martes, 6 de abril de 2010

LA DESNUDEZ DE UN GOBERNANTE, SIXTO MEDINA

Entre los cuentos infantiles por los que Hans Christian Andersen sigue vivo en la memoria de la humanidad, figura aquel que yo recordaba como “El Rey está desnudo”, pero cuyo título es “El traje del Emperador”, historia de una estafa que nadie se atreve a denunciar por miedo, o por temor a que lo tomen por un tonto incapaz de ver lo que todo el mundo ve.

Recordemos brevemente. Dos farsantes que dicen ser tejedores, llegan a la comarca de un emperador vanidoso. Envuelto en trajes de lujo y ropas llamativas que usa invariablemente en las funciones teatrales, a las que asiste para que lo miren, el emperador vive esclavizado por los sastres y sometido a los espejos. Los falsos tejedores difunden que son maestros en confeccionar ropa más colorida, más cómoda y variada, las que poseen la maravillosa virtud de tornarse invisibles no bien las mira un imbécil.

El emperador ordena que le tejan ropa de este último tipo, y lo que sigue es el engaño que cada uno sostiene ante ese vestido que, por cierto, no existe. Hasta el emperador elige mentirse a sí mismo porque ¿qué sería de él y de su poder si fuera un tonto y un incapaz que denunciara a los falsos tejedores que lo único que ve en el espejo es su desnudez? Sabemos cómo termina la historia: un niño desmonta la farsa cuando ve desfilar al monarca y grita, con asombro e insistencia: “¡El emperador está desnudo!”.

Nunca como ahora este cuento de Andersen parece hablarnos de manera tan directa e intima de la desnudez del actual gobernante de la nación venezolana y del raro temor que nos produce observar de frente las falsas creencias que apoderaron de esta sociedad. Ocurre que quien ejerce la función del liderazgo en la política nacional, a nivel de Estado y de gobierno, no ha asumido con prudencia y sabiduría las funciones de conducción. Lo que no se quiere ver, pero que se ve, es que el liderazgo ha vivido agotado en sí mismo. Es un liderazgo rebatido por la propia realidad. Su partido marcha por un lado y la cotidiana preocupación del venezolano marcha por otro.

Los resultados prácticos son muy elocuentes, hay una reacción política y de tipo social. Está ocurriendo lo que tenía que ocurrir. El índice de popularidad del gobernante ha caído: en 1999 superaba el 80 por ciento y hoy sólo llega a la mitad. A todo esto hay que agregar algo más, la renuncia de Henri Falcón, gobernador del estado Lara al PSUV. En tal sentido debemos decir: lo que cuenta es su condición moral, todo cuanto haga para oponerse a la maquinaria militarista del PSUV y a la corrupción, pisando el borde del abismo, es algo que tiene importancia para toda Venezuela, para el futuro de la democracia y la dignidad del ser humano. Su carta de renuncia expresa un descontento contra una grave persecución ideológica, basada en la sospecha, en el resentimiento, que reniega del pluralismo, la tolerancia y la justicia, bases fundamentales de la democracia; es contra una visión congelada en las nociones de que los gobernantes pueden hacer lo que quieran y los gobernados deben aceptar y callar. Lo cierto es que el rey está desnudo, el silencio se ha roto, y el miedo se ha desprendido de la piel.

sxmed@hotmail.com
Sixto Medina
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