sábado, 5 de diciembre de 2009

NUESTRA VISIÓN DE PAÍS, LEONARDO RAMOS, ORGANIZACION LIBERTAD Y DEMOCRACIA

El ser humano, hombres y mujeres son en esencia seres productivos creados para aprovechar su naturaleza, caracterizada por las capacidades de razonamiento, comunicación, destreza y creación de técnicas y tecnologías complejas que lo diferencian del resto de los animales. Todos los seres humanos son creados iguales, son las sociedades, la familia, la comunidad, la cultura, los amigos y muchos otros factores los que condicionan el desarrollo físico, mental y de carácter de cada uno de los individuos.

En nuestra esencia pura y simple todos deberíamos ser capaces de desarrollarnos siempre y cuando se nos otorguen las herramientas necesarias para hacerlo. Nadie debe estar por debajo de su potencialidad interna, nadie debe ser juzgado por su entorno, al contrario es el hombre quien debe desarrollarla para poder crear e influir de manera determinante sobre los factores que actúan sobre él. Todos somos capaces, todos tenemos potencial, todos los seres humanos son especiales y no debe existir discriminación suponiendo que la condición social y el entorno de una persona definen sus capacidades físicas e intelectuales.

Creemos que el Gobierno no debe ser el padre proveedor sino más bien un ente propulsor del crecimiento interno de cada uno de los individuos de una sociedad. Un gobierno con verdadera conciencia social debe respetar a unos y otros sin llegar al enfrentamiento de clases.

No existe peor discriminación que aquella que juzga de por sí, como incompetentes o desvalidos, a las personas que por razones políticas, sociales históricas no han tenido la oportunidad de desarrollar su potencial para alcanzar bienestar material. Y que a su vez, juzga como indecentes y depredadores sociales a todos aquellos que honestamente han tenido la oportunidad de alcanzar sus metas materiales.

Un gobierno debe saber diferenciar a las personas pero partiendo de la premisa de que todos son capaces. Un Gobierno que regala es un Gobierno que no ha entendido que la condición socioeconómica de una persona no lo hace ni superdotado ni minusválido. El hombre antes de querer una clasificación como esa prefiere que se le brinden las herramientas necesarias para desarrollarse.

Un gobierno paternalista crea individuos mentalmente incapacitados, es decir, disminuye sus capacidades porque aprueba o da por sentado el hecho de que un ser pobre, es un ser que no tiene la capacidad suficiente de valerse por si mismo cuando debería hacer todo lo contrario. Es decir, un gobierno paternalista alimenta la incapacidad en vez de fomentar y alentar el desarrollo total de sus capacidades.

Las costumbres heredadas o la conveniencia de algunos gobiernos, han creado una incapacidad entre las clases más humildes. En cambio, nosotros creemos fervientemente que un obrero es tan o más valioso que el arquitecto o el ingeniero de la obra. Ambos individuos son en extremo valiosos dentro de una sociedad pero de alguna manera o por alguna causa existe un fenómeno que catalogamos de increíble, y es que a veces no es que el ingeniero se crea por encima del obrero, sino que también es el obrero quien se cree un ser inferior al ingeniero; y esto es una costumbre heredada, esto se ha convertido en una ley en las sociedades, esto ha hecho que aquellas personas que se han creído toda su vida incapacitadas para llegar más lejos se mantengan viviendo muy por debajo de su verdadero potencial.

Un Gobierno debe potenciar el valor de los humildes, ese verdadero valor que todos los humanos tenemos. El valor que cada persona siente de sí misma cuando obtiene retribución justa por su imaginación, sacrificio y trabajo. Creemos firmemente que si se sigue regalando entre los individuos aquello que con su esfuerzo pueden ganar, considerándolos incapaces tan sólo por la su situación socioeconómica, seguiremos creando seres mediocres e indiferentes.

El gobierno debe repetirle una y otra vez a las personas “Tú eres capaz”, “Tú mereces algo mejor”, “Tú eres dueño de tu destino”; y a su vez incentivar su capacidad comenzando con una estrategia básica, como es: cambiar y mejorar su entorno.

La incapacidad de un ser humano a veces es un buen negocio para quienes dirigen el gobierno, una sociedad de seres pensantes buscando su desarrollo es una realidad difícil de manejar para cualquier dirigente. Mientras menos piensen mucho mejor, mientras se crean más débiles mucho mejor y mientras puedas agruparlos en grupos sumisos al mandato de alguien que a medias les explica cuál es su plan, pero los adula, mejor.

