Esta semana, el historiador Germán Carrera Damas, predijo que "el propósito del régimen actual no es ignorar, sino suprimir la soberanía popular", lo que demostraría que esta revolución, aunque ficticia, terminará en dictadura como todas las revoluciones.
El pasado nos enseña que las revoluciones victoriosas siempre terminan en dictadura; solo destruyen, nunca construyen y, en definitiva, comienzan y acaban con el desplazamiento de una elite en el poder por otra, pero nunca en una verdadera democracia.
En el caso venezolano, no estamos ante una dictadura de "primera generación", esto es, una dictadura con caudillo autoritario que se hacía del poder y gobernaba durante décadas a través del miedo, el terror, el soborno, el chantaje y la corrupción. En fin, dictaduras basadas en la fuerza, aunque realizaban elecciones amañadas y fraudulentas que siempre ganaban los dictadores.
Tampoco estamos ante una dictadura de "segunda generación" o dictadura institucional de las Fuerzas Armadas, que habiendo adquirido nuevos niveles de profesionalización, desarrollaron un pensamiento estratégico donde se asignaban a sí mismas el papel de cambiar, transformar o revolucionar sus sociedades. Sus coordenadas ideológicas podían orientarlas a la derecha o la izquierda, pero sus objetivos de "reformas profundas y perdurables", eran distintivos de este nuevo tipo de autoritarismo. Estas tuvieron como motivaciones básicas, evitar en el resto de América Latina la repetición de una revolución marxista como la que había triunfado en Cuba en 1959.
Estamos presenciando el otoño del chavecismo y el amanecer de la dictadura en este país, pero de una dictadura de "tercera generación". Este nuevo tipo de dictadura, al igual que las de primera generación, necesita legitimarse mediante periódicas elecciones. También, a semejanza de las de primera generación, están personalizadas y no son simplemente una rama, un brazo o una extensión de la institución militar. Al contrario, usan las Fuerzas Armadas como el partido de gobierno, controlando, corrompiendo, y desprofesionalizando las instituciones castrenses. Comparte igualmente con las dictaduras de primera generación un suicida aislacionismo.
Sin embargo, la historia igualmente da luces a los opositores demócratas que intenten derrotar a un régimen autoritario: 1) Centrar la atención sobre la ilegitimidad o dudosa legitimidad del régimen autoritario: atacarlo en aspectos como la corrupción y la crueldad; 2) Animar a los grupos descontentos a apoyar la democracia como una alternativa necesaria al régimen; enrolando a empresarios, profesionales, intelectuales, religiosos, dirigentes políticos, etc.; 3) Cultivar a los militares para lograr su compromiso de que no van a defender al régimen; 4) Practicar y predicar la no violencia para ganarse la simpatía de las fuerzas de seguridad; 5) Aprovechar cada oportunidad para expresar su oposición al régimen, incluida la participación desventajosa en las elecciones que él organiza; 6) Desarrollar contactos con los medios de información extranjeros, las organizaciones de derechos humanos y las organizaciones supranacionales; 7) Promover la unidad entre los grupos de la oposición, creando una organización que los comprenda y los proteja, lo que facilitará la cooperación entre esos grupos; 8) Cuando el régimen autoritario cae, estar preparado para llenar rápidamente el vacío de autoridad.
En conclusión, tomemos conciencia sobre el régimen político que nos gobierna: una dictadura, y de las maneras eficaces para abatirlo. En caso contrario, como canta Rubén Blades, seguiremos "viviendo dictaduras".
Juan Carlos Apitz Barbera
justiciapitz@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES ASAMBLEA NACIONAL, UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
El pasado nos enseña que las revoluciones victoriosas siempre terminan en dictadura; solo destruyen, nunca construyen y, en definitiva, comienzan y acaban con el desplazamiento de una elite en el poder por otra, pero nunca en una verdadera democracia.
En el caso venezolano, no estamos ante una dictadura de "primera generación", esto es, una dictadura con caudillo autoritario que se hacía del poder y gobernaba durante décadas a través del miedo, el terror, el soborno, el chantaje y la corrupción. En fin, dictaduras basadas en la fuerza, aunque realizaban elecciones amañadas y fraudulentas que siempre ganaban los dictadores.
Tampoco estamos ante una dictadura de "segunda generación" o dictadura institucional de las Fuerzas Armadas, que habiendo adquirido nuevos niveles de profesionalización, desarrollaron un pensamiento estratégico donde se asignaban a sí mismas el papel de cambiar, transformar o revolucionar sus sociedades. Sus coordenadas ideológicas podían orientarlas a la derecha o la izquierda, pero sus objetivos de "reformas profundas y perdurables", eran distintivos de este nuevo tipo de autoritarismo. Estas tuvieron como motivaciones básicas, evitar en el resto de América Latina la repetición de una revolución marxista como la que había triunfado en Cuba en 1959.
Estamos presenciando el otoño del chavecismo y el amanecer de la dictadura en este país, pero de una dictadura de "tercera generación". Este nuevo tipo de dictadura, al igual que las de primera generación, necesita legitimarse mediante periódicas elecciones. También, a semejanza de las de primera generación, están personalizadas y no son simplemente una rama, un brazo o una extensión de la institución militar. Al contrario, usan las Fuerzas Armadas como el partido de gobierno, controlando, corrompiendo, y desprofesionalizando las instituciones castrenses. Comparte igualmente con las dictaduras de primera generación un suicida aislacionismo.
Sin embargo, la historia igualmente da luces a los opositores demócratas que intenten derrotar a un régimen autoritario: 1) Centrar la atención sobre la ilegitimidad o dudosa legitimidad del régimen autoritario: atacarlo en aspectos como la corrupción y la crueldad; 2) Animar a los grupos descontentos a apoyar la democracia como una alternativa necesaria al régimen; enrolando a empresarios, profesionales, intelectuales, religiosos, dirigentes políticos, etc.; 3) Cultivar a los militares para lograr su compromiso de que no van a defender al régimen; 4) Practicar y predicar la no violencia para ganarse la simpatía de las fuerzas de seguridad; 5) Aprovechar cada oportunidad para expresar su oposición al régimen, incluida la participación desventajosa en las elecciones que él organiza; 6) Desarrollar contactos con los medios de información extranjeros, las organizaciones de derechos humanos y las organizaciones supranacionales; 7) Promover la unidad entre los grupos de la oposición, creando una organización que los comprenda y los proteja, lo que facilitará la cooperación entre esos grupos; 8) Cuando el régimen autoritario cae, estar preparado para llenar rápidamente el vacío de autoridad.
En conclusión, tomemos conciencia sobre el régimen político que nos gobierna: una dictadura, y de las maneras eficaces para abatirlo. En caso contrario, como canta Rubén Blades, seguiremos "viviendo dictaduras".
Juan Carlos Apitz Barbera
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