La sociedad civil venezolana, es decir la que no está en armas, la integran por una parte los partidos políticos que son la sociedad civil organizada bajo una ideologia consensuada, y por la otra sectores sin militancia partidista constituida en organizaciones civiles no gubernamentales, gremios profesionales, sindicatos e individualidades que sobresalen por sus cualidades personales en una u otra rama de la actividad nacional constituyéndose en referencia obligada a la hora de la toma de decisiones.
Esta sociedad civil nuestra soporta todo tipo de sacudidas sociopolíticas por su inhabilidad para construir compromisos y sus factores dirigentes se enfrascan en luchas fratricidas que solo los conducen hacia su debilitamiento con una visión a corto plazo como solución a lo que se valora como los grandes problemas nacionales. No percibimos a nadie abocado a planificar proactivamente para establecer un clima de gobernabilidad que permita la recomposición nacional. Todo ello ante un desgobierno incapacitado para dar buenas noticias y que solo se ocupa de ejercer un autoritarismo voluntarista que cada día se gana nuevos adversarios.
Interlocutores de calibre han desaparecido de la escena nacional. Estamos en manos de quienes no parecen hacerse responsables por los errores que nos sumergen en un estado de inanición en el cual tan solo sobresalen las argucias y el culparse los unos a los otros de los tropezones en los cuales se han visto involucrados.
El actual gobierno nacional, que ha convertido al Estado en un partido político, juguetea con la indefensión de los factores que alardean de criticarlos y los acusa de golpistas y otros ofensivos epítetos de forma inmisericorde persiguiendo la libertad de expresión y de información impidiendo que el pueblo que subyuga se entere de sus propias realidades.
Desde 1958 hemos vivido poco más de 10 años de democracia constructiva, de 30 de democracia chucuta, y de 11 de salto al vacío; pero no hemos logrado detener el derrumbe de la nación en manos de quienes con demagogia bien publicitada han logrado acceder a la orgia del poder proporcionada por un estatismo avasallante y el despilfarro de la renta petrolera que solo ha logrado enriquecer a unos pocos en desmedro de todo un pueblo vilmente engañado.
En nombre de autocracias disfrazadas de democracia, hemos conformado congresos y asambleas legislativas que solo obedecen a quien sustenta los curules con el poder sobre haciendas y vidas, sin importarle si las decisiones que toman perjudican o no al bienestar colectivo.
Algún profundo pensador acuño la frase: "Si no cambiamos lo que estamos haciendo hoy, los días siguientes se verán como ayer". Si seguimos sin entender hoy el desafío que se nos presenta a los demócratas, mañana será igual a hoy.
Vamos a las propuestas sobre una agenda social que abarque los temas para recuperar el empleo, la seguridad social y personal, la reindustrialización del país, programas para una democratización de la industria petrolera individual y personalizada, y desarrollo para acabar con el Estado rentista.
Es necesario promover una agenda legislativa que contemple una Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional que nos permita, dentro de la legalidad, un país con esperanzas comunes.
Toda la sociedad civil venezolana debe reencontrarse sin dramatismos ni inalcanzables ambiciones para lograr el camino que nos conduzca por senderos de bienestar en libertad, acertando la salida de la maraña falsamente ideológica que pretende igualarnos a la depauperada Cuba.
carlos.padilla.carpa@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES ASAMBLEA NACIONAL, UNIDAD ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
Esta sociedad civil nuestra soporta todo tipo de sacudidas sociopolíticas por su inhabilidad para construir compromisos y sus factores dirigentes se enfrascan en luchas fratricidas que solo los conducen hacia su debilitamiento con una visión a corto plazo como solución a lo que se valora como los grandes problemas nacionales. No percibimos a nadie abocado a planificar proactivamente para establecer un clima de gobernabilidad que permita la recomposición nacional. Todo ello ante un desgobierno incapacitado para dar buenas noticias y que solo se ocupa de ejercer un autoritarismo voluntarista que cada día se gana nuevos adversarios.
Interlocutores de calibre han desaparecido de la escena nacional. Estamos en manos de quienes no parecen hacerse responsables por los errores que nos sumergen en un estado de inanición en el cual tan solo sobresalen las argucias y el culparse los unos a los otros de los tropezones en los cuales se han visto involucrados.
El actual gobierno nacional, que ha convertido al Estado en un partido político, juguetea con la indefensión de los factores que alardean de criticarlos y los acusa de golpistas y otros ofensivos epítetos de forma inmisericorde persiguiendo la libertad de expresión y de información impidiendo que el pueblo que subyuga se entere de sus propias realidades.
Desde 1958 hemos vivido poco más de 10 años de democracia constructiva, de 30 de democracia chucuta, y de 11 de salto al vacío; pero no hemos logrado detener el derrumbe de la nación en manos de quienes con demagogia bien publicitada han logrado acceder a la orgia del poder proporcionada por un estatismo avasallante y el despilfarro de la renta petrolera que solo ha logrado enriquecer a unos pocos en desmedro de todo un pueblo vilmente engañado.
En nombre de autocracias disfrazadas de democracia, hemos conformado congresos y asambleas legislativas que solo obedecen a quien sustenta los curules con el poder sobre haciendas y vidas, sin importarle si las decisiones que toman perjudican o no al bienestar colectivo.
Algún profundo pensador acuño la frase: "Si no cambiamos lo que estamos haciendo hoy, los días siguientes se verán como ayer". Si seguimos sin entender hoy el desafío que se nos presenta a los demócratas, mañana será igual a hoy.
Vamos a las propuestas sobre una agenda social que abarque los temas para recuperar el empleo, la seguridad social y personal, la reindustrialización del país, programas para una democratización de la industria petrolera individual y personalizada, y desarrollo para acabar con el Estado rentista.
Es necesario promover una agenda legislativa que contemple una Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional que nos permita, dentro de la legalidad, un país con esperanzas comunes.
Toda la sociedad civil venezolana debe reencontrarse sin dramatismos ni inalcanzables ambiciones para lograr el camino que nos conduzca por senderos de bienestar en libertad, acertando la salida de la maraña falsamente ideológica que pretende igualarnos a la depauperada Cuba.
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