Creemos por esto que el gobierno mantiene muchas veces de manera intencional la pobreza como la manera más fácil de mantener una excusa que le permita seguir alimentando la teoría de la supuesta incapacidad y los supuestos mega obstáculos por sortear. Todo para que los individuos se sigan creyendo débiles y dependientes de un estado que les provee de su porción de comida.

Si no es verdad que esta situación de pobreza conviene, ¿Por qué las zonas populares no gozan de todos los beneficios de las llamadas zonas pudientes? ¿Por qué falta la luz, el agua, el gas? ¿Por qué no son zonas seguras? ¿Por qué no hay ornato, vías limpias, asfaltado digno? ¿Será que el entorno determina al ser humano? ¿Será que a los gobernantes no les interesa cambiar el entorno porque eso cambiaría la forma de pensar de los que allí habitan? Particularmente, no vemos sentido alguno de que en las urbanizaciones existan todos los servicios y en los barrios no; ¿Será que las personas de las urbanizaciones valen más que las personas que viven en los barrios? ¿Qué sentido tiene?

A veces a los gobernantes no les interesa el orden, prefieren el caos, necesitan del caos para mantener un pueblo obediente. Si no le muestras a un hombre el mar cómo puede anhelar un baño de playa.

Si el Gobierno acaba con las denominadas zonas populares y crea simplemente zonas, donde existan los servicios, la seguridad, el ornato, la recreación, la educación y todos aquellos elementos indispensables para llevar una vida digna, posiblemente las personas comiencen a querer más, a exigir más, a despreocuparse un poco por los problemas cotidianos y empezar a interesarse por su persona, por su desarrollo, por llegar a alcanzar su potencial.

El Gobierno debe partir desde la capacidad del ser, partir de la premisa de que todas las personas son capaces y bajo este concepto generar las herramientas necesarias para que bajo su libre elección las personas puedan desarrollar sus talentos, creatividad e inteligencia, bajo un clima de cooperación entre el gobierno y sus ciudadanos. Un clima en que el Gobierno no regale sino más bien colabore y en que el ciudadano entienda que esa colaboración del gobierno parte del interés de éste y de todos sus conciudadanos, en el desarrollo de sus capacidades para el trabajo.

No porque quieren ser salvadores del pobrecito mundo, sino porque definitivamente nos conviene y nos favorece a todos que se reduzcan los niveles de desigualdad social en nuestro país. Es una cuestión de interés personal y no de teorías.

En estos años ya lo hemos aprendido. Si el que está a mi lado está bien, yo también lo estaré. Es necesario desarrollar cuanto antes un clima de cooperación y combatir la mentira del enemigo acechante.

Un país no es obra del estado ni de quien lo gobierna es producto de la unidad de sus habitantes dirigidos hacia un objetivo en común. Un gobernante por sí solo no puede sacar a un país adelante, un gobernante debe tener fe y creer en el potencial y las capacidades de sus gobernados y de forma conjunta buscar el camino para crear un desarrollo real en donde todos salgan beneficiados.

Después de que un gobierno ha proveído a sus habitantes todas las herramientas para su desarrollo y ha dejado en manos de estos la elección de desarrollarse o no, debe saber diferenciar a aquellos que quieren y se sienten motivados de aquellos que les falta motivación eligiendo un camino contrario al trabajo y el esfuerzo personal.

Tratar de igualar a las personas puede crear conformismo y mediocridad en los que eligen la facilidad de depender del gobierno como ente proveedor, e indiferencia entre aquellos que motivados por las oportunidades ven como aún esforzándose en su cuota de responsabilidad ante su país, son tratados como los enemigos egoístas sin recibir un reconocimiento justo a su esfuerzo.

Es deber del gobierno alentar a los hombres y mujeres que aspiran al desarrollo de sus capacidades y motivar de alguna manera a aquellos que evaden esta realidad. Porque si algo es real en la existencia del hombre digno, es la responsabilidad que tiene de desarrollarse. La conciencia social debe ponerse de manifiesto, el buen ejemplo entre unos y otros debe ser motor impulsador del crecimiento de los habitantes de una nación. Pero no necesariamente hay que ponerle nombres exagerados e ideologizantes a las políticas sociales. Hemos aprendido que la mayoría queremos el bienestar de los demás tanto como el nuestro. El ver a tu conciudadano crecer en base a su esfuerzo de la mano de un estado colaborador y reconocedor de las capacidades de sus habitantes, debe ser motivo de aliento y semilla que impulse el deseo de otros a trabajar, desarrollarse y progresar.

