martes, 29 de junio de 2010

DEL REPUDIO A LA IMPACIENCIA, SIXTO MEDINA

La involución sufrida por el país, a raíz del auge alcanzado por las prácticas políticas del presidente Chávez nos retrotrae a un estado de precariedad institucional y social francamente alarmante. Nunca, desde que, 1958, se recuperó la democracia un gobernante se ha burlado tanto de la Constitución y las instituciones a las que debe su legitimidad. Resulta sorprendente, a la luz de semejante caudal de transgresiones a la ley, el cinismo con que se presenta como víctima de una conspiración orquestada para privarlo de sus derechos e impedirle el ejercicio de su deber. Con ello hace saber que entre sus expectativas y propósitos no figura el diálogo, y la convivencia política, el encuentro con sus adversarios. Sabe y hace saber que un antagonismo extrapolitico se politizará en la medida en que agrupe a los venezolanos en amigos y enemigos, y se convertirá efectivamente en político cuando agrupe realmente a los venezolanos en tal polaridad. Lo suyo es el pragmatismo descarnado que le impone su gravísimo apego al poder.

El proceso regresivo impulsado por su gobierno se inicia con la homologación del adversario con el enemigo y el asentamiento del monólogo hegemónico unido a la equivalencia entre disidencia y traición. Su hilo conductor, vocacionalmente maniqueo, se tensa y se ahonda con el menoscabo de las instituciones; prosigue su avance con las expropiaciones y las confiscaciones.

Estamos ante un derrame discursivo abocado a hacerse ver como principista. Para lograrlo, Chávez no vacila en recurrir a lo que sea. De la legítima habilidad operativa a la avivada, la amenaza, la persecución política y la brutal descalificación del disidente. Con festiva pasión por la intolerancia, impide la vida democrática reiniciada hace más de cinco décadas. En su afán por seguir acotando la ley en favor del poder, su gobierno no hace más que perder legitimidad. Suma, de esa manera, a su creciente impopularidad la posibilidad de situarse fuera del marco constitucional.

Frente a semejante caudal de violaciones a la Constitución, la sociedad se inquieta y angustia al verificar el espesor de las dificultades con que tropieza la oposición para sanear las practicas del ejecutivo y contener los desbordes del gobernante. La impaciencia desnaturaliza la expectativa generada por las elecciones del 26 de septiembre y la convierte en acicate de una ansiedad peligrosa. Ella induce a confundir la inevitable lentitud con que se avanza hacia estrategias eficientes con una falta de idoneidad irremontable para encarar lo que cabe resolver.

No es razonable pedirle milagros a la oposición, ella se encuentra triplemente acosada. Primero, por sus propias dificultades para proceder como debe. Segundo por un gobierno que teme los progresos de esa oposición y se desvela por impedirlos. Y, tercero por una sociedad que, harta de desmesuras del gobierno, no tolera sus desaciertos y demora para desbaratarlas y cae en el facilismo de la impaciencia y la subestimación, confundiendo lentitud con inmovilidad, lo simple con lo complejo.

sxmed@hotmail.com
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