Vemos como, en ciertos sectores de la llamada oposición venezolana, se están repitiendo viejas historias que ya en el pasado condujeron a pésimas decisiones y a rotundos fracasos. El germen de la anti-política, cual virus, vuelve a atacar. Uno se asombra al ver y leer en las propuestas para candidatos los nombres de estudiantes, periodistas, presos políticos, militares retirados, activistas de ONGs y dueños de medios de comunicación. Y no digo yo que entre toda esa gente no hayan personas preparadas, inteligentes y que probablemente hagan un buen papel en la Asamblea Nacional que debe iniciar funciones tras las elecciones de septiembre. Lo que más me llama la atención -y he de confesar que me indigna- son los argumentos que usan los proponentes y defensores de esos nombres. “Fulano ha demostrado valentía, arrojo”. “Mengano está injustamente preso”. “Fulana, que lo ha arriesgado todo y no pertenece a partido político alguno”. “Los partidos políticos están, como siempre, en busca de camburcitos”. Y así, en esa tónica, con ese tipo de argumentos lanzan nombres a diestra y siniestra, como si las elecciones del 26S fueran un premio a la constancia, o de consolación, o un concurso de belleza.
Por otro lado, vemos cómo algunos personajes que en el pasado no les tembló el pulso para llamar a la abstención, unos, o para apoyar vías nada democráticas para dirimir diferencias, otros, se erigen hoy como los papás de los métodos “más democráticos del mundo” y centran todos sus esfuerzos y energías en imponer sus propuestas en base a la descalificación de quienes los confrontan.
Mientras tanto, en paralelo, vemos al país hundirse en la oscuridad, en la sequía de agua, pero sobre todo en la sequía de ideas y de políticas para el rescate y el desarrollo. Un gobierno personalista, militar y militarista que parece comenzar a derrumbarse tras una larga sumatoria de fracasos, corruptelas e ineficiencia.
Por otro lado, vemos cómo algunos personajes que en el pasado no les tembló el pulso para llamar a la abstención, unos, o para apoyar vías nada democráticas para dirimir diferencias, otros, se erigen hoy como los papás de los métodos “más democráticos del mundo” y centran todos sus esfuerzos y energías en imponer sus propuestas en base a la descalificación de quienes los confrontan.
Mientras tanto, en paralelo, vemos al país hundirse en la oscuridad, en la sequía de agua, pero sobre todo en la sequía de ideas y de políticas para el rescate y el desarrollo. Un gobierno personalista, militar y militarista que parece comenzar a derrumbarse tras una larga sumatoria de fracasos, corruptelas e ineficiencia.
Y dentro de la oposición, sectores que no ven más allá de sus narices y que todavía no se han dado cuenta que hay un país mas allá de su entorno, haciendo la guerra a quienes han logrado dar forma, a pesar de sus muchas diferencias, a una posibilidad de ir avanzando dentro del actual estado de las cosas, hacia una toma del poder -en todos sus niveles-, de una manera electoral, pacífica y democrática: Los Partidos Políticos, todos.
Cuando pienso en candidatos a la Asamblea, cierro los ojos y me imagino el Palacio Legislativo, en el ahora expropiado centro de Caracas, rodeado de numerosos militantes del oficialismo, vestidos de rojo rojito. Mis candidatos son los que sé que se abrirán paso, sea como sea, entre esa marabunta, tanto para entrar como para salir de las sesiones. Ni de vaina quiero futuros parlamentarios que se instalen en un toldito en alguna plaza “porque no los dejan entrar en el Capitolio”.
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