Es deber del Gobierno tanto reconocer el esfuerzo de los que cumplen con el país como crear mecanismos de motivación entre todos los ciudadanos, para convencerlos de que todos, la mayoría, debemos estar bien. El gobierno es la suma de sus habitantes y necesita de la colaboración de todos para salir adelante, todos somos importantes.

No obstante es una realidad que existen personas que no logran la consecución de sus objetivos o el desarrollo pleno de su potencialidad. La frustración puede ser un enemigo poderoso porque
puede arrancarnos de raíz la motivación y obligarnos a expresar envidia. A veces la frustración viene a consecuencia de las influencias externas, es decir, el éxito personal es medido más por lo
que la sociedad dicte que lo por lo que el ciudadano es como persona.

Sabemos que eso sucede en sociedades con desigualdades muy marcadas. Pero esta situación empeora si quien gobierna en vez de solucionar el conflicto con acciones y obras duraderas en el entorno de los más desposeídos, acentúa las diferencias pero de carácter material menospreciando las similitudes que tenemos como nacionales, hijos de una misma patria.

Un gobierno que entienda esta realidad debe fomentar y crear una sociedad donde el respeto sea primordial. El estado debe promover el respeto, dando valor a todos y cada uno de los miembros de la sociedad, entender que la realización plena del ser no puede ser medida en términos económicos, ni sociales, ni culturales puesto que la realización es tan personal que nadie debe catalogar a otro a causa de lo que él considere el deber ser. El respeto entre los ciudadanos fomentado por el gobierno debe ser el más alto valor de un país.

Cuando entendamos que todas las personas son en extremo valiosas por su aporte a la nación, sin menospreciar ni etiquetar, sino dándole el valor justo a nuestro hermano por su esfuerzo, entonces estaremos frente a una verdadera libertad de conciencia, libre de prejuicios y recelos. Entonces trabajaremos en conjunto, como ciudadanos libres para lograr el progreso de nuestra nación.

Cuando exista respeto no sólo ayudaremos a quien lo necesita, sino que serán motivo de orgullo aquellos quienes han alcanzado su potencialidad, empezaremos a ver con respeto a nuestros hermanos que han crecido económicamente con honestidad, admiraremos las obras de aquellos que decidieron alcanzar un mayor nivel cultural y artístico; disfrutaremos de los triunfos de nuestros hermanos deportistas; valoraremos el ser bien atendidos en un lugar; reconoceremos el valor de los obreros, carpinteros, electricistas y todos aquellos que con sus manos hacen realidad las grandes obras. Otros países lo han logrado en cuestión de una generación. Pero primero tuvieron que sufrir fuertes procesos de polarización, para después hacer un plan de convergencia entre las ideologías. Es este el caso de España y Chile por ejemplo. Ya es el momento unirnos quienes estamos cansados de tanta falta de respeto y mal trato entre los venezolanos. Ya no creemos en que esa sea la fórmula ganadora.

Un gobierno debe velar y garantizar a sus ciudadanos una patria de respeto y reconocer el valor que tiene cada uno de los habitantes de un país.

Y entonces comenzaremos una revolución, una verdadera revolución, un cambio total de paradigmas. Entraremos en la era del pensamiento, de la creatividad, de la cooperación, del respeto y de la conciencia social. Si todos contamos con igualdad de oportunidades e igualdad
ante la ley, si existe un respeto mutuo, si nos entendemos como parte de un todo entonces trabajaremos en base al bien común.

Para bien o para mal es el Gobierno el principal propulsor de estos cambios de conducta, porque si bien la familia es base fundamental del pensamiento de un individuo es el gobierno el que determina finalmente los destinos de una patria. De nada vale ser el mejor beisbolista si vives en un país que limita o prohíbe el juego de pelota, ser el mejor obrero si el gobierno no promueve la inversión para la construcción de obras; el mejor cirujano sin no cuentas con las herramientas
necesarias para realizar una operación.

Sabemos que es posible, estamos seguros que no hacen falta milagros sino buenas gestiones.

La ideología es la que crea y estimula los verdaderos cambios en una sociedad moderna. Una idea, un concepto, una filosofía una creencia es tan poderosa como un fusil. Si no volvamos la mirada a las miles de personas que han muerto por un ideal. Las ideas se combaten con ideas, combatir las ideas con armas es simplemente multiplicar la cantidad de mártires en las páginas de nuestra historia.

El debate de ideas es la única forma posible, pero ya hemos presenciado qué pasa cuando queremos imponer por un lado o rechazar por el otro, a la fuerza. Hemos aprendido que debemos cooperar y coexistir. Hemos aprendido que el problema no es que existan personas de una tendencia u otra. El problema es la pérdida del respeto por la diversidad y los valores. En fin hemos aprendido que es peor y más difícil tratar de eliminar y borrar contrarios a la fuerza, que entablar conversaciones y diálogos constructivos. Pero sin camisas de fuerza. Si de antemano una de las partes exige como si tuviera la verdad, no habrá convergencia.

Debemos adoptar entonces una vía diferente que entienda los tiempos modernos, que sea consciente de la globalización, que no sea apática a las realidades sociales y a las necesidades del común de las personas. Que crea en el respeto del ser humano como parte valiosa de una sociedad, que estimule el crecimiento y el desarrollo de las capacidades internas de cada individuo, que aplauda los logros, que crea en la justicia, que haga partícipe y protagonista a los
ciudadanos de su futuro, pero no sólo con la simple utilización del voto como vehículo de expresión. El voto no es lo único que determina el futuro de un ciudadano.

Creemos que el voto dentro de la llamada democracia es una asignatura más dentro de un pensum mucho más complejo. Decir que votar es estar en democracia es un error. La democracia es mucho más extensa. Decir que tenemos un buen gobierno solo porque se ocupa de regalar comida, salud o educación es una bomba de humo, se conoce por países desarrollados en los que el sentido social y las políticas aplicadas en éste sentido van muchísimo más allá del populismo enmascarado.

En Venezuela estamos a las puertas de una nueva visión de modelo político y económico en donde el ser humano será el centro principal del desarrollo pero como parte fundamental del mismo, no como una pieza movida por los intereses de quien gobierna.

Es momento de retomar las ideologías pero para no cometer los mismos errores. No es solución adaptarlas a estos tiempos modernos.

Reconocer los pensamientos e ideas de aquellos grandes filósofos creadores de las actuales corrientes políticas, pero usando de ellas lo que satisfaga las necesidades actuales. Las corrientes de pensamientos no son excluyentes unas de otras por el contrario creemos que estamos en el momento de usarlas y complementarlas, debemos recordar que vivimos en una era de constantes cambios. Atarnos a una sola forma de pensar, sería desperdiciar la variedad de herramientas que la actualidad nos ofrece.

Depende de nosotros hacer realidad ese camino, buscar la forma de construirlo sin esperar el concurso de actores políticos desgastados, sin caer en manos de aquellos que olvidándose de los verdaderos valores de una sociedad adoptan la ideología de turno para asegurar su permanencia, practicando lo que denominamos la ideología del poder.

Nuestros brazos ya no están cruzados, los tiempos nos invitan a la acción, depende de nosotros nuestro futuro. Hay que empezar a escribir otra historia, una totalmente diferente, es momento de entender que Venezuela no puede seguir condenada por un pasado que nunca debió ser. No se puede cambiar lo que fue, pero siempre se puede forjar un futuro en base a nuestras acciones presentes. Queremos empezar a disfrutar de nuestro presente en paz pero en movimiento. No un futuro soñado que llegará sólo si adaptamos la sociedad a un libro, a una teoría. Es hora de que sean los libros los que se acomoden a la sociedad actual y no al revés.

Estamos viviendo tiempos fascinantes, tiempos de cambios profundos en nuestra conciencia, nos acercamos a un despertar como nunca antes en la humanidad. Muchos saben que el futuro está en aceptar la diversidad. Los problemas actuales, los sociopolíticos y económicos al igual que los ecológicos necesitan solución urgente. ¿Por qué esperar a que todos quepamos en una teoría, sea cual sea?

Debe ser distinto, debemos salir de la bruma y de la oscuridad para iniciar un camino de luz. Pero por sobre todas las cosas un camino de verdadera libertad, el único posible para que una nación se desarrolle y progrese para el beneficio de sus ciudadanos.

Oportunidades hay de esos estamos seguros. ¡Estamos a tiempo!

¡Otra Venezuela es posible!

leoramos.flv@gmail.com
Leonardo Ramos
Organización Libertad y Democracia
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