, a pesar de todos los "progresos" realizados, continúa siendo un deseo insatisfecho
Peatón. En el plano moral, da la impresión de que el único valor que todavía suscita cierta unanimidad en este comienzo de milenio es el de la libertad. Todo el mundo está más o menos de acuerdo en que el respeto a la libertad de los demás constituye un principio ético fundamental, algo más teórico que real. Quizá no se trate nada más que de una manifestación de ese egocentrismo endémico al que ha llegado el hombre moderno, para quien el respeto por la libertad de cada uno constituye no tanto el reconocimiento de una exigencia ética sino una reivindicación individual: ¡que nadie se permita impedirme que haga lo que quiera!
Peatón. No obstante, hay que señalar que esta poderosa aspiración de libertad en el hombre contemporáneo, aun cuando contenga buena parte de engaño y a veces se lleve a cabo por caminos erróneos, siempre conserva algo de rectitud y nobleza.
Peatón. En efecto, el hombre no ha sido creado para ser esclavo, sino para dominar la Creación. Así lo dice explícitamente el Génesis. Nadie ha sido hecho para llevar una vida apagada, estrecha o constreñida a un espacio reducido, sino para vivir "a sus anchas". Por el simple hecho de haber sido creado a imagen de Dios los espacios limitados le resultan insoportables y guarda en su interior una necesidad irrefrenable de absoluto e infinito. Ahí reside su grandeza y, en ocasiones, su desgracias.
Peatón. Por otra parte el ser humano manifiesta tantas ansias de libertad porque su anhelo fundamental es la aspiración a la felicidad, y porque comprende que no existe felicidad sin amor, ni amor sin libertad: y así es justamente. El hombre ha sido creado por amor y para amar, y sólo puede encontrar la felicidad amando y siendo amado., el hombre no sabría vivir sin amor. El problema es que, ama al revés; se ama egoístamente a sí mismo y termina sintiéndose frustrado, porque sólo un amor auténtico es capaz de colmarlo.
Peatón. Si es cierto que sólo el amor puede colmarlo, también lo es el hecho de que no existe amor sin libertad: un amor que proceda de la coacción, del interés o de la simple satisfacción de una necesidad no merece ser llamado amor. El amor no compra ni se vende. El verdadero amor, y por lo tanto el amor dichoso, sólo existe entre personas que disponen libremente de sí mismas para entregarse al otro.
Peatón. Así es como se entiende la extraordinaria importancia de la libertad, que proporciona su valor al amor; y el amor constituye la condición indispensable para la felicidad. Es sin duda la intuición incluso vaga de esta verdad la que hace al hombre estimar la libertad, y nadie puede persuadirlo de lo contrario.
Peatón. El deseo de libertad que habita en el corazón del hombre contemporáneo, muy a menudo se traduce en un intento desesperado de traspasar los límites dentro de los cuales nos sentimos como encerrados. Siempre queremos ir más allá, más rápido, queremos aumentar nuestro poder de transformar la realidad. Y esto es así en todos los aspectos de la existencia.
Peatón. Nacemos libres para vivir en plena Libertad.....................,
Un Peatón sin Barreras
Arq. Iván Enrique León Hernández
peatones.sin.barreras@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
Peatón. Cualquiera puede constatar de modo evidente por un poderoso anhelo de libertad. Sin embargo, somos testigos de cómo la noción de libertad se ha llenado de ambigüedades y ha conducido a errores motivo de terrible alienaciones y causa de muerte de millones de personas. Por desgracia, el siglo XX es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, el deseo de libertad continúa manifestándose en todos los campos: el social, el político, el económico o psicológico. Seguramente se habla tanto de él porque, a pesar de todos los "progresos" realizados, continúa siendo un deseo insatisfecho
Peatón. En el plano moral, da la impresión de que el único valor que todavía suscita cierta unanimidad en este comienzo de milenio es el de la libertad. Todo el mundo está más o menos de acuerdo en que el respeto a la libertad de los demás constituye un principio ético fundamental, algo más teórico que real. Quizá no se trate nada más que de una manifestación de ese egocentrismo endémico al que ha llegado el hombre moderno, para quien el respeto por la libertad de cada uno constituye no tanto el reconocimiento de una exigencia ética sino una reivindicación individual: ¡que nadie se permita impedirme que haga lo que quiera!
Peatón. No obstante, hay que señalar que esta poderosa aspiración de libertad en el hombre contemporáneo, aun cuando contenga buena parte de engaño y a veces se lleve a cabo por caminos erróneos, siempre conserva algo de rectitud y nobleza.
Peatón. En efecto, el hombre no ha sido creado para ser esclavo, sino para dominar la Creación. Así lo dice explícitamente el Génesis. Nadie ha sido hecho para llevar una vida apagada, estrecha o constreñida a un espacio reducido, sino para vivir "a sus anchas". Por el simple hecho de haber sido creado a imagen de Dios los espacios limitados le resultan insoportables y guarda en su interior una necesidad irrefrenable de absoluto e infinito. Ahí reside su grandeza y, en ocasiones, su desgracias.
Peatón. Por otra parte el ser humano manifiesta tantas ansias de libertad porque su anhelo fundamental es la aspiración a la felicidad, y porque comprende que no existe felicidad sin amor, ni amor sin libertad: y así es justamente. El hombre ha sido creado por amor y para amar, y sólo puede encontrar la felicidad amando y siendo amado., el hombre no sabría vivir sin amor. El problema es que, ama al revés; se ama egoístamente a sí mismo y termina sintiéndose frustrado, porque sólo un amor auténtico es capaz de colmarlo.
Peatón. Si es cierto que sólo el amor puede colmarlo, también lo es el hecho de que no existe amor sin libertad: un amor que proceda de la coacción, del interés o de la simple satisfacción de una necesidad no merece ser llamado amor. El amor no compra ni se vende. El verdadero amor, y por lo tanto el amor dichoso, sólo existe entre personas que disponen libremente de sí mismas para entregarse al otro.
Peatón. Así es como se entiende la extraordinaria importancia de la libertad, que proporciona su valor al amor; y el amor constituye la condición indispensable para la felicidad. Es sin duda la intuición incluso vaga de esta verdad la que hace al hombre estimar la libertad, y nadie puede persuadirlo de lo contrario.
Peatón. El deseo de libertad que habita en el corazón del hombre contemporáneo, muy a menudo se traduce en un intento desesperado de traspasar los límites dentro de los cuales nos sentimos como encerrados. Siempre queremos ir más allá, más rápido, queremos aumentar nuestro poder de transformar la realidad. Y esto es así en todos los aspectos de la existencia.